Covid-19: Vivir para contarlo

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El día que contemos esta historia posiblemente nadie nos crea. Será muy difícil convencer a los futuros habitantes de la Tierra sobre la expansión de una gripe que paralizó al planeta. ¿Quién carajo nos creerá entonces el cuento de príncipes y políticos contagiados? ¿Quién podrá con la noticia de los miles de muertos en la Europa civilizada? ¿Quién entenderá que el mundo del siglo XXI, que tan desarrollado imaginamos, sucumbió a la letalidad de un virus?

Por suerte, el día que contemos esta historia será porque sobrevivimos. Y habremos de narrar mucho más. Diremos que nunca la humanidad se mostró tan desafecta y unida. Que rompimos con los besos y los abrazos para salvarnos juntos. Que antepusimos el alma a la piel y comenzamos a querernos de verdad.

Ese día, cuando contemos esta historia, dejaremos boquiabiertos a todos, hasta nosotros mismos. Nadie podrá creernos que desistimos de la avaricia económica del presente para respirar el futuro. Que cerramos industrias y negocios millonarios y le pagamos a los obreros por quedarse en casa. Que por una vez nos preocupó más la vida que las bolsas financieras desplomándose.

El día que contemos esta historia asistiremos al más fascinante de los estadios y al mejor de los partidos. Seremos la fanaticada que apostó a otro rayo de sol antes que presenciar el colapso de los pulmones del deporte mundial. Escribiremos que jugamos el Clásico de nuestra existencia. Que cambiamos goles, batazos y canastas por nasobucos. Que preferimos celebrar una olimpiada por la salud de la especie humana que los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

 

También, el día que contemos esta historia, no faltarán las pinceladas de egoísmo. Será muy duro decirle a la gente que la mayor potencia económica del orbe intentó evadir la fatalidad de la pandemia. Que el presidente de Estados Unidos reclamó a sus coterráneos volver pronto al trabajo, mientras la nación que dirige se convertía en uno de los epicentros del Covid-19. Que en lugar de solidarizarse, continuó hostigando a los solidarios.

Pero no importa, el día que contemos esta historia reinará lo bello por encima de lo feo. Contaremos cómo naciones pequeñas ayudaron a naciones muy grandes, incluso en las peores circunstancias. Que Cuba, una isla del Caribe, bloqueada y pobre, envió a sus médicos por el mundo para evitar más muertes. Que cuando el virus nos conducía a la xenofobia, abrió las puertas, sin miedo, al crucero británico que vagaba enfermo por el mar.

El día que contemos esta historia será, definitivamente, porque decidimos vivir. Recordaremos que, salvo unos pocos, alcanzamos el acuerdo de ser responsables. Que depusimos las caricias de primaveras e inviernos para acariciarnos después en las próximas estaciones. Que nos lavamos infinitas veces las manos para salvar lo que somos y no para hacernos los de la vista gorda. Que escondimos los rostros por un tiempo para mostrarlos luego más alegres. Que nos encerramos en nuestros hogares para, al paso de la tragedia, cantarle afinados a la vida

El día que contemos esta historia será porque vivimos…Y nos estaremos besando.

 

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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