Construcciones

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En Calígula y Trump, reflexión de Atilio Borón publicada esta semana, el politólogo argentino se pregunta en torno a los bombardeos a Siria: “¿Por qué los más grandes medios occidentales, por ejemplo El País de España y los pestilentes medios de la oligarquía mediática latinoamericana, silencian toda crítica y justifican un ataque criminal e indiscriminado? Lo hacen porque hace largos años que dejaron de ser medios de comunicación para convertirse en ‘house organs’ de la Casa Blanca, en sus agentes de propaganda”.

Y, a continuación, expone un hecho que, aunque conocido por el lector especializado en política, quizá no lo sea así dentro del mayoritario: “Todo el mundo sabe que no hay armas de destrucción masiva en Iraq”, le dijo un periodista del New York Times a Karl Rove, el principal asesor de George W. Bush en vísperas de la invasión y cruenta guerra de Irak en 2003. “Entonces, ¿qué sentido tiene una guerra?” La respuesta de Rove fue paradigmática de la prepotencia norteamericana: “Nosotros ahora somos un imperio, y creamos la realidad. Ustedes la comentan, nosotros la creamos. Y si la Casa Blanca dice que hay armas de destrucción masiva en Iraq todo el mundo dirá que hay armas de destrucción masiva en Iraq”.

Mucho antes de la postverdad y las fake news en tanto términos —pues siempre existieron, adecuadas a los contextos, a lo largo de la historia—, los imperios construyeron las realidades que les convenía amplificar con arreglo a sus intereses geoestratégicos. Estados Unidos, el más devorador y sanguinario desde los anales de la humanidad hasta hoy, sienta cátedra en la elaboración de construcciones o hechos falsos que intentan convertir en verdad ante la opinión pública mundial a través de los grandes medios corporativos globales a su servicio, aliados y gobiernos vasallos.

Casi desde los albores de ese sistema, las administraciones norteamericanas estuvieron, están y seguirán listas para fabricar ese casus belli tronante que erigir en escudo moral de cara a la pretendida intervención, doquiera.

El pretexto representa la principal construcción imperial en este sentido, y punto esencial de su plataforma programática.

Los grandes pretextos históricos les han permitido reconfigurar mapas y cambiar el trayecto de los acontecimientos mundiales. Sucedió con la explosión del Maine y la Guerra Hispano- Cubana-Norteamericana. Y luego, con el hostigamiento de Roosevelt a Japón para el procurado ataque-pretexto de Pearl Harbor y la provocación automática de la guerra con ese país; con el engaño de Truman y los medios a los estadounidenses para preparar y desarrollar la guerra de Corea; con el invento del ataque de la República Democrática de Viet Nam a dos destructores estadounidenses en el Golfo de Tonkín, empleado para iniciar la invasión a ese estado; y con el 11-S.

A la altura actual, casi nadie duda ya que el derribo de las torres gemelas no haya sido una acción interna. La acción interna de mayores resultados geoestratégicos para la Casa Blanca en tres siglos. El científico social James Petras, uno de los más importante de los Estados Unidos, afirma sin ambages lo siguiente en su ensayo Provocaciones y pretextos para la guerra imperialista: “Washington necesitaba un acontecimiento catastrófico capaz de dar la vuelta a la opinión pública, que se había opuesto a la primera guerra del Golfo y que luego apoyó una rápida retirada de las tropas estadounidenses de Iraq en 1990. Los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 sirvieron a los fines de los constructores militaristas del imperio de Estados Unidos e Israel. La destrucción del World Trade Center y la muerte de casi 3 mil civiles sirvió de pretexto para una serie de guerras coloniales, ocupaciones coloniales y actividades terroristas en todo el mundo, y consiguió el apoyo unánime del Congreso estadounidense a la vez que desencadenaba una campaña de propaganda masiva en todos los medios, a favor de la guerra”.

En este orden de cosas, donde imperan la mentira como instrumento y la construcción ficticia, no solo se hace más importante que nunca la forja de una conciencia crítica y una cultura política superiores, sino además la articulación de estrategias y voces alternativas globales que desmonten el sofisma y demuestren y divulguen la verdad. A la convicción de que el imperio, amén de su infinito poder militar y económico, intenta dominar a la opinión pública mundial a través del engaño, debe corresponderse también la decisión de responder y vencer ante cualquier agresión cocinada con su típica alevosía.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

Un Comentario en “Construcciones

  • el 21 abril, 2018 a las 2:35 pm
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    Como siempre análisis profundos…. Se extrañan sus críticas cinematográficas, no ha perdido a sus fans , así que no nos descuide.. jejejeje… Mis saludos y respetos SEÑOR crítico.

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