Wild Mountain Thyme : What the fuck is this? (+Trailer)

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Arranca Wild Mountain Thyme (John Patrick Shanley, 2020) semejante a un encargo del Ministerio de Turismo de Irlanda: deslumbrantes planos cenitales de Stephen Goldblatt a los acantilados de la isla y, luego, tomas aéreas muy El señor de los anillos a la tan verdísima como subyugadora campiña local. 

Tal noqueo sensorial a manera de pórtico, da paso a una de las películas más acarameladas y estultas de los últimos años, algo que no tengo ni la más remota idea de cómo consiguió la aprobación para ser filmado. Por lerdo, soso, huero e irracional.

Rosemary (Emily Blunt) ama a Anthony (Jamie Dornan) desde que era una niña pequeña. Han pasado las décadas en las contiguas granjas de ambos y ella espera todavía que, algún día, su vecino se le declare: cosa que va a ser bien difícil, dadas las características del sujeto.

Estas historias de los Florentino Ariza que esperan a su Fermina Daza, de las Penélope que aguardan por su Ulises —aunque en el caso que nos ocupa el añorado viva junto a la casa de la sufriente y no viaje ni a Dublín— obran sobre el plano emotivo del receptor y, al momento del beso, en el minuto 90 de los cien del metraje, este tiende a empatizar con Rosemary, en virtud de su victoria tras el estoico aguante de tantísimos diciembres.

Pero la inyección de dopamina no surte efecto siquiera, al conocer lo que segundos antes Anthony le respondía a Rosemary en torno a por qué había esperado tanto, no obstante él corresponder a su amor. Ella le inquiere entonces al indeciso amado: “Dímelo, dime tu secreto”. Cabría esperar que el hombre le revelase que padecía de halitosis, disfunción eréctil o algo así. La mujer, para animarlo a que hable, le reafirma su irremisible interés romántico y le manifiesta que está dispuesta a aguantarlo todo. Y es aquí cuando él hace la revelación de su vida: “creo que soy una abeja”.

Si esto fuera un drama psicológico, un filme fantástico, algún Marvel, cualquier cuento de hadas para niños o hasta una farsa, habría de hallar cierta razón dentro del argumento, pero acá la cosa huele a espanto por el despropósito que entraña en el verosímil del filme.

Solo vi esta película porque ha sido dirigida y escrita por el transmediático John Patrick Shanley —con Pulitzer, Tony y Oscar sobre su escritorio, merced a diversas labores—, sobre su propia puesta, Outside Mullingar, de 2014. Obra teatral a la cual Charles Isherwood calificara en The New York Times como “comedia sobre la naturaleza insatisfactoria de la vida y las espinas del amor”. Pero cuanto pudo haber funcionado en Broadway no lo hace en lo absoluto en cine.

Cuando, sin explicación o justificación dramáticas de ningún tipo, Jamie Dornan le suelta a Emily Blunt que cree ser una abeja —en cuanto ha sido el peor rol de la carrera de un actor mucho más solvente en plan “malo”, corte la serie The Fall o Cincuenta sombras de Grey—  se corola el indescriptible sentimiento de estafa provocado ya desde bien antes por una ¿comedia? que nunca logra encontrar su tono, congestionada de errores garrafales de dramaturgia y problemas marcados de selección de elenco, perteneciente a un tipo de cine ya superado hace muchos años por la evolución del lenguaje fílmico.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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