Vivir de los sentidos

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Si nos guiamos por las neurociencias, el sexo atrapa a los hombres por los ojos y a las mujeres por las orejas. Según los proverbios, el amor entra por la boca, y la traición se delata porque huele a sospecha. Y si apelamos a culturas antiguas, quien no puede moldear una figura en barro, jamás despertará la maravilla en otra piel.

Vista, oído, gusto, olor y tacto: los cinco sentidos que mejor vinculamos a lo vivido, aunque la ciencia confirma la validez de muchos otros, como enseña la sabiduría milenaria de diversos confines.

¿Puedes pensar en un momento crucial de tu vida erótica o amorosa en la que uno de esos sentidos te engañó? Seguro que sí, porque el mundo que percibimos a través de esos canales es filtrado por las emociones, el intelecto y la memoria. A veces un guiño interpretado como invitación era un tic nervioso, y la fragancia que te hizo dudar de tu pareja se le impregnó en el transporte público.

Sentir es solo un paso para habitar el mundo. Es algo que hacemos en automático 24/7. Millones de estímulos son clasificados en el cerebro, retenidos, desechados y mezclados según prioridades de las que no siempre somos conscientes: esquemas que despiertan en el vientre materno y reajustamos con la crianza, el roce social, las experiencias y la cultura.

Un detalle curioso: el área destinada a procesar cada variante de información no es proporcional al tamaño del órgano que la capta, como verás en el dibujo acompañante, que muestra cómo sería el cuerpo humano si el físico siguiera la distribución del sistema nervioso en función de las capacidades sensoriales.

También sorprenden los recursos del cerebro para ahorrar energía (sobre todo con la visión), como llenar vacíos con recuerdos y hacerte creer que son frescos; o anticipar sensaciones según el entorno y engañar a los receptores para “disfrutar” un malestar físico-emocional.

Cuando no accedemos a uno de los sentidos, se refuerza la sensibilidad de los otros para “traducir” estímulos y mantener un diálogo no verbal con nuestro entorno. Esa capacidad se llama sinestesia, y el instinto sexual es una de las razones naturales para apelar a ella.

Ahora olvida lo que has leído y dime: ¿Ya estuviste totalmente a oscuras junto a tu pareja? Prueba a hacerlo en total silencio y calma, sin fragancias sintéticas, rozando apenas su cuerpo y sintiendo tu presencia a través de la suya, como enseña el sexo tántrico.

Mantente así todo el tiempo que puedas, percibiendo su respiración, imaginando que recorres su piel con tu exhalación. Pon pausa a tus esquemas y déjate sorprender por dones más sutiles que llevarán tu percepción del sexo hacia una dimensión sensorial fascinante y desconocida. (Por Milo)

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5 de Septiembre

El periódico de Cienfuegos. Fundado en 1980 y en la red desde Junio de 1998.

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