Una serie de fundamentalismo religioso, falsos profetas, dolor y sangre
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Pocas veces en la teleficción reciente, los a veces caprichosos títulos de los episodios han guardado una relación tan directa con el argumento de cada uno de estos, como en la miniserie Por mandato del cielo (Hulu, 2022). Sus siete capítulos se denominan: Cuando Dios era amor, El lugar legítimo, Rendición, Iglesia y Estado, El elegido fuerte y poderoso, Revelación y Expiación de sangre.
Son enunciados que, amén de atemperarse a la perfección con sus respectivas tramas, resultan hábil pórtico identificador a una historia de fundamentalismo religioso, falsos profetas, dolor y sangre.
En similar línea temática de la miniserie documental Se dócil, reza y obedece (Netflix, 2022), Por mandato del cielo se sitúa en el estado norteamericano de Utah, específicamente en las ciudades de Salt Lake City y American Fork, durante la década de los ochenta del pasado siglo. La primera urbe es el corazón de la Iglesia Mormona.
En Utah sucedió, 41 años atrás, un crimen horrendo perpetrado por practicantes de esa doctrina a correligionarios (una mujer y su hija de quince meses), el cual la miniserie sigue desde la ficción.
A partir del libro Por mandato del cielo: una historia de fe violenta, firmado por John Krakahuer, el guionista Dustin Lance Black ideó la miniserie homónima. Esta se inspira en dicho suceso real; si bien su personaje central –el detective Jeb Pyre, interpretado por el actor británico Andrew Garfield–, no lo es. Representa una creación ficticia que, no obstante, deviene el cimiento dramático del trabajo.
Mediante los ojos de Pyre –también mormón–, la serie ubica la mirada del espectador sobre un sistema de vida de reminiscencias feudales, basado en el fanatismo, la adoración totémica de la figura masculina, la poligamia, la anulación total de los intereses particulares de las mujeres y la sujeción ciega a los postulados de una fe que nada tiene de divina, pero sí mucho de la ignorancia y la maldad de los humanos.
«Devotos» de credos tan nocivos no solo existen hoy día en EE.UU. dentro del mormonismo, sino también entre comunidades supremacistas que predican el odio al diferente. Por ello, la serie funciona, además, en tanto espejo doloroso de parte de esa feligresía local de Trump, que delira con los sermones «mesiánicos» de su ídolo.
Al indagar e intentar comprender los móviles del asesinato que él y su compañero investigan, Pyre experimenta un lento pero progresivo e imparable proceso de auto cuestionamiento de su fe.
La puesta en duda, y quiebre, del edificio ideológico sobre el cual sustentó su existencia no solo conducen a este hombre a las interrogantes, sino, fundamentalmente, a las resoluciones.
El estudio de dicho personaje, su construcción sicológica, y la defensa de Garfield desde el plano interpretativo, son los pilares de la obra.
Donde Por mandato del cielo pierde aliento es en la concepción de su puesta en pantalla, ganada por la chatura visual, la pobreza de estilo, un ritmo narrativo mortecino y la escasa imaginación para sacar del letargo a episodios de más de sesenta minutos de duración.
Son siete larguísimas horas, perfectamente editables en cuatro si hubiesen puesto el empeño. Por supuesto, es algo que no siempre depende de los creadores; sino de las indicaciones de las plataformas.
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