Un líder del tamaño de un pueblo gigante

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Poco a poco, las anécdotas en torno a aquel dirigente partidista comenzaban a viajar de boca en boca, de un pueblo a otras provincias. “Se presenta como uno más en hospitales, cafeterías, entidades que prestan servicios al pueblo para detectar problemas y malos tratos. Aparece a pie o en bicicleta; algunas veces lleva un sombrero alón. Vino a la heladería y…”. Quien lo cuenta esboza una sonrisa satisfecha; quien escucha siente en el rostro un soplo de vientos que refrescan diferente.

Su nombre se hizo frecuente, asociado al combate contra el burócrata, el oportunista, el negligente. Para él, no era una práctica nueva. Esa búsqueda del sentir popular, ese llegar hasta el problema que afecta al cubano de a pie, habían caracterizado sus pasos primeros y su camino como líder político y funcionario público.

Quizás, porque nunca dejó de sentirse un hombre común. La memoria colectiva lo recuerda yendo a la oficina en bicicleta cuando la crisis de combustible, defendiendo el derecho a la diversidad sexual. Sabe escuchar, ponerse en el lugar del otro, han afirmado en más de una entrevista, quienes estuvieron cerca de él.

Cuando asumió al frente de los Consejos de Estado y de Ministros en 2018, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, había ocupado cargos en todas las instancias. En organizaciones estudiantiles y juveniles de vanguardia, en el Buró provincial del Partido Comunista de Cuba (PCC) y luego como su primer secretario en Villa Clara y en Holguín; como Ministro de Educación Superior.

Mucho llovió desde que el joven graduado de Ingeniería Eléctrica, en la Universidad Central “Martha Abreu” de Las Villas, cumplió su Servicio Militar en unidades coheteriles antiaéreas de las FAR, hasta el momento cuando el revolucionario ya formado, aceptó la responsabilidad de guiar el destino de los cubanos en la Isla.

CONTINUIDAD DEL LEGADO DE FIDEL Y RAÚL

Mucha algarabía de la prensa internacional, mucha hojarasca como siempre, generó la toma de posesión de Miguel Díaz-Canel como Presidente de Cuba. Por más de seis décadas el país había sido conducido por la generación que cristalizó, con el triunfo revolucionario, casi un siglo de luchas del pueblo cubano por su independencia.

Las grandes transnacionales de la desinformación comenzaron a fabular; desde sus laboratorios de redacción se esbozaba, solo para lectores crédulos o ingenuos, la posibilidad de una ruptura del modelo económico y social en Isla.

El martes 13 de agosto de 2020, en su cuenta en la red social Twitter, el mandatario mostraba, una vez más, su capacidad para sintetizar el sentimiento popular: “Cuba amanece en homenaje. Hoy cumple 93 años el heredero del legado de José Martí, el líder invicto que sobrevivió a más de 600 atentados y enfrentó sin concesiones a once administraciones del imperio. Fidel vive porque viven sus ideas”.

DÍAZ-CANEL Y EL DESTINO DE UNA NACIÓN

Construir el socialismo cubano nunca fue una tarea fácil. Pero, durante tres años de mandato, el actual Presidente cubano ha tenido que enfrentar los mayores retos de las últimas dos décadas.

Cuando Donald Trump ocupó la oficina oval de la Casa Blanca, estaba decido a aniquilar a los más de 11 millones de cubanos que habitan la Isla, en nombre de algunos cientos, residentes en el sur de la Florida, y de los propios intereses de Washington. Trump arreció, con la aprobación de alrededor de 260 nuevas medidas, el bloqueo contra Cuba. Algo que no ha cambiado con la administración de Joe Biden.

El gobierno de Díaz-Canel se ha visto obligado a sortear los mayores obstáculos comerciales y financieros en la arena internacional. Ante la negativa de antiguos proveedores y socios a continuar relaciones con la isla Antillana por temor a las sanciones de Estados Unidos, hubo que buscar otros. Cada vez más bancos internacionales cancelan o se niegan a efectuar transacciones financieras hacia este país. Las navieras, transportistas de cargas, prefieren no tocar puertos cubanos, y aquellas dispuestas, duplican sus tarifas. Todo esto, en medio de una pandemia global.

Formado en las enseñanzas de Fidel y de Raúl, el Presidente cubano es de los que ponen el pecho. Se le ve guiar, personalmente, cada situación de emergencia en busca de la solución más efectiva. Comparece, casi a diario, ante los medios de prensa nacionales e internacionales. Informa, recorre el país, analiza cada contexto particular, escucha, propone, manda.

Bajo su liderazgo se perfecciona el modelo social en la Isla; progresa el socialismo cubano en un escenario de transparencia informativa, dado por el desarrollo y las creaciones de oportunidades de acceso de las tecnologías de la información y la comunicación; se ensayan fórmulas nuevas de gestión, más diversas y autónomas; se busca sin descanso la satisfacción de las necesidades del pueblo, aun cuando no se tienen todas las respuestas.

Díaz-Canel está en la oficina y en los barrios; camina junto al pueblo, y junto al pueblo defiende las calles de los nuevos mercenarios, esclavos del dinero y las migajas imperiales, asalariados del caos y la violencia.

UN HOMBRE COMÚN HEREDERO DE LEGADO EXTRAORDINARIO

Y sin embargo sonríe, aunque sea solo a veces. Como cuando felicita a las madres, a los padres en su día y lo hace al lado de sus hijos, con su familia y parece la suya, es, una familia cubana.

O sorprende, nadie lo esperaba, en una plaza universitaria y allí está, alentando a los jóvenes, transmitiendo confianza, a pesar de todo. Porque al final ¿qué es un hombre sin la esperanza, sin ideales?

Habla y gesticula con sus manos, “los cubanos y sus manos”, diría Eusebio Leal, gran humanista siempre; Dice, y su palabra es llana aun cuando decide intrincadas cuestiones de estado. No abandona el hábito de sentir la tierra bajo sus pies, aunque no se le vea ya en bicicleta, no tendría el tiempo aunque quisiera.

Este hombre común, heredero de un legado histórico y popular extraordinario, lleva hoy sobre sus hombros el destino de su nación.

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