Un espacio recuperado en Cienfuegos

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El propósito de devolver a la ciudad una de sus justas más antiquísimas y meritorias, ha sido consumado. Gracias al proyecto del Museo de las Artes Palacio Ferrer podremos disfrutar del Salón del Mar en el contexto de la Jornada de la Cultura local, aunque por esta vez, fuera del entorno tradicional. A todas luces, la institución no pretende suplantar a su patrocinador histórico, sino viabilizar su pronto regreso para bien de los artistas sureños. Por demás, aunque seguramente con otro nombre, se aportará un nuevo eventoen pos de estimular a los creadores del arte contemporáneo, lo cual vendría a dinamizar el decurso de nuestras artes visuales.

A esta nueva convocatoria se presentaron 21 cultores (entre artistas académicos, autodidactas y artesanos) de diferentes generaciones (la edad media no sobrepasa los 50 años). Sin que mediara, de facto, una admisión (lo cual nunca es conveniente, pues conspira contra los atributos de la muestra, especialmente en su puesta espacial y museográfica), se emplazaron 26 obras y casi todas las manifestaciones de la plástica, salvo el grabado.

En principio, la tenencia de valiosas obras y un registro anchuroso de técnicas y expresiones, que van desde el más raigal arte popular hasta los signos vanguardistas, permiten calificarlo de exitoso. Es cierto que las ligaduras del tema obstruyeron ciertas fabulaciones y hasta alguna experimentación, pero hubo piezas que dignificaron la muestra y proporcionaron un sentido esperanzador. Entre las más sugestivas figura Testimonio de un proceso (Primera Mención del Salón y Premio de la AHS), de Edgar González Era, una suerte de pintura matérica que confronta el objeto con la representación abstractivista, curiosa por su rala dimensión y minimalismo. No pasa inadvertida la pieza Entre el agua y arenas (Premio del FCBC), del insospechado Carmelo Fundora Dilat, justo por la gracia e imaginería de su escultura, donde consigue una grata solución narrativa que subraya el sentido de actualidad ecologista. Fue muy gratificante su regreso. El joven Yasel Fundora Lleo aporta igual una obra de ribetes ensayísticos, Horizonte (Premio del Salón), aunque no muy afortunada en el montaje, pues el vacío que procura tiene como fondo la inexpresiva pared de la galería y se trunca el esencialismo de este relato visual propenso al informalismo. Por cierto, Yasel es un excelente dibujante graduado de Escuela de Arte Benny Moré. Igual, se agradece la frescura primitivizante de Lizzette Pérez Castro, que contagia de optimismo con el texto pictórico En la otra orilla (Tercera Mención del Salón y Premio de la Oficina del Conservador de la Ciudad), una alegoría llena de colorido y detalles encomiables, sobre todo por las texturas que alcanza a través del uso de la técnica del collage.

Obra Horizonte, de Yasel Fundora Lleo.

En la exposición otro grupo de artistas constató su destreza y talento, fruto de muchos años de laboreos, tales como la veterana Cenia Gutiérrez Alfonso, José Basulto Caballero( Talasofilia, Segunda Mención del Salón y Premio Consejo Provincial de las Artes Plásticas), que siempre conforta con sus temas medioambientales y la exactitud de sus instalaciones, Julián Espinosa, Wayacón (Premio Consejo de las Artes Plásticas y Reconocimiento Especial del FCBC), Mario Cruz Moscoso (Premio del FCBC), Arcadio Tomás Capote y Eduardo Puebla Peñate; otros quedaron a medio camino.

El regreso de este coyuntural Salón del Mar merece nuestros halagos por su naturaleza y provecho. Aún debe reconstruirse, pero tendrá tiempo para ello.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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