Un bolero popular de estirpe clásica

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El concepto clásico guarda relación con lo digno de imitar. En música se cumple ese precepto. No debe confundirse con la definición de clasicismo, llamado también periodo clásico, que comenzó en Europa a mediados del siglo XVIII y se extendió, aproximadamente, hasta el segundo decenio del XIX.

Grandes compositores de todos los tiempos se han nutrido hasta hoy de lo clásico para desatar su inspiración en el ámbito popular. Los Beatles son un ejemplo; su discografía contiene estructuras y sonoridades relacionadas con el repertorio clásico europeo y del lejano Oriente. Resulta obvio que la creación clásica universal sea el abrevadero por excelencia de innumerables virtuosos contemporáneos.

De mi niñez recuerdo un bolero compuesto por el puertorriqueño Rafael Hernández (Aguadilla, 1892 – San Juan, 1965). Me refiero a uno que se titula Amor ciego, grabado en las voces de conocidos intérpretes, entre ellos María Luisa Landín, Leo Marini, Los Tecolines y Orlando Vallejo. Considero magistral la versión de la Orquesta Aragón con Fernando Álvarez como solista, grabada por la RCA Victor en formato de 78 rpm con admirable presencia del piano, la flauta y los violines. Este bolero posee una letra exquisita y pienso cuán difícil le haya sido al compositor boricua articularla con una música tan preciosa y a la vez difícil.

Sergei Rachmaninoff, compositor, pianista y director de orquesta ruso. /Foto: Archivo

Hace algún tiempo, en mi quehacer como guionista de espacios de música sinfónica, descubrí algo que atrajo mi atención. En Radio Ciudad del Mar escribía una emisión de Con los grandes de la música, dedicada aquella vez al compositor ruso Sergei Rachmaninoff (1873 – 1943); en particular a su Concierto para piano No. 2 en do menor, opus 18. Mientras disfrutaba el tercer movimiento Allegro scherzando, sobre los diez minutos con 37 segundos, percibí que la melodía me era conocida y me percaté del modo magistral con que Rafael Hernández se insertó sobre esa línea melódica para componer su bolero Amor ciego.

En cuanto al ruso Rachmaninoff, es uno de los grandes posrománticos de Europa que brilló entre los pianistas más influyentes del siglo XX. Rafael Hernández, llamado popularmente El Jibarito, compuso piezas de varios géneros, y figura entre los más destacados cultores del bolero latinoamericano. Ambos contemporáneos, y teniendo en cuenta la cultura del puertorriqueño, resulta lógico que haya intuido la posibilidad de llevar a la categoría de lo popular un fragmento de aquella melodía del repertorio clásico. No ha sido el primero ni el último en hacer algo semejante con buen resultado.

La agudeza de Rafael Hernández revalida las posibilidades de la música clásica para insertarse en el gusto de un público diverso.

Recordemos que el cine aprovecha piezas del repertorio clásico para el apoyo escénico; v.gr. El aprendiz de brujo, de Paul Dukas, en la película de dibujos animados Fantasía, de Walt Disney en 1940.

Con Amor ciego Rafael Hernández demostró las posibilidades de adaptar obras clásicas completas o fragmentos de ellas para presentarlos a mayorías de músico-amantes. Es una evidencia palpable de que lo culto y lo popular no pugnan ni son incompatibles.

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