Un “abuelo” de Internet en Cienfuegos (I)

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Los cienfuegueros más antiguos quizás lo recuerden, pero difícilmente lo hagan los “medios tiempo” —como yo— y menos aún los más jóvenes. Aquellos que gocen del privilegio de la memoria lo evocarán simplemente como el Cable Inglés, y aunque su impronta en la vida citadina y regional se extendió por una centuria (1875-1975), muy poco se conoce[1] de sus andanzas por estos lares. El enlace del cable telegráfico submarino al centro sur cubano cumplirá —literalmente — 147 abriles el próximo día 26, y develar parte de su historia será un regalo que nos haremos para celebrarlo.

Los cables telegráficos submarinos constituyeron una proeza tecnológica sin precedentes al permitir conectar, por primera vez, las líneas telegráficas terrestres de los cincos continentes, sobre todo, después del tendido en 1866 del cable trasatlántico submarino que unió Gran Bretaña a los Estados Unidos y de paso, a ambos hemisferios. Durante la segunda mitad del siglo XIX el mundo fue tejiendo su primera red global de telecomunicaciones, con anterioridad a la telefonía y más de un siglo antes que Internet con sus múltiples servicios y protocolos.

Desde septiembre de 1867, Cuba fue integrada precozmente al complejo telegráfico internacional en formación, con la puesta en marcha del cable telegráfico submarino Florida-Cayo Hueso-La Habana. España había dado luz verde al enlace: era el único modo por entonces, de conectar la Isla con la península Ibérica y el resto de Europa, a través de las líneas terrestres norteamericanas y del flamante cable trasatlántico. El gobierno colonial calculaba el riesgo: de sobra conocía el apetito anexionista del vecino norteamericano y el riesgo que implicaba el tránsito de sus mensajes por las líneas anglosajonas. Era eso o renunciar a los tentadores beneficios que este novedoso heraldo de la modernidad podía reportar.

La intención de las compañías telegráficas inglesas y estadounidenses de expandirse por el Caribe y Suramérica, abrió la posibilidad en 1870 para tender nuevos cables al sur de la Isla. La favorable situación geográfica de la región cienfueguera y su ya rápido apogeo productivo y comercial, la convirtieron en candidata idónea para aprovechar directamente los beneficios del cable que pondría los mercados internacionales “al alcance de la mano” de la pujante burguesía azucarera y comercial perlasureña. La concesión para el enlace fue otorgada a la recién fundada empresa británica Cuba Submarine Telegraph Co. (Ltd.) que conectaría La Habana con Santiago de Cuba a través de Batabanó y Cienfuegos.

La operación del tendido del cable entre Batabanó, Cienfuegos y Santiago de Cuba se desarrolló entre agosto y septiembre de 1870 e inició un auténtico proceso de lo que hoy denominamos como transferencia tecnológica. En pocos días se pusieron en marcha hombres, equipos y dispositivos al mando del prestigioso ingeniero británico Sir Charles Tilston Bright, empleando los vapores Suffolk y Dacia como barcos cableros. La faena resultaría en extremo complicada, pues las maniobras debieron realizarse siguiendo parajes tortuosos entre arrecifes coralinos e islotes rocosos a lo largo de unas 45 millas. Por si ello fuera poco, la temperatura del agua era mucho mayor que la calculada, ocasionando fallas en el aislamiento del cable.

Un simpático corresponsal del semanario satírico habanero Juan Palomo, llamado Juan de las Viñas, que acompañaba a la expedición, aludía a otras dificultades que enfrentó la tripulación, ensalzando la resolución del personal británico al tiempo que fustigaba la burocracia española:

“Llegamos á un punto en que el barquichuelo que nos conducía se atascaba en el fango y no podía pasar adelante: (…) y mi hombre sin vacilar, sin decir una palabra, sacó los pies fuera de la barca y se zampó en el agua, con botas y espuelas, como suele decirse. (…) Se ganó la orilla, y el cable quedó amarrado en el sitio conveniente. ¡Ay, paisanitos de mi alma! no enfadarse; pero me parece que pocos empleados españoles de la categoría del que me ocupa, hubieran hecho otro tanto. Nosotros hubiéramos empezado por formar un expediente, por calcular un presupuesto, para hacer un puente ó cosa así, que salvase la dificultad; llegando á consumirse muchos pliegos de papel y la paciencia del respetable público”[2].

La intención de la expedición, era que el cable amarrara en la propia villa sureña, pero debido “al estado de la insurrección en la región”, se consideró prudente realizar un empalme a dos millas de la población, “para enlazarlo en cualquier momento a la ciudad, cuando el estado del país permitiera llevarlo a cabo con seguridad”. El lugar escogido para este amarre de emergencia fue un punto cercano al faro de Villanueva, a la entrada de la bahía cienfueguera. Sin embargo, otras razones, estas de carácter legal y administrativo, habían influido con anterioridad y continuarían influyendo, en la decisión de no penetrar con el cable hasta la misma urbe.

Pues sí, no solo fueron obstáculos naturales y técnicos los que tuvo que enfrentar la “Cuba Submarine” y su personal en el afán de iniciar operaciones comerciales al sur de la Isla. Resulta que precisamente el amarre efectivo del cable en Cienfuegos, o dicho de otro modo, la posibilidad de establecer una estación de telegrafía internacional en la urbe, fue lo que constituyó “la manzana de la discordia” entre la administración colonial y la compañía británica. La cuestión era que el permiso inicial otorgado por los españoles para tender un cable entre La Habana y Santiago, solo autorizaba a los ingleses para amarrar en un punto intermedio del litoral meridional cubano y no en dos, como realmente ocurrió.

Los astutos británicos alegaron que en Batabanó solo habían empalmado el cable para comunicar por tierra con La Habana y que era realmente en Cienfuegos donde planeaban establecer estación. Tales confrontaciones, dilataron el inicio de las operaciones del cable en la Perla del Sur hasta el segundo trimestre de 1875. Durante ese año la situación política en España comenzaba a estabilizarse con la llegada del gobierno de la Restauración Borbónica y Antonio Cánovas del Castillo tomó la batuta: se permitió el amarre adicional en Cienfuegos, pero la compañía estaría obligada más tarde a pagar una sobretasa que se reflejaría inevitablemente en las tarifas de los cablegramas que se pondrían en vigor en Cienfuegos.

Charles Brigt y elBuque Dacia

Finalmente, en marzo de 1875, el vapor Hooper comandado por el capitán Murrell, concluyó el proceso de amarre del cable, penetrando hasta la propia villa centro sureña. Los ingenieros Frances y Warren tuvieron a su cargo los detalles técnicos de la operación El Diario de Cienfuegos del domingo 25 de abril daba cuenta por fin, de la grata noticia:

Los trabajos de la Empresa del Cable se han terminado, quedando por lo tanto nuestra plaza en comunicación submarina con el resto del mundo civilizado. El lúnes (sic) 26 es el día en que se inaugura la línea según el oficio que sus representantes han pasado al señor Teniente Gobernador de la jurisdicción”[3].

 Lo cierto es que “entre pitos y flautas” la “Cuba Submarine” había aprovechado el desorden generado por la sucesión de disposiciones administrativas para poner en pie una red telegráfica submarina que estaba en condiciones de hacer una competencia exitosa a la red gubernamental, anticuada, defectuosa y dañada por la guerra. De cualquier manera, el gobierno colonial estaba decidido a otorgarle la menor cantidad de libertades posibles, ante el riesgo aún mayor que para la seguridad española constituía la presencia de una empresa extranjera que tenía a su cargo el despacho de buena parte de las comunicaciones oficiales del país.

Nuevas trabas españolas y nuevas maniobras británicas continuarían influyendo durante los años siguientes en el despliegue de la “Cuba Submarine” por el sur de la Isla. Pero la urbe y la región cienfueguera podían disponer por fin, de un enlace expedito a la modernidad, pletórico de oportunidades para el progreso, pero no exento de riesgos y amenazas.


[1] Los trabajos de Silvio Dueñas Rodríguez y el audiovisual en dos partes Rescatando un cable del olvido, del investigador y realizador Jorge Luis Marí, han contribuido asimismo a develar la historia del “Cable Inglés”.

[2] Juan Palomo. Semanario Satírico. (La Habana) Año1, (45): 11 de septiembre de 1870.

[3] Diario de Cienfuegos, Domingo 25 de abril de 1875

*Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC). Los datos aparecidos en este artículo son resultado de las investigaciones realizadas por el autor junto al Licenciado Jorge Luis Padrón Acosta, también profesor de la casa de altos estudios.

 

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Vero Edilio Rodríguez Orrego

Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.

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