“¿…si en Cienfuegos no hay escritores?”

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Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 24 segundos

Leer es un acto muy íntimo, muy personal. En compañía, podemos ver una película, apreciar una obra pictórica o arquitectónica, escuchar música, bailar o competir en un videojuego; pero es difícil que haya dos personas juntas y un solo libro. Se lee a solas, en la intimidad del dormitorio, el escritorio o la cama. Se precisa un tiempo de calidad para el acto. Los más concentrados logran leer a sus autores favoritos en el metro o sentados en un banco del parque (porque ahora tenemos audiolibros y libros digitales), pero el lugar es lo de menos.

Lo peculiar del acto de lectura consiste en que tú conviertes las letras en imágenes; las oraciones en secuencias cinematográficas. Muy semejante a sostener, durante una conversación, una escucha tranquila pero activa. Para alcanzar eso tu interlocutor debe seducirte, emocionarte, y en el mejor de los casos, transformarte como ser humano.

Han existido muchas corrientes literarias que, como todos los sistemas simbólicos, defienden una estética y apuntan hacia una moral, es decir: a unos modos de hacer las cosas. Como tales corrientes fueron creadas por gente de carne y hueso, obviamente, llevan sus estilos particulares, otra vez: sus modos de hacer las cosas.

Al leer las páginas de Mecenas: historia de una editorial (Ediciones Mecenas, 2024, compilación a cargo de Aida Eumelia Peñarroche y Dulce María Castellanos), no solo tienes en las manos un cuidado catálogo de los libros publicados entre 1991 y 2013, sino un conjunto de entrevistas realizadas a sus diversos directores y editores; sus premisas estéticas y los avatares de esta institución durante más de dos décadas.

Roberto Sotolongo, Grisel Gómez Gómez, Mirtha González Gutiérrez, Ian Rodríguez Pérez, Luis Esteban Ramírez, René Coyra, ofrecen testimonios sobre lo que se hizo y lo que no en relación con las publicaciones, sobre las tertulias que compartían editores, escritores y artistas plásticos, operarios y consejeros editoriales; sobre la buena voluntad político cultural…

Entre las páginas del libro, una pregunta abrupta, a manera de anécdota, se pone en boca de un escritor y funcionario del ICL, a los inicios de Mecenas “¿Cómo piensas que la provincia y la Editorial prosperen si en Cienfuegos no hay escritores?”

Respuesta que ofreció la Historia: 271 libros publicados entre 1999-2013. Para quienes sospechen de las estadísticas, aquí tienen algunos nombres de autores (narrativa, poesía, investigación): Atilio Caballero, Marcial Gala, Jesús Candelario, Michel Martín, Lourdes Díaz, Jesús Fuentes, y un no menos importante etcétera que prestigia las letras cienfuegueras.

Quizás el deber de los hacedores y promotores actuales de Ediciones Mecenas sea continuar el ideario de sus fundadores: que prime la calidad de los textos, que se respete el orden de llegada al colchón editorial, y hallar un equilibrio entre géneros a publicar.

A estos tres elementos pudiera añadirse el factor socioeconómico: que el libro interese al público lector, que sea vendible. Y para esto último cabe la pregunta: ¿Cuán lejos, a cuánto público alcanzan los libros de Mecenas? Aún más: ¿a qué tipo de lectores emociona y cómo?

La distancia física entre libro y lector la ha solucionado en gran medida la tecnología: arriba se mencionó el ya habitual uso internacional de los audiolibros y e-books (con ISBN, que garantizan la propiedad intelectual), y que eliminarían, en nuestro caso, el incómodo retraso de las publicaciones debido a problemas de papel, tinta o apagón, así como los tristes “cementerios” de tripas sin cubiertas, o la escasa cifra de ejemplares. No hay que autoengañarse: escritor-libro-lector siguen siendo el trío idílico, pero el niño mimado, el baby King, de toda institución literaria será siempre el acto de lectura. Lo esencial es que se lea y aprecie tu obra.

Por ello quizás debamos preguntarnos: ¿Nuestra literatura a qué público satisface? ¿Estamos creando un gusto estético-social? ¿O manteniendo uno que declina hacia lo disfuncional? ¿Estamos conversando con los lectores que nos escuchan activamente? ¿Los emocionamos y transformamos como seres humanos?

Ojalá sean útiles estas preguntas a escritores, diseñadores, directivos y editores de Mecenas en el momento de crear, seleccionar y publicar textos literarios. Así nos inspiren los sueños de sus fundadores, a fin de queese acto íntimo de la lectura, ese tiempo que robamos a los lectores, continúenellos disfrutándolo como un tiempo de calidad.

 

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Ernesto Peña

Narrador y crítico. Premio Alejo Carpentier de Novela.

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