Retratos de sus majestades Fernando VII y María Cristina de Nápoles en la Fernandina de Jagua

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Durante los tiempos originarios de la ciudad de Cienfuegos el inanismo en las expresiones del arte se ensancha bajo las presiones del fundador de la colonia, Don Luis Declouet, quien termina por perder el afecto de los pobladores. Empero, el día 24 de marzo de 1831 acontece un suceso que matiza el curso de las artes visuales en la ciudad. El Sr. Presidente participa al consistorio.

Tener en las casas de su morada los retratos de sus majestades remitidas a La Habana a pedido suyo por Don Pablo Soler, y que le parecía arreglado que celebrándose hoy el aniversario de la entrada feliz del Rey Nuestro Señor en los territorios de España, se trasladasen a esta sala capitular con toda la solemnidad debida como tributo a su memoria, felicitando así aquel grato día.(1)

¿Qué sobrevino ese día para tan efusiva conmemoración? Justo, el 23 de marzo llegan a manos de Declouet los retratos de su SS. MM. Éste, tras previa consulta con el ayuntamiento, da las órdenes provechosas para que el 24 se celebre el homenaje. A las cinco de la tarde se presenta frente a la casa de gobierno la compañía segunda del batallón de Tarragona, que resguarda a la villa, y todas las autoridades del cuerpo capitular, los mandatarios y empleados de la marina, Real Hacienda, funcionarios de la capital y vecinos de la ciudad. De facto, las efigies son llevadas por dos regidores hasta el consistorio.

No es fácil explicar el júbilo de los concurrentes y la impresión que causó la presencia de SS.MM. Baste decir que a la par del mayor respeto prorrumpieron en vivas y aclamaciones al Rey nuestro Señor y su augusta Esposa, mostrando retratados en sus semblantes los sentimientos de amor y felicidad que les caracterizan. La tropa repitió los vivas a los retratos, saludándolos con tres descargas, y gran alegría y satisfacción se dirigió la comitiva a la casa consistorial.(2)

Una vez que el séquito transita por los parajes más concurridos, escoltada por las aclamaciones populares a sus majestades, y son situados los retratos, el Gobernador pronuncia su discurso:

Señores: Después de celebrado el acto de la instalación de este ayuntamiento el día 2 de octubre último, y colmados mis deseos cual os manifesté según me los dictó mi corazón, creí que aquella fuese la satisfacción mayor que me estaba reservada en el resto de mis días; pero identificado con vuestros sentimientos en el momento de colocar en este consistorio los retratos de SS. MM., y excitándose con tan augusta mi gratitud y amor al mejor de los Soberanos, permítaseme el dulce consuelo de recordar especialmente hoy las bondades que se dignó dispensarme al besar su Real mano, animando mis fuerzas con sus palabras consoladoras para concluir esta importante obra, y que honrado en tanto grado, le ofrecí mis servicios constantemente para el cumplimiento de su voluntad soberana.

Ha querido la suerte mía que así se efectúe, y que vea adelantada la fundación de la colonia hasta ese punto, proporcionándose que en un día tan grande para la nación española por la libertad de su S. M. de su cautiverio en Francia, celebremos tan plausible acontecimiento, colocando su Real efigie y la de la Reina nuestra Señora en esta sala capitular, donde presidiendo nuestras sesiones nos anime su Real presencia para el bien y felicidad de este pueblo y su jurisdicción, y la conservación del orden y la tranquilidad pública, base única de la felicidad en la vida.

Ratifico lo que os manifesté en vuestra instalación, y me prometo de la rectitud que os caracteriza, amor al Soberano y fidelidad eterna a su augusta dinastía; que corresponderemos a tantas bondades, y nos haremos cada vez más acreedores a la gratitud de los honrados habitantes de esta colonia, que dignamente representáis. Vivan los Reyes, nuestros Señores.

El mandatario se ha inspirado en los sucesos que acontecen en España por el aniversario de la recepción “triunfal” que tuviera Fernando VII el día 22 de marzo de 1814, cuando el General Francisco Copons y Navia le acoge en Figueras tras ser reconocido rey y liberado de los acosos napoleónicos. Tales festejos se erigían para tributar al popular monarca, quien hace galas de un “encanto superficial, labia y una actitud seductora y acomodaticia”, encubriendo una naturaleza antisocial o psicopática, declarada en “el desprecio hacia los derechos y sentimientos de los demás, el cinismo y el engaño, la mentira y la manipulación, la falta de responsabilidad social y de sentimientos de culpa y los mecanismos proyectivos”.(3)

El soberano asume la creación con ojos ceñidos, acaba de enviudar y contraer nupcias con su sobrina María Cristina de las Dos Sicilias. Aunque para esta fecha se muestra “trémulo y fatigoso” (Mesonero Romanos) suele presentarse en la entrega de premios de la Real Academia de San Fernando. De hecho, siempre había sido un buen gozador de las artes y estuvo rodeado de sensibles pintores, al estilo de Francisco de Goya, Vicente López Portaño y José Madrazo. A su empeño se debe la existencia del legendario Museo del Prado (1819).

Autorretrato de José Madrazo y Agudo. Presunto autor del retrato de sus majestades. Museo del Prado.
Autorretrato de José Madrazo y Agudo. Presunto autor del retrato de sus majestades. Museo del Prado.

Si bien para esta fecha se aprecia un cambio en la deferencia social del artista en Cuba, a lo cual contribuye en algo la fundación de la Academia de San Alejandro (1818) y el esfuerzo por redimir de las manos de los artesanos negros el oficio de pintor, lo cierto es que hubo que comisionar los retratos de los monarcas allende los mares. Una misiva como aquella sólo podían asumirla escasos pintores criollos o aplatanados, que igual trataban de reavivar el estilo neoclásico, con sus esquemas formales y limitada percepción del arte. De modo que, las autoridades optaron por otros itinerarios, desconfiadas del talento local.

Autorretrato de Vicente López (Detalle). Presunto autor del retrato de sus majestades. Museo del Prado.
Autorretrato de Vicente López (Detalle). Presunto autor del retrato de sus majestades. Museo del Prado.

A todas luces, no estaban precisadas las distinciones entre las artes y los oficios, el artesano y el artista. El retrato de los monarcas españoles debía reservarse para hacedores foráneos. ¿En quién recae esta encomienda? ¿Se realiza alguna copia de una obra existente? ¿Cuál fue el destino de la obra en cuestión? No hemos hallado pistas que constaten al autor ni el sitio donde reposa el texto visual de marras. La autoría es virtualmente disputada por dos pintores muy ligados a los reyes: José de la Madrazo y Vicente López Portaña.

¿Fueron los retratos de sus majestades devueltos a España luego de consumada la guerra independentista en Cuba? ¿Pasaron a manos de algún aristócrata o institución? Otra brecha en la historia del arte local.


CITAS

1   A.H.P.C., Acta capitular de 24 de marzo de 1831.

2   Colocación de los retratos de sus SS. MM. (que Dios guarde) en la sala capitular de la villa de Cienfuegos, capital de la nueva colonia Fernandina de Jagua, en la Isla de Cuba, el día 24 de marzo de 1831 (1831, p. 2). El Correo, periódico literario y mercantil, No 468, viernes 8 de julio.

3   Mínguez Martín, Luis (2006). Psicobiografía de Fernando VII, Informaciones Psiquiátricas. Número 185.

 

 

 

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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