Rebeldes contra Roma
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La serie Vikingos (History Channel, 2013–2020), seguida por millones de espectadores del planeta, sembró el interés en las grandes plataformas de la actualidad por este tipo de productos.
Por ejemplo, Netflix compró derechos y contrató a Michael Hirst, el creador de Vikingos, para rodar las –hasta el momento– tres temporadas de su secuela: Vikingos Valhalla (2022-2024).
Como muchas otras de su corte, la serie alemana Bárbaros (Netflix, 2020–2022) corta su cordón umbilical del cuerpo de Vikingos, en lo referente a su arquitectura narrativa y puesta en pantalla. Sin embargo, existe una sola pero muy estimable diferencia entre ambas.
Si el trabajo de Hirst seguía de forma bastante acrítica las andanzas de los conquistadores nórdicos, el material de Arne Nolting, Jan–Martin Scharf y Andreas Heckmann habla de la lucha por la soberanía de las tribus germanas contra la opresión romana.
Pero ejerce ese diálogo, asido a una certera visión ideológica, algo muy poco común en exponentes de factura occidental.
Extiende así ciertos lazos de convergencia con la sagas fílmicas y animadas de Astérix y Obélix (los rebeldes galos contra Roma), aunque sin comulgar con su tono lúdico. Aquí todo es mucho más serio, muy alemán; pero mentiría si afirmase que eso le sienta mal.
En realidad, nunca imaginé encontrarme en una serie europea –y además distribuida por la plataforma estadounidense Netflix–, postulados tan claros a favor de la unidad nacional contra los imperios.
Insto al espectador a que repase la forma cómo es enfocada la figura de la traición, en tanto elemento aciago en los procesos de lucha por la soberanía nacional. Ello puede apreciarse, con claridad, a lo largo de los doce episodios que transmite la Televisión Cubana.
De especial relevancia en tal sentido son muchos diálogos, elocuentes del desdén que todos los imperios, de Roma a la actualidad, sienten por los traidores, a quienes usan en su momento y luego pisotean.
En el episodio 2×5, el jefe militar romano Germánico le dice a Flavio –alguien desraizado y dispuesto a entregar a los suyos para ganarse el favor de los invasores– lo siguiente: “Daría mi vida por proteger el imperio. Tú eres un bárbaro que solo quieres protegerte tú y desprecias lo que eres. Por eso Roma te desprecia”.
Es evidente que Netflix no dispuso del presupuesto de otras producciones suyas para desarrollar el aspecto bélico de la serie, esencial en una pieza semejante. Y eso se hace notar.
No obstante, hay dos grandes batallas filmadas con mucho oficio (las del 1×6 y del 2×6), que nada deben envidiarle a Vikingos ni a su secuela ni a otros títulos con los que Bárbaros muestra marcadas analogías como El último reino o Britannia.
Una de estas batallas, la de Teutoburgo (ocurrida en el año 9 de Nuestra Era; y recreada bien, pero de forma breve en la serie), supuso una de las grandes humillaciones bélicas de la Antigua Roma.
Bárbaros tampoco es pródiga en el desarrollo de varios personajes, y escasa atracción concita su melodramática conformación del triángulo romántico entre los tres principales: Thusnelda, Arminius y Folkwin.
Por otro lado, el vínculo de la serie con lo mitológico –aspecto infaltable en materiales de su corte–, rezuma un pintoresquismo de manual, tan evidente como en Vikingos Valhalla, pero todavía peor.
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