Ramón López Peña: otra víctima del terrorismo estadounidense
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“Desde que nacemos, comenzamos poco a poco a morir”, es lo que muchas veces escuchamos decir a los más veteranos. Pero cuando la vida se apaga de súbito, resultado de una ráfaga de ira, violencia y odio, ese instante queda impregnado para siempre en el recuerdo de la gente.
Así sucedió con un joven tunero el 19 de julio de 1964, hace 56 años, en las inmediaciones de la Base Naval de Guantánamo, ocupada ilegalmente por el gobierno de los Estados Unidos.
Ese adolescente se llamaba Ramón López Peña, tenía solo 19; era prácticamente un niño, pero con el suficiente coraje y la autodeterminación personal para defender a su país a través de las Milicias Nacionales Revolucionarias desde los 15, hasta llegar a formarse luego en las columnas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
El siniestro ocurrió sobre la siete de la noche, mientras cumplían con el honroso deber de defender la frontera beligerante los soldados de la posta 44 del Batallón Fronterizo de Guantánamo. Allí, la soberbia y prepotencia de los marines norteamericanos, que dispararon en torbellino sobre el lugar, segaron la vida del muchacho, y con ello, volvían a manchar de sangre las páginas de la espasmódica relación de “amor-odio” entre Cuba y Estados Unidos.
El suceso, repudiado por el pueblo de Guantánamo y en el resto de la nación, tuvo marcadas resonancias en una ceremonia de duelo acompañada por el General de Ejército Raúl Castro.
Hasta el día de hoy, consta en los anales como la más grande manifestación de duelo popular en ese territorio, con más de 50 mil ciudadanos que fueron a expresar allí su indignación ante la ignominia humana del Imperio.
“¡Que viva la paz, pero con los fusiles, cañones y tanques bien engrasados…!”, son las palabras más recordadas durante el sepelio en boca de Raúl Castro, quien entregó al padre del joven López, el carné que lo acreditaba como el primer militante de la Unión de Jóvenes Comunistas en las FAR, proceso que había iniciado apenas unos días, previos al asesinato.
La frase del General de Ejército solo vino a reafirmar la vocación pacífica de la Revolución cubana, pero la atrocidad enemiga ha demostrado con el paso del tiempo que la situación no ha hecho más que empeorar. Por tal motivo, la preparación militar en nuestro país representa y constituirá en venideros años una pilastra indiscutible.
El Imperio continuará con su vileza, no solo contra Cuba, sino embistiendo hacia cualquier estado que “opaque” su posición o contradiga sus designios.
En consecuencia, los nuevas épocas exigirán a los cubanos y cubanas dar permanencia al testimonio del adolescente tunero cuando expresara: “¡Papá, esto es de Patria o Muerte!”, porque no habrá otra alternativa sino defendernos con honorabilidad, por razón de las armas o mediante la “convicción profunda” que enarbolara Fidel.
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