La raíz de un alegato: forja de una cultura para la Revolución

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Hace unos pocos días sesionó en La Habana el Consejo Nacional de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. Otra vez fue el espacio propicio para tomarle el pulso al trabajo interno de esta organización y  para la realización de los agudos debates en torno a la cultura del país. Revisitar el término en un mes como julio, —donde recientemente acaba de cumplirse un aniversario más de aquellas Palabras a los Intelectuales efectuadas los días 16, 23 y 30 de junio de 1961 y donde se conmemorará el próximo 26 de julio, el 69 aniversario de los Asaltos a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes—, se hace  imprescindible no sólo dilucidar cada vez mejor los mensajes atinados de Fidel Castro para la futura política cultural, sino para buscar la raíz de aquella cultura que nacía para la Revolución.

Decía José Martí que La madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la república y el remedio de sus vicios, es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura. [1]

Ha sido el devenir histórico de las sociedades, el que de manera voraz, ha impuesto retos que convidan a cambios sustanciales en pro del progreso de las mismas. La cultura se manifiesta como el bien más sensible para operar o conquistar tales cambios, así lo planteaba el filósofo alemán, Karl Marx, sin embargo, originalmente la cultura fue vista solo como un determinante del comportamiento. El control social que se ejercía a través de las normas, serviría como medio de presión y obligación impuesta sobre los hombres para adaptarse a las costumbres y tradiciones sin resistir ni darse cuenta; mientras que los mitos y las creencias representaban a esas mismas imposiciones desde la religión, a las que los seres humanos se sometían dócilmente. A lo anterior se agrega que, el paso del tiempo, convertido en tradiciones, y a veces en historia, explicaba el origen de estas formas de costumbres e imposiciones culturales en tiempos pasados y remotos.

Culturas que parten de las identidades que se fortalecen a través del lenguaje, los símbolos y la producción material de objetos, hechos y procesos culturales; poseen una estructura ideoafectiva, tanto racional como emocional.

Es la cultura de nuestras naciones la que debemos dignificar a partir de sus más intrínsecos valores identitarios. Su defensa se convierte en pauta esencial para la salvaguarda de lo más auténtico y preciado de un país.

La cultura cubana hoy, se reafirma a partir del discurso Palabras a los intelectuales. La visión de Fidel Castro venía desde la Historia me absolverá, nombre con que se conoce al alegato de defensa realizado durante la causa judicial a la que se le sometió, por ser el jefe de aquel grupo de jóvenes que asaltó el cuartel Moncada de Santiago de Cuba el 26 de julio de 1953. A partir de ahí  se descubre el sentido cultural que asume la revolución. Se traza la atención a las demandas sociales básicas no resueltas y se proyectan como estrategia de la política a realizar de forma inmediata. Un fragmento del alegato exponía lo siguiente:

Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos (…) la reforma integral de nuestra enseñanza, poniéndola a tono con las iniciativas anteriores, para preparar debidamente a las generaciones que están llamadas a vivir en una patria más feliz (…)”. [2]

El maestro al cual se refería Fidel era Martí, lo que significa que, su arraigado legado cultural llevaba el sello de uno de los padres fundadores de la patria. En consecuencia con ello, el primer y más importante acontecimiento que trajo en sí misma la revolución cultural fue la Campaña de Alfabetización. Esta última puso a una enorme parte de la población cubana en posesión de la palabra escrita, enriqueciendo así en un grado muy alto su condición humana, su socialización y sus capacidades, multiplicó a los actores revolucionarios capaces de comprender mejor lo que sucedía, el sentido de su lucha, las razones de su causa, y de participar en las discusiones, las ideas y el proyecto de la Revolución.

Ha sido aquel alegato nuestra raíz más profunda de la forja de una cultura para la revolución. Defenderla precisa avanzar en el desarrollo, en el fortalecimiento, la divulgación y el enriquecimiento de la riqueza cultural de nuestros pueblos, para que nos permita dar una batalla cultural a fondo contra los valores enajenantes del capitalismo, creando así una nueva hegemonía. De ahí que debamos trabajar por conformar un frente de pensamiento común anticapitalista que movilice a la intelectualidad y que sea capaz de generar contenidos de carácter verdaderamente descolonizadores, que doten a las personas de referencias culturales sólidas en un mundo cada día más ganado por el consumismo y la banalidad.

*Doctora en Ciencias Históricas.


[1]Ramiro Valdés: Diccionario del Pensamiento Martiano, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2004.

[2]Fidel Castro: La historia me absolverá. (1953). En: Fidel Soldado de las Ideas. https://www.fidelcastro.cu/es/discursos/ historia-me-absolverá.

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Alegna Jacomino Ruiz

Doctora en Ciencias Históricas

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