Pinceladas de Montevideo: El carnaval más largo del mundo
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Si vos querés definir con un color el carnaval de Montevideo, yo me inclino por el rojo fuego, porque eso es: una llama ardiente de colorido, alegría y emociones, ¿tá?”. Así resume nuestra amiga uruguaya, Helena Amarillo, esa gran fiesta popular que, desde finales de enero a mediados de marzo de cada año, convoca a locales y turistas por cuarenta días, para disfrutar del convite de su tipo más largo del mundo.
“En mi juventud participaba cada noche de fiesta intensa, hasta bien entrada la madrugada, sobre todo asistía al Teatro de Verano, en el parque Rodó. De modo particular disfrutaba mucho de los parodistas. Sin embargo, mi esposo Eduardo…ese si es carnavalero de verdad. De pequeño acompañaba a su padre cuando armaba el tablado en el barrio de El Cerrito de la Victoria, donde vivió por muchos años”.
A ciencia cierta, no se sabe quién o quiénes formaron las primeras guerrillas para echar agua con jeringas, tirar huevos y harina, lanzar frutas por los balcones o participar en las caballadas; como tampoco se sabe de aquellos que exhibieron los disfraces primigenios.

Lo que sí queda claro para todos es que en fecha tan lejana como 1860 ya se tenían noticias de esas insólitas manifestaciones “bárbaras”. Entonces, para los cronistas de entonces nacía un tipo de festejo popular completamente novedoso para los habitantes de la antigua villa en épocas de la colonia española.
Se cuenta que el surgimiento y evolución del carnaval montevideano se remonta a la fusión de las tradiciones europeas y africanas. En definitiva, aquellos ritos negreros culminaron en el desarrollo del candombe (expresión cultural de afrodescendientes) y sus desfiles característicos conocido como “Las Llamadas”.

Esas primeras “algarabías” colectivas tenían el fin de romper la rutina diaria y asumir personalidades diferentes a las habituales mediante vestimentas llamativas y alegóricas. Más tarde fueron incorporándose nuevos espectáculos como el paseo de las comparsas a ritmo de los tambores propios de la cultura del continente africano.
Si bien los orígenes de las festividades “bárbaras”, por su naturaleza y espíritu lúdico, tenían un marcado matiz de desorden y caos, con el tiempo fueron adquiriendo un carácter más “civilizado” y un perfil institucional y oficial, caracterizados por desfiles en avenidas y calles, además de los famosos tablados en los barrios.

La trasformación hacia el carnaval moderno y la oficialización de concursos de comparsas de negros y lubolos, de humoristas y parodistas (recrean de forma burlesca y jocosa, historias, personajes o hechos públicos), así como revistas de variedades, las Murgas y Escuelas de Samba, se consolidaron en el siglo XX, con la creación, hacia 1905, de esas agrupaciones carnavalescas.
En el caso particular de la Murga, y su originaria Gaditana, le impone al espectáculo un sello distintivo a estas festividades, comoquiera que la misma constituye una forma de expresión dramático-musical polifónica, de origen español, cuyos antecedentes fueron la zarzuela.
Luego, todas estas manifestaciones artísticas y culturales participan de los respectivos concursos que tienen su colofón en el Teatro de Verano Ramón Collazo, el principal escenario a cielo abierto de Montevideo, ubicado en las Canteras del parque Rodó.
“Me contaban mis padres, precisa Helena, que el barrio de Palermo se considera la cuna del carnaval montevideano, toda vez que allí se originó el toque de tambores del candombe. Desde luego, en ese mismo lugar se asentaron los primeros colectivos de esclavos africanos”.

En sus inicios los desfiles del carnaval abarcaban un extenso recorrido. Partían de la Plaza Constitución, transitaba por varias calles de la Ciudad Vieja, pasaban por la avenida 18 de Julio, llegaban hasta la Plaza Cagancha y volvían al punto de partida.
Así ha llegado hasta nuestros días el mayor y más sonado festejo popular en la capital de la República Oriental del Uruguay, famoso mundialmente por sus rasgos definitorios de una rica tradición musical y teatral que combina la herencia cultural europea y la africana. En esta gran fiesta se destaca la participación social y en especial los espacios para niños, adolescentes con el Carnaval de las Promesas; en tanto la Murga Joven, como su nombre lo indica agrupa a uruguayos de ambos sexos de 16 a 35 años.

Por supuesto, el evento más icónico sigue siendo la marcha de las comparsas de candombe, las que desfilan por los barrios Sur y Palermo al son de los tambores” chico”, “repique” y “piano” y marcan el espectáculo inaugural de estas festividades.
Y así por cuarenta días de cada año lugareños y visitantes tendrán la oportunidad de disfrutar de Las Llamadas, de las Escuelas de Samba, del Teatro de Verano, de los tablados barriales y los encuentros de murgas, con su propio lenguaje teatral de crítica social y política, y el uso de la ironía, el humor, sarcasmo y la poesía…en fin la vorágine misma de efervescencia popular desbordada a los cuatros vientos.
Y mientras recorría el exclusivo Museo del Carnaval de Montevideo, donde se exponen trajes y objetos alegóricos, además de imágenes e información de prensa sobre ese trascendental evento cultural, no pude sustraerme al recuerdo de que una afamada orquesta cubana, la Lecuona Cuban Boys, también había dejado su huella en estas fiestas cuando allá por los años de la década del cuarenta del pasado siglo, popularizó su conga El carnaval del Uruguay.

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