Para los pobres de Andalucía, Ranchuelo tendió su mano amiga

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En el transcurso de nuestra historia son innumerables los ejemplos de ayuda prestada por el pueblo cubano a distintas regiones del mundo en situaciones determinadas.

Por razones muy obvias no haré alusión al quehacer de los médicos y maestros internacionalistas que han prestado sus servicios en distintos espacios del planeta, como tampoco me referiré a los ejemplos clásicos -por llamarlos de algún modo- de la presencia de los nacidos en este rincón del Caribe en la Guerra de Secesión de los Estados Unidos (1861-1865), la Guerra del Pacífico (1879-1884) y la Guerra Civil Española (1936-1939); por solo aludir algunos ejemplos. Sin embargo, el interés de este trabajo periodístico va más allá de los conflictos armados, sobre un tema sensible dentro de cualquier sociedad: el hambre.

A inicios del siglo XX, la comunidad andaluza fue el epicentro de una de las hambrunas más notorias de la historia del Viejo Continente. Una inexistente política de regadíos, en estrecha combinación con un período de sequía, hicieron de las ciudades pertenecientes a esta región caldo de cultivo al hambre y el paro obrero. La consolidación de estos males llamó la atención de otros que se convirtieron en protagonistas de la compleja situación ya existente, como las enfermedades, las riadas y el analfabetismo. Dichos males fueron vaticinados en Las críticas del campo andaluz, realizadas por el escritor y periodista José Martínez Ruíz, más conocido como Azorín, en el diario madrileño El Imparcial, durante la primavera de 1905. Los anales hechos por Azorín catapultaron a la hambruna andaluza a la esfera periodística internacional que, unido al testimonio de humildad del arzobispo de Sevilla, Marcelo Spínola, condicionó la sensibilización de numerosas naciones.

En este sentido, Cuba fue uno de los primeros países en recurrir al auxilio de Andalucía y sus habitantes. Los nexos que unían a la Isla con la Península Ibérica lejos de haberse resquebrajado con el fin de la dominación colonial, se habían cimentado sobre la base de las costumbres, los hábitos alimentarios y en las ascendencias heredadas desde el propio inicio de la conquista y colonización. Es por ello, que para nada resultó extraño la actitud asumida por la gran mayoría de los cubanos de la época ante la debacle andaluza.

El 4 de septiembre de 1905, el arzobispo Marcelo Spínola remitía un cable al presidente del Casino Español de La Habana, el Sr. Gamba, donde agradecía el envío de un primer donativo desde la mayor de Las Antillas para los pobres de Andalucía. La idea de la ayuda había sido manifestada por el Dr. Delfín como secretario de los gremios de la capital. Un día más tarde, fue remitida otra suma de dinero como demostración del empeño de seguir ayudando a esta comunidad de la Madre Patria. El monto total de estos primeros envíos ascendió a 18 mil pesetas.[1] El día 6 del propio mes, el Diario de la Marina expuso en su primera página una lista de contribuyentes para un tercer envío al prelado sevillano, entre los que sobresalieron el Centro Asturiano de La Habana, el presbítero José Viera, la Unión Española de Camajuaní y el Sr. Manuel Solís Castillo, a nombre de la Respetable Logia Hiram No. 61 de Ranchuelo; este último contribuyente, con la suma de 30 pesos.

Resulta válido destacar, que hacia el interior de la logia masónica ranchuelera, el tema de la hambruna en Andalucía constituía una constante dentro de sus sesiones, debido a que, dentro de su pequeña membresía, pues la institución se había establecido en 1904, existía un número considerable de españoles y descendientes de estos. Sin embargo, no fue hasta la sesión celebrada el 4 de septiembre de 1905 donde se dio lectura a la plancha por parte del Segundo Vigilante, hermano Felipe Yanes Sosa, proponiendo que:

 

Con motivo de las desgracias que afligen al pueblo de Andalucía, la Logia Hiram contribuirá a la suscripción en La Habana por el Dr. Delfín, para aliviar el estado de miseria en que se encuentran aquellos hermanos nuestros. Sometida a votación si la Logia Hiram ha de contribuir con alguna a dicha obra Benéfica fue acordado por unanimidad. A proposición del hermano Pedro M. Fabregat se acordó, previa discusión, contribuir con la cantidad de 20 pesos de los fondos de Beneficencia más el producto del saco en la tenida de esta noche[2]

 

Fragmento del listado de los contribuyentes ranchueleros a la hambruna de Andalucía, expuesto en el Diario de la Marina del 14 de septiembre de 1905, página 2.
Fragmento del listado de los contribuyentes ranchueleros a la hambruna de Andalucía, expuesto en el Diario de la Marina del 14 de septiembre de 1905, página 2.

La bolsa de beneficencia produjo ese día 18 centavos; no obstante, finalmente fueron 30 pesos los aportados por el taller. Cabe destacar, que dicha logia fue una de las primeras de su tipo en todo el país en contribuir a la suscripción para los pobres de Andalucía. Pese a ello, la institución fraternal no fue la única dentro de la localidad en realizar esta acción de beneficencia, sino que otras asociaciones y numerosas personalidades replicaron dicho proceder. Días más tarde, específicamente el 14 de septiembre, el Diario de la Marina se hizo eco de una nueva lista de contribuyentes a la tragedia andaluza, pero esta vez con la particularidad de que dicha lista pertenecía íntegramente al municipio de Ranchuelo. Esta vez, el registro estuvo compuesto por 82 depositarios, de los cuales, uno de ellos a nombre de la Colonia Española ranchuelera, que aportó 20 pesos, y los restantes 82 pesos a cargo de varios habitantes del lugar, entre los que sobresalieron Benito Lagar, José González, Manuel Gutiérrez, Antonio Solís, Rafael Sotolongo y Bernardina García. Hasta la fecha ha sido imposible, debido a la carencia de fuentes históricas, determinar la influencia de estos vecinos en los primeros años republicanos de Ranchuelo, pero lo que sí se puede aseverar es que los apellidos de estos pertenecen a las familias más ilustres del municipio, incluso desde su propia fundación, en 1734, y posterior desarrollo.

Los 132 pesos aportados en total por la sociedad ranchuelera fueron sinónimo del respeto, el aprecio y el cariño que sentía la población cubana y, en particular, la de este poblado, por los nacidos en la Península Ibérica; además, marcó la identificación que sintieron las naturales de Ranchuelo con los españoles residentes en el municipio que, según el censo de población de 1907 –censo más cercano en el tiempo al año en cuestión-, constituía la segunda nacionalidad más representativa de esta localidad. Por otro lado, sería especular si Ranchuelo aportó más dinero u otras cosas en los días sucesivos a la región andaluza en desgracia, pero sí podemos afirmar que el auxilio a los pobres de Andalucía inauguró un período de sensibilización y participación de este pequeño pueblo en los sucesos más sobresalientes de la historia universal, como en las dos guerras mundiales y en el conflicto civil español, por sólo mencionar algunos ejemplos.


[1]En el cable se hace referencia a la equivalencia en pesetas españolas, aunque las crónicas periodísticas de la Isla se referían a pesos. Nota del autor.

[2] Acta del 4 de septiembre de 1905 de la entonces Respetable Logia Hiram no. 61 de Ranchuelo. Libro de actas No. 2, folio 49-50.

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Dariel Alba Bermúdez

Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC)

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