No solo de trovas vive el trovador

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En unos días se estará presentando en la fortaleza San Carlos de La Cabaña, con motivo de la XXXII Feria Internacional del Libro, el texto Cantar los cuarenta: memorias de Los Novo, perteneciente al sello editorial Mecenas. Escrito con amor, sentido de la camaradería y decencia, el autor —Roberto Novo Serra— no abandona nunca una mirada cuestionadora sobre lo que sirvió y lo que no en su carrera. Después de cuatro décadas de quehacer ininterrumpido, es humano hacer una parada, ponerse cómodo, y escribir una especie de memorias.

A lo largo de ciento y pico de páginas de anécdotas, fotografías, disquisiciones, hechos que de alguna manera nos han rozado a casi todos, nos topamos con una visión que trata de poner las cosas en su lugar. Aquí aparecen Los Novo jovencitos, cuando empezaron en Radio Ciudad del Mar y fueron creciendo, poco a poco, como trovadores. Sus relaciones con la institución de Cultura, con las autoridades del Gobierno, el valor de las amistades que siempre los apoyaron, el dolor de lo que no se pudo cambiar, el paso del tiempo, etcétera.

A mi juicio, el libro tiene tres zonas muy interesantes. La primera es la relacionada con Florentino Morales, el historiador de Cienfuegos. Lo que sucedió al final con este hombre que lo entregó todo y apenas fue reconocido oficialmente. Quién estuvo detrás de ese fallo moral. Le sigue la relacionada con el turismo. Simpática, pero a la vez aleccionadora. Es el Período Especial que les tocó, haciendo lo posible por mantener una entrada de dinero que garantizara una vida mejor y un nivel artístico digno, que no los avergonzara frente a un público, la mayoría de las veces poco exigente, que solo necesitaba relajarse todo lo posible. Y finalmente, el padre Panchito. Lo que ocurrió con el sacerdote católico en el Teatro Tomás Terry. Lo que ocurrió cuando terminaron los varios minutos de ovación que dedicaron los presentes a tan insigne personalidad cienfueguera.

Lograr que un libro quede bien no es tarea fácil. Se necesita algo que decir, y decirlo de la manera adecuada.  Novo Serra logró hacerlo. Y supongo que el libro se irá abriendo camino en la medida que se necesite saber más de la cultura cienfueguera, de la trova en particular, y por qué no, de cómo suelen ser las personas.

A continuación un fragmento del capítulo Trovadores del “Período Especial”.

El viejo apenas se movió en la banqueta para prestarnos atención, pero igual nos bastó, y comenzamos a cantarle una personal versión de La paloma en tiempo de habanera, que de manera distante recordábamos interpretada por Julio Iglesias… Y en verdad no nos quedó tan mal, o eso creímos considerando el grado de embriaguez de nuestro ilustre cliente, cuando tras el último acorde, luego de unos minutos de silencio, dijo rotundo. “Esa no ser paloma mía”, y regresó a su posición anterior.

Miramos a Osiris con cara de “bueno, hicimos lo que se pudo”, pero este reaccionó eléctrico: “No, no, no, moment, quieto en base todo el mundo que ustedes sí saben la paloma que le gusta al señor… que es otra”. Y volvió a convencernos y allá volvimos nosotros cantándole entonces un largo fragmento de Se equivocó la paloma, que quizás recordábamos mejor gracias a Juan Manuel Serrat. Y otra vez el teutón con lo mismo: “Esa no ser Paloma mía”. Entonces vino una desastrosa interpretación de Cucurrucucú paloma—que si Chabela Vargas la escucha nos manda a matar—, y nada, no aparecía la paloma del hombre. Ahí no pude más y le dije a Pello: “Sígueme, que ahora tú vas a ver”, y comencé a improvisar una música y una letra que, por supuesto, mencionaba a todas las palomas del universo. Lo mejor era que el HP de Osiris, a la vez que improvisábamos, decía sonriente y altivo “¡esa, esa sí es Paloma tuya, qué linda, qué emocionante…!”

Cerré con un contundente acorde y una larga nota retardada y vibrante, y aguardamos. Ahora el viejo lo pensó casi un minuto y al final dictaminó: “Tampoco ser Paloma mía, pero cojan”, dijo, y nos dio molesto un billete de cincuenta dólares. Luego, dirigiéndose a Osiris, le dijo: y tú llenar copa que yo sigo aquí.

Nuestros músicos, que habían disfrutado a distancia todo el show, se morían de la risa, pero mucho que se alegraron cuando compartimos aquellos “luchados” cincuenta dólares, lo que equivalía a decir que cada uno se echó en el bolsillo aproximadamente más de quinientos pesos cubanos en un santiamén.

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