México, país de serenatas

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Al visitar México me convencí de que es un país de serenatas. Parecería raro en un mundo donde la prisa y los mil y un problemas agobian hasta extenuar, pero allá se toman su tiempo _¡y qué bueno!, para regalarse esas citas melódicas.

Las de allá tienen horarios preferenciales. Unas al filo de la medianoche; otras bien tempranito, poco antes del amanecer.

Siempre hay algún que otro motivo para ofrecerla, como felicitar por el día del cumpleaños o del santo, para formalizar una petición de manos, reconciliarse o algún desagravio.

Las Mañanitas que cada víspera del 12 de diciembre se le cantan a la Virgen de Guadalupe a lo largo y ancho de México, son otra de sus formas que se llevan a cabo con suma devoción.

En términos de amor, constituyen la forma respetuosa y elegante de pedir la anuencia de los padres para formalizar un compromiso que llevará al matrimonio.

Es una tradición agradable y casi siempre bienvenida, a no ser que la familia de la muchacha no vea con buenos ojos al pretendiente que se acerca para anunciar la relación, pero no es la costumbre.

No tengo idea de cubos de agua lanzados desde el balcón; eso es cosa de películas, aunque no se descarta alguna que otra reyerta entre rivales. Aunque es ella quien tiene la última palabra.

La costumbre es muy antigua. Sea en México o en cualquier otro país de habla española, ninguno se puede atribuir la paternidad. Es una costumbre foránea que llegó de Italia, donde se impuso con el romanticismo. El término tiene su raíz en “sereno”, que se interpreta como “reposado”, “calmado”, “apacible” a tono con el rocío que cae durante las horas que invitan al sueño. Es por eso que no imagino una serenata a pleno sol.

La tradición data del siglo XVIII. Al principio se contrataba un trovador o el mismo pretendiente iba a cantar guitarra en mano. Años después se impusieron las rondallas (grupos de guitarristas cantantes), los tríos y finalmente los mariachis.

El gusto por las serenatas fue tal, que proliferaron en las películas de la Época de Oro del cine mexicano. Gracias a ellas lucieron sus galas vocales el charro cantor Jorge Negrete, Pedro Infante, Miguel Aceves Mejía, Antonio y Luis Aguilar.

Para esas rondas musicales nocturnas hay piezas idóneas. Numerosos compositores mexicanos han concebido músicas y letras para ellas. En ocasiones existe confusión en cuanto al género. Algunos las califican como rancheras, pero se trata de valses, boleros y canciones tradicionales.

Para dar idea de la música para serenatas, menciono los títulos Otra vez, de Ignacio Fernández Esperón; La Rondalla, de Alfonso Esparza; Oteo y Tres regalos, de Güicho Cisneros. Hay otras como La hiedra de los italianos Saverio Seracini, Vincenzo D’Acquisto y Ben Molar, y Motivos, del venezolano Italo Pizzolante. Un alista que parece no tener fin.

Música para serenatas por excelencia, son igualmente las compuestas por los Hermanos Michel. Las canciones Dos serenatas, Te traigo serenata y Con alma de serenata, son tres de sus muestras más representativas.

Escucharlasy saber que todavía las usan para enamorar en noches de luna, invita al optimismo. Reconforta la certeza de que todavía prevalece el amor romántico.

Escribió Martí que “amor es delicadeza, esperanza fina, merecimiento y respeto”. Las serenatas vibran en consonancia con esa máxima de nuestro Apóstol, una afirmación sublime y válida para todos los tiempos.

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