Memorias de una tarde dominical en la Quinta Tillet

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A la ciudad de Cienfuegos, que siempre le han gustado tanto los motivos de orgullo, le regalaron uno más la tarde dominical del 8 de noviembre de 1953, cuando en los terrenos de la antigua quinta de Madame Tillet quedó formalmente inaugurado el edificio del Instituto de Segunda Enseñanza.

El reportaje a toda segunda plana que publicara la víspera el diario La Correspondencia, calzado con la firma de Humberto S. Pérez, resulta el hilo conductor de esta columna.

De cuello y corbata, detrás de su buró de director ansioso de estrenar el juguete nuevo, la cámara de Pepito Álvarez dejó para la posteridad la figura del doctor Roberto González mientras respondía las preguntas del reportero estrella del decano de la prensa “guajira” cubana.

Luchas constantes, promesas incumplidas, sinsabores, decepciones, viajes, gestiones, protestas …, pasaron casi tres lustros y cuatro gobiernos”, así resumió Humberto S. el preámbulo histórico que dio paso a la principal conquista educacional de la ciudad en medio siglo de vida republicana, o mejor, en sus 134 años de vida.

Y González apostilla: “No importa cual gobierno la comenzó y cual la terminó porque es la obra de todo un pueblo —de los estudiantes y profesores en particular— que han sabido conquistarla con la vista fija en el beneficio colectivo y el interés general”.

Edificada por la Compañía Bosco S.A. a un costo cercano al millón de pesos, algunos de los numerosos oradores del acto de apertura la destacarían como la primera obra construida por el Estado cubano en la historia de la Perla del Sur. El Distrito Oeste de Obras Públicas de Las Villas, bajo la dirección del ingeniero Eduardo Pérez de Morales, tuvo a su cargo la supervisión de los trabajos.

El proyecto del edificio, salvo algunos ajustes a pie de obra, resultó la tesis de grado de la joven arquitecta cienfueguera Rosa Talleda Pérez, cuya hermana Kora había ocupado en años anteriores la dirección del Instituto y en esa época formaba parte de su claustro.

Viejo anhelo de los cienfuegueros, el plantel educacional tuvo su génesis en la Ley número 179, del 24 de mayo de 1935, que dispuso la creación de 21 escuelas superiores de Segunda Enseñanza, y su ubicación en las ciudades de mayor población en la Isla.

Tras algunas dificultades de índole organizativo e institucional, en 1937 tales centros se consolidaron como los institutos de segunda enseñanza, política que ponía fin al enojoso privilegio de los institutos provinciales (con sede en las capitales de las antiguas seis demarcaciones territoriales en que estaba dividida la República).

El de Cienfuegos comenzó a funcionar para el año académico 1935-36 en un edificio adaptado a sus fines en la calle de Santa Isabel (por entonces rebautizada Martí), entre las de San Carlos y Santa Cruz. A la par nació la Asociación Amigos del Instituto, en cuyo seno surgió la idea de comenzar a trabajar por la construcción de un local propio. La primera iniciativa cuajó en la formación de un llamado fondo intangible, que logró sumar tres mil pesos. Pero percatados de que por esa vía jamás podrían allegar los caudales necesarios para tamaña empresa, decidieron cambiar la estrategia.

De esos primeros años de batallar por un sueño quedó el ejemplo del doctor Aurelio J. Villaverde, uno de los primeros directores del Instituto, y cuya ejecutoria fue premiada al encargarle uno de los discursos de la ceremonia oficial de inauguración.

Mientras tanto, el centro formador de bachilleres cienfuegueros había ocupado su segunda sede en un ala del edificio estrenado en 1920 como flamante frontón de Jai Alai.

En plena Segunda Guerra Mundial y bajo el primer gobierno de Batista, Villaverde consiguió del ministro de Educación, Anselmo Alliegro, el crédito inicial para comenzar la obra, cuya primera piedra fue colocada en terrenos de la calle de Santa Cruz, esquina a Tacón.

Fracasado aquel proyecto, y en el siguiente gobierno, el ministro de Obras Públicas, José San Martín, quien había sido condiscípulo de las hermanas Talleda, accedió a la nueva iniciativa cienfueguera de edificar el colegio en terrenos de la quinta Tillet. Famosa en su tiempo por servir de escenario a la conspiración criminal y política que concluyó con el atentado mortal al alcalde Florencio Guerra, el 31 de julio de 1917.

El ministro de Educación del régimen surgido del golpe de estado del 10 de marzo de 1952, Augusto Rodríguez Miranda, fue el último de una lista de nueve oradores que pasaron por el podio del anfiteatro la tarde del estreno, cuando el director del Instituto al dejar abierto su decimoctavo curso pidió a los educandos: “Joven de Cienfuegos, he aquí tu escuela, he aquí tu Instituto, consérvalo, enaltécelo, cuídalo”.

Faltaban algunos pormenores, como los campos para deportes y las calles interiores. Los anfitriones aprovecharon el convite para solicitar un crédito adicional de 50 mil pesos.

En julio de 1982 el plantel prestó por última vez los servicios educacionales para los que fue concebido originalmente. Tras disímiles usos posteriores, en la actualidad, y previas transformaciones arquitectónicas, hospeda a la Escuela Provincial de Arte.

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Francisco G. Navarro

Periodista de Cienfuegos. Corresponsal de la agencia Prensa Latina.

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