Madres por partida doble

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Sin temor a generalizar, creo que todas las abuelas se parecen. Cobijan a nietos y nietas con un manto de amor que les brota en cascada, y ese consentir infinito a travesuras y berrinches, sin siquiera alzar la voz, porque les parece impropia toda reprimenda. Paradójicamente casi todas fueron madres implacables en el pasado, que no “dejaban pasar una” a sus hijos e hijas, pero la “abuelitud” reblandeció esa fibra de intransigencia para convertirla en ceño fruncido, cuando presencian el más mínimo regaño a sus pequeños amores.

De casi todas resulta típico escuchar el recurrente “no juegues con agua”, o “come para que engordes”, o “cuidadito con aparecer sudado delante del refrigerador”.

Parecería que tienen un pacto a favor de los dulces, porque no hay abuelas sin exquisitas mermeladas, o coquitos en almíbar, o merenguitos quemados. Todas practican el hábito de “embutir” a sus chiquillos y chiquillas, de darles en una semana lo que tardan un mes en comer al lado de sus padres, porque simplemente dominan como nadie los secretos de la paciencia y la dulzura.

Las abuelas exhalan ternura hasta en el ademán de curar raspones en rodillas y codos. Cuentan con el don de aconsejar casi siempre lo más sabio, como si fuesen un libro sagrado.

Cuando tras su adiós sobreviene la primera orfandad, regresan a la memoria mediante los detalles más imperceptibles: la frialdad de las tardes lluviosas o el olor a tierra mojada, o simplemente una vieja canción.

Son necesarias un poco más de lo habitual en días difíciles, cuando padeciendo la adultez siempre vendría bien una mano en el hombro que reblandezca las asperezas de la vida.

Deberían tener el don de la inmortalidad o al menos de una longevidad casi infinita, porque no solo en la infancia requerimos sus mimos. Como ellas, tal vez todos los nietos y nietas también nos parezcamos un poco, o al menos tengamos en común la añoranza permanente de esas madres por partida doble, a las que no recordamos solo en jornadas como la de hoy, sino absolutamente todos los días.

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