Los proyectos frustrados… ¿un Cienfuegos diferente?

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¿La identidad visual de nuestra ciudad sería hoy la misma si su parque principal, su malecón y su Prado no existieran tal como hoy los conocemos?

Cuesta trabajo imaginarse esos lugares de Cienfuegos, que hoy lo identifican en todo el mundo, de manera distinta a como los heredamos de nuestros antepasados. Pero en algún momento, determinadas iniciativas pudieron haber convertido a esta en una ciudad muy diferente a la de nuestros días, al menos en sus sitios más emblemáticos.

Tal es el caso de un proyecto que de haberse materializado nos hubiera dejado un hotel de tres plantas frente a la sección noroeste del parque José Martí.

El 30 de abril de 1918 se constituyó en la Alcaldía una comisión para comenzar y dar seguimiento a una obra que según la argumentación de sus promotores “(… ) constituía una verdadera necesidad para una población tan importante como Cienfuegos”.

El proyecto de urbanización del litoral del malecón contemplaba áreas para la recreación y el esparcimiento además de un hotel. /Fotocopia: Archivo personal del autor

Pocos meses después se conoció que la Compañía de Fomento Urbano de Cienfuegos, integrada por acaudalados empresarios locales, tenía como prioridad la construcción de ese hospedaje, para el que había adquirido el terreno delimitado por la intersección de las calles de San Carlos y Bouyón (avenida 56 y calle 25).

La propia corporación se encargó de promocionar su proyecto en las vidrieras de la tienda El Palo Gordo, con la promesa de que el ya identificado como Gran Hotel se comenzaría a construir en breve. El propósito era dejarlo concluido al año siguiente, en ocasión de los festejos por el centenario de la ciudad. Pero nunca llegó a concretarse.

Quién sabe si en ello influyera la ojeriza de algunos empresarios hoteleros de la localidad preocupados por una eventual competencia, tal como sugiere un anuncio reiteradamente publicado entre los meses de febrero y marzo de 1918 en la prensa local, donde algunos propietarios de importantes alojamientos como El Ciervo de Oro y El Continental, a la par que promocionaban sus respectivos negocios, aseguraban que “(…) Cienfuegos no tenía necesidad de un nuevo hotel”.

Haya sido por una u otra razón, la urbanización de la esquina de marras tuvo otro destino, aunque poco faltó para que —para bien o para mal—  el actual entorno del parque José Martí hubiera sido muy diferente.

LA URBANIZACIÓN DE REVIENTA CORDELES

Otro sitio emblemático de nuestra ciudad, el Malecón, quizás tampoco fuera como hoy lo admiramos de haberse concretado una iniciativa para su reanimación, concebida en 1929 por Carlos Miguel de Céspedes, secretario de Obras Públicas del gobierno de Gerardo Machado.

La intensa actividad de este funcionario, al frente del amplio programa constructivo del gobierno, transformó prácticamente La Habana y aportó no pocas obras de trascendencia en otras ciudades cubanas.

A su desempeño se asocian en la capital sitios como la Avenida del Puerto, el Parque de la Fraternidad, el Paseo del Prado y el aeropuerto de Rancho Boyeros. También inmuebles como el Hotel Nacional, la Biblioteca Nacional, casi todos los grandes pabellones del Hospital General Calixto García y los edificios docentes de la Universidad de La Habana, incluidas su gran escalinata y la estatua del Alma Mater. La Carretera Central y el Capitolio Nacional fueron sus obras cumbres.

El legado de su gestión está también en el Palacio de Justicia de Santa Clara; el Palacio Provincial de Santiago de Cuba y el Parque René Fraga Moreno, a la entrada de la ciudad de Matanzas, entre otras obras.

En cuanto a Cienfuegos, el proyecto de Carlos Miguel de Céspedes contemplaba rellenar todo el litoral de su paseo marítimo para construir parques, áreas verdes y hasta un hotel en el extremo sur de la ensenada de Revienta Cordeles.

Mediante recursos de montaje, en estas fotos de época se sugiere cómo habrían lucido algunos tramos del Paseo del Prado si hubiera prosperado la iniciativa de flanquearlo con palmas.

Nunca se estuvo tan cerca de la materialización de ese propósito como a principios de la década de los años treinta del pasado siglo, cuando ya figuraba entre las obras en estudio por parte de la Secretaría de Obras Públicas, aunque para entonces su titular había cesado en el cargo, el cual desempeñó hasta 1929 para asumir después otras responsabilidades.

Quizás fuera esa la razón para que una década después la propuesta de rellenar y urbanizar esa zona del litoral derivara más en una acción de embellecimiento del muro existente, que en un cambio radical del malecón y de su entorno.

Paradójicamente, uno de los propósitos de aquel proyecto inicial  —que requería el relleno de la franja costera en toda la extensión del paseo marítimo— se hizo realidad años después, pero no precisamente para bien. Fue resultado del dragado del puerto y creó un sedimento que atentó contra la estética y la limpieza del lugar.

Afortunadamente, el panorama volvió a cambiar en la década de los años setenta, cuando se retiró todo el cieno acumulado en la orilla y el malecón recuperó la imagen que hoy es motivo de orgullo para Cienfuegos y de admiración para sus visitantes.

EL PALMAR DEL PRADO

¿Se imagina a nuestro Paseo del Prado flanqueado de palmeras?

Aunque el proyecto no prosperó, algunas pequeñas palmas llegaron a plantarse a ambos lados de la avenida desde la calle de Campomanes hasta la de Cervantes, a lo largo de los casi dos kilómetros que hacen de esta la más larga alameda de su tipo en Cuba.

Fue esta una iniciativa de José Antonio Frías, primer alcalde de Cienfuegos bajo la primera ocupación norteamericana del país (1899 – 1902). La máxima autoridad local se había propuesto varias obras para embellecer la ciudad y entre sus prioridades se hallaba el entonces llamado Paseo de Vives, al que incluso se le había cambiado el nombre por el de Avenida de la Independencia.

Mediante recursos de montaje, en estas fotos de época se sugiere cómo habrían lucido algunos tramos del Paseo del Prado si hubiera prosperado la iniciativa de flanquearlo con palmas.

La idea no era tan original. Otras localidades del área geográfica que compartimos —El Caribe, Centro y Sudamérica— ya contaban con ciudades,  como Veracruz, en México, que habían aplicado una similar solución para el ornato de sus avenidas principales.

Pero Frías pretendía convertir al Paseo en un hermoso bulevard, que además de las típicas plantas tropicales dispusiera de contenes de cemento reforzados con bandas de acero en algunos de sus tramos.

Los sueños de Frías nunca llegaron a concretarse. La brevedad de su mandato y las turbulencias de la época le impidieron ir más allá. Tuvo que afrontar incomprensiones y hasta las chanzas de sus enemigos políticos, quienes bautizaron a lo poco que pudo implementar de su proyecto como “la avenida de los rayos”, por la propensión de las palmas a atraer las descargas eléctricas de la atmósfera.

Menos mal que a sus detractores no se les ocurrió atacarlo además por otro eventual inconveniente de su propuesta: los cocos que podrían caer sin previo aviso sobre los desprevenidos transeúntes.

De manera que aquella temprana pretensión de modernizar a nuestro hoy Paseo del Prado tuvo que esperar por otras iniciativas que, a la postre, nos lo legaron tal como hoy lo disfrutamos.

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Omar George Carpi

Periodista del Telecentro Perlavisión.

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