“Los niños me levantan de la mayor tristeza”

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De pequeña era muy tímida y tendía a apartarse de las fiestas familiares que al compás de su padre se suscitaban de manera natural en su casa.

Sin embargo, un instrumento era su aliado, compañero y confidente. Con la guitarra estableció tan bella comunión, que era extraño no verla con ella en andas a través del barrio cienfueguero de Caunao, por cuyas calles y casa de cultura transcurrió su niñez y adolescencia de danzas de grupos de aficionados y aprendizaje musical.

Un buen día, en medio de aquellas actividades que fueron convirtiéndose de a poco en cotidianas para sí, la muchacha se hizo mujer. Más preparada, más confiada en sí misma, más prendada de su arte.

Si bien retornó a la misión comunitaria que en esa localidad sureña desarrollara hace poco menos de cuatro lustros, no dejó escurrir el tiempo sin cultivarse, de modo que entre 1985 y 1989 estudió dirección coral en la Escuela Nacional de Arte.

Al egresar de la ENA, de vuelta en Cienfuegos, nació lo que se convertiría en el centro vital de su labor artística: el grupo coral Cascabel, cuyos antecedentes venían del anterior Rumoritos del Hórmigo, que con tendencia campesina armara en su barrio natal.

“Cascabel se crea hace exactamente doce años -dice la también metodóloga del Centro Provincial de Cultura Comunitaria. Lo comenzamos con 38 niños de tercero a sexto grados. Ya a partir de 1989 habíamos iniciado el evento de coros infantiles y juveniles Canta mi canto, que para 1993 adquiriera carácter provincial”.

Con posterioridad, en 1997, aparece el Festival Nacional del Creador Infantil Voces del mañana, donde Belkidia y sus pupilos literalmente arrasaron a través del arco vital de un evento que desapareciera en 2000: en las cuatro ediciones del certamen alcanzó el primer o el gran premio del jurado con textos de su autoría interpretados por solistas de su grupo.

Más tarde, en el Cantándole al Sol de 2001 la creadora recibió el lauro máximo de la categoría de Composición por su obra Sauce llorón. Mientras que en la versión del año siguiente se agenció distinciones en distintos apartados por el tema La boda en el colmenar. Ambas canciones resultaron muy populares entre el público infantil, su destinatario fundamental.

Otras piezas suyas como Conchita Rita y Romanza de papel también fueron tarareadas por niños de todo el país, y alcanzaron galardones en otras ediciones de estos festivales.

Por la mente de Belkidia, además de seguir adiestrando a niños que capta en las escuelas locales y con quienes ensaya cuatro veces semanales, rondan otras ideas que complementarían su labor:

“Sueño poder contar con el Centro Coral de Cienfuegos; he fundamentado el proyecto a las instituciones pertinentes. Ello, a más de garantizar local y programación para ensayos a los distintos colectivos corales, no solo al nuestro, redundaría en que la esfera continúe fortaleciéndose en la provincia”.

Es de suponer que su petición tenga ecos, si se tiene en cuenta que uno de los motivos de los cuales la provincia ha debido enorgullecerse a través de la última década es el de su movimiento coral infantil, presente y distinguido recurrentemente en los principales eventos nacionales.

Aunque en el despegue de cualquier obra influyen las acciones coordinadas de muchas personas, sería injusto soslayar que si ese movimiento coral tiene la fuerza que tiene aquí hoy día es gracias, sobre todo, a la actitud precursora, la visión a largo plazo y la perseverancia de esta joven directora de 34 años.

Alguien que siempre mantiene sobre rieles algún proyecto. Su más reciente empeño es Al compás de las olas, una peña que realiza en la filial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) aquí, donde son teatralizados los textos musicales por parte de los integrantes de su Cascabel, a la par que éstos interactúan con los niños asistentes mediante juegos y canciones.

Otra de las habilidades de Belkidia es su capacidad para aunar voces en coros gigantes. Aún se recuerda aquí la cantoría que dirigiera a la espera del nuevo milenio o la organizada el primero de mayo, con 600 y mil voces, respectivamente. Tampoco se olvida la organizada junto a Kiki Corona durante la inauguración del curso escolar 2002-2003 en Ciudad de La Habana.

“Es una labor difícil, por cuanto entraña de perfeccionista; nada puede desentonar, y eso a veces entre tantas voces se complejiza. Pero cuando se concreta de manera exitosa, el creador lo agradece. Y mucho más el público, que suele deslumbrarse ante la grandiosidad de semejantes espectáculos”.

Pero siempre regresa Belkidia al universo infantil: “Amo y deseo ver felices a los niños. Ellos disfrutan su permanencia en Cascabel, entre todos nos ayudamos y tratamos con amor, respeto y dulzura. Esa representa una de las mejores enseñanzas que se llevan de su paso por el coro.

“El arte y el trabajo con los pequeños sacan lo mejor de mí, me levantan de los momentos más tristes, de cualquier depresión eventual. Al ensayar, al actuar, experimento un desdoblamiento increíble que hace sentirme inmensa”.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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