¿Líder o jefe?

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Hay líderes y jefes. No es lo mismo, ni se escribe igual.

Existen personas con autoridad y poder de mando que son guías y ejemplos por designios innatos y otros que lo logran porque se lo han propuesto, pero también hay las se quedan muy lejos.

El mundo ha tenido y tiene infinidad de modelos. Pudieran mencionarse muchos. Imprescindible resulta señalar a Mahatma Ghandi, Nelson Mandela, Fidel Castro…, por solo mencionar a tres.

La historia recoge también a quienes se creyeron dioses todopoderosos y ocasionaron más daños que beneficios, porque abusaron de la autoridad.

Mientras escribo estas líneas viene a mi mente un paradigma del movimiento sindical cubano: Lázaro Peña González, el Capitán de la Clase Obrera. He leído con marcado interés sobre su vida y obra. Me agradó mucho conocer una actitud repetida por él cuando visitaba colectivos laborales. Cuentan que al llegar a cualquier centro, primero que todo iba por cada uno de los puestos de trabajo y saludaba y dialogaba con cada empleado. Se interesaba por los problemas, ya fueran inherentes al quehacer que cada quien ejecutaba o los personales. Y después conversaba con los directivos. ¡Esa es, con exactitud, la postura práctica de un líder verdadero!

También tengo muy presente a Humberto Miguel Fernández, quien durante muchos años fue dirigente del Partido Comunista de Cuba y primer secretario del Comité Provincial en Cienfuegos. De 1985 a 1992 yo atendía periodísticamente el sector azucarero en este Periódico 5 de Septiembre y él, entre la infinidad de tareas que acometía o atendía, le daba la prioridad máxima a la producción de caña y azúcar, dada la significación que siempre ha tenido ese renglón en la economía cubana.

Esa responsabilidad que me correspondió y realicé son sumo placer profesional posibilitó que tuviese la posibilidad de acercarme a él, apreciar su inteligencia y recibir sus orientaciones y consejos, dados en ocasiones como si fuera mi padre. Con Humberto aprendí, en términos de utilización de la prensa en función del trabajo del Partido, todo ─o casi todo, para no ser absoluto─  de lo que he aplicado a través del tiempo.

Lo acompañé en numerosas ocasiones en visitas a los entonces complejos agroindustriales azucareros de este territorio. Jamás llegamos primero a la oficina del director. Inicialmente íbamos a los pelotones de corte mecanizado, a las brigadas de macheteros, a los centros de acopio, al central… Saludaba a todos y dialogaba; escuchaba con atención cada planteamiento. Tampoco olvido que en esas ocasiones vestía de modo sencillo, como un obrero más. Era un principio que lo acompañó invariablemente. Porque un líder tiene que estar a la altura de quienes guía.

Es cierto que los tiempos cambian. Y con esto no quiero decir que hoy no lo hagan quienes nos dirigen. Me consta que sí lo hacen, aunque no todos de igual manera. Están lo que afirman de manera constante: “Estoy enredado”.

Hay jefes que aplican con asiduidad la sentencia de “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”. Unos llegan tarde y no dan explicación alguna y otros desaparecen de los centros con demasiada frecuencia y nadie sabe dónde están y qué hacen. ¡Y cómo exigen a los subordinados que sean puntuales y aprovechen al máximo la jornada laboral, de 8 a.m. a 5 p.m.! Como decía mi abuelo, herrero y sabio a la vez: “De que los hay, los hay”.

Y si de algo estamos requeridos en estos tiempos difíciles es de guías eficaces, que convenzan, aclaren dudas, expliquen y respeten al colectivo que dirigen, de modo tal que sus integrantes reconozcan sus capacidades.

En Internet encontré y leí un interesante texto que señala: “Una empresa puede tener éxitos cuando tiene un líder competente, que indique acertadamente el camino, con una serie de cualidades inherentes o aprendidas, con sus conocimientos, su manera de relacionarse con los demás, su capacidad para adoptar decisiones, gestionar la solución de las crisis o para apoyar o entender a los integrantes de un grupo.

“(…) Debe saber delegar y confiar en las habilidades de otros, reconociendo que existen tareas en las que otras personas están más capacitadas para tener éxito. También sabrá asumir con humildad que los errores son parte del camino y de ellos puede sacar grandes lecciones para seguir avanzando.

“Por lo tanto, la pregunta sería: ¿Qué los hace líderes? Y la respuesta: ser genuino, positivo, ejemplo para el equipo, prestar atención a los detalles, tomar el control y decidir y saber usar su poder.

“Los cinco errores que un líder no debe nunca son: incapacidad para aprender de los traspiés, bajo desarrollo en algunas habilidades interpersonales básicas, la falta de apertura a nuevas o diferentes ideas, no asumir responsabilidades y dejar de propiciar y estimular las iniciativas”.

Existen frases definitorias. El empresario del acero, inversor y filántropo Andrew Carnegie (Dunfermline, Escocia, 1835-Lennox, Massachusetts, 1919), afirmó tempranamente: “Ningún hombre será un gran líder si quiere hacerlo todo él mismo u obtener todo el mérito para sí mismo por hacerlo”.

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Ramón Barreras Ferrán

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos.

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