La merma del respeto

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Es la primera vez que como Pringles. Para muchos será la primera vez que escuchan este nombre. Son un aperitivo con formas de papa frita, pero no voy a hablar de aperitivos, ni mucho menos de papas.

Conocí por vez primera de la crema Maggi en las mismas circunstancias: rebaja de precios —aunque para mi bolsillo sigan altos— por próximo vencimiento, incluso casi un día antes de la fecha de caducidad.

No es la primera vez, ni sé será la última. Acostumbrados a no fijarnos nunca en esos datos importantes de producción y merma, a no exigir nuestros derechos como consumidores, y a que las entidades mucho menos los respeten, es común ser parte de situaciones como estas.

Entonces asumimos como normal cuando a un equipo electrodoméstico no se le pone sello de garantía; cuando artículos rotos, con faltantes, bajan de un precio astronómico a otro ilógicamente todavía por los cielos; o cuando consumimos alimentos tan prontos a vencer que, en cuanto llegan a la cocina ya están vencidos.

Tales cuestiones bien podrían parecer un juego de palabras, —simula más trabalenguas— y provocan repulsión en los clientes, que nada o bien poco pueden hacer.

A la espera desde hace años de una Ley de Protección a los consumidores, varias resoluciones y circulares han sido emitidas, e ignoradas, y sufre entonces aquel delante del mostrador.

Si diversos productos no tienen una venta estable, sino que son comprados cuando rebajan sus precios ya sea por lento movimiento o pronta caducidad, ¿por qué no ocurren estas disminuciones desde antes?

¿No es el mayor interés vender los productos a esperar su completo vencimiento, rotura o desgaste? ¿Qué pasa cuando ya vencieron, se retiran realmente de los establecimientos, los echan a la basura? ¿Qué hacen las autoridades comerciales y sanitarias con el fin de velar por el buen estado de tales mercancías?

¿Acaso se hacen estudios de mercados para determinar realmente qué consumimos, y no se llenen nuestras tiendas de productos y artículos importados, los cuales por no vendidos suponen más un gasto que una ganancia?

Con el propósito de incrementar la capacidad de compra del peso cubano, nuevas rebajas de precios fueron fijadas en alimentos, y ropa y calzado de niños. Todavía no acordes a los salarios, pero dándole un poquito más de posibilidades a las personas.

Sin embargo, el maltrato al cliente no tiene solo su expresión en la mala cara de los dependientes o la desinformación. El irrespeto de sus derechos es una violación inaceptable, y como diría un amigo, nadie nos está haciendo un favor, ni regalando nada: se paga por un servicio.

Y cuando hablo de vencimiento no solo me refiero a los alimentos. También el calzado, y artículos de piel como carteras, bolsos, etc., se deterioran con el tiempo.

Aparece entonces otra lucha que deben librar los clientes: el cambio del producto o la devolución del dinero, pero no siempre se conoce de esta posibilidad.

En el saco de irrespeto cabe también la violación de los horarios de trabajo —un mal extendido—; la irregularidad en el abastecimiento de productos (ya sea por incumplimiento de los proveedores de materias primas o limitaciones en la producción nacional); la cuestionable calidad de las mercancías; y la ya mencionada y por importante reiterada política de rebaja de precios por merma o lento movimiento.

Todos en algún momento somos clientes, consumidores, aunque la mayor parte del tiempo algunos estén detrás del mostrador. Tenemos nuestros derechos y el deber de protegernos a nosotros mismos. Exíjalos entonces, no se resigne a navegar en el mar de la impotencia. No permita que merme su respeto, este no tiene fecha de caducidad.

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Glenda Boza Ibarra

Periodista. Graduada en 2011 en la Universidad de Camagüey.

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