La Isla proletaria en pie, en todas las tribunas

Que Cuba sea un eterno «dolor de cabeza» para los que han hecho de adversarla un sentido de vida –valga el eufemismo, para no decir negocio–, pasa por esa verdad rotunda e innegable que es la existencia de una Revolución en pie por casi 65 años.

No hay artimaña que no hayan ensayado contra la Isla, pintándose de aliado de su pueblo en tanto, apretándole el cuello, lo hacen padecer severamente, a riesgo de la muerte incluso, como pasó cuando le negaron hasta el oxígeno –¡el aire, señores, el aire!– bajo el azote más crudo de la pandemia.

Mientras –y en esos son expertos los de enfrente–, invierten fortunas para empujar al pueblo a culpar a su Gobierno de las carencias inducidas que vive diariamente, gracias a las «buenas intenciones» de esa guerra económica abierta que el país más poderoso del mundo impone a esta ínsula vecina, cuyo capital más grande es su gente, el amor que lo mueve, y el coraje.

Ahí es donde está lo incomprensible para aquellos que nos llevan atravesados en la garganta. ¿Cómo es posible que bajo toda la presión que nos provocan, no sucumba, no colapse este país que sueñan con repartirse en pedacitos? ¿Qué fibras de estoicismo lo componen? ¿Cuáles son esos «milagros» que lo sostienen, amén de todas las zancadillas?

Como mismo apostaron en falso y no entendieron, después, la respuesta en mayoría que dieron los cubanos tres veces en las urnas, no entenderán cómo ahora, en tan difíciles circunstancias, acuden en masa a las plazas más cercanas, a conmemorar el Día de los Trabajadores, que en Cuba es como decir del pueblo.

Eso es este día de mayo de una punta a la otra del país: una respuesta masiva del pueblo que sigue en pie frente a todos los embates, que procura sortearlos, que aspira a progresar al margen de la hostilidad perversa con que lo atacan.

¡Venceremos!, la consigna que es toda convicción, está otra vez en todas las tribunas.