La demencia senil: un enemigo silencioso

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 44 segundos

A lo largo de los años, las personas han sido testigos de cómo la vida puede dar golpes tan repentinos como dolorosos. Momentos inesperados que sacuden la estabilidad emocional, y que desafortunadamente impactan a todos los de su entorno más cercano. Estas experiencias, aunque difíciles, revelan la fragilidad de la existencia y obligan a replantear nuevamente las prioridades, los vínculos y la manera de enfrentar la adversidad.

Uno de los aspectos más duros de esa realidad es la aparición de enfermedades, las cuales, por un lado, llegan sin previo aviso, otras se desarrollan lentamente, y en muchos casos no hay forma de prevenirlas. Sin embargo, gracias a los avances médicos, pueden ser tratadas e incluso curadas. Pero no todo es favorable, existen un grupo de ellas que desafían la ciencia y la esperanza, y que transforman radicalmente la vida de quienes las padecen.

Este es el caso de la demencia senil. Puede que a muchos no les suene el nombre, a otros les parecerá conocida porque han escuchado sobre ella, y el resto tal vez entiendan sus características porque han vivido la experiencia con algún familiar o persona cercana a su entorno. Para quien no lo sepa, este padecimiento incluye el deterioro de funciones cognitivas, siendo la memoria una de las más afectada. La capacidad para almacenar y retener nueva información se reduce en un considerable por ciento, y al mismo tiempo puede haber pérdida de los recuerdos que previamente se habían formado.

No solo eso, los pacientes pueden presentar dificultades en el reconocimiento de caras o lugares, síntomas como: confusión mental, deterioro intelectual, desorientación hasta en un ambiente familiar y conocido por ellos, disturbios en el lenguaje, entre otras.

Todo ello provoca una situación que muchas veces es poco sostenible en el ambiente familiar. En un principio suele resultar un proceso que conlleva días, quizás semanas y meses de estrés, ansiedad y tristeza al ver cómo el tiempo lejos de mejorar la situación, solo empeora poco a poco las capacidades tanto físicas como cognitivas de los pacientes, quienes muchas veces no son conscientes de su propio padecimiento y otras pueden encontrarse confundidos mentalmente al ser conscientes de que su vida ya no va a ser la misma de siempre.

Las vueltas del destino nadie las conoce ni las entiende, lo que si debe ser claro es que las situaciones hay que enfrentarlas con mucha fortaleza. Como dicen por ahí: hay que tirar hacia adelante. La paciencia y el entendimiento deben ser pilares fundamentales que no deben faltar en el cuidado de estas personas.  Es necesario adaptar el entorno físico para garantizar su seguridad: eliminar objetos peligrosos, ordenar los horarios de comida, sueño y actividades cotidianas pueden ser claves para mantener cierta estabilidad emocional.

Además del tema entorno, es fundamental estimular las capacidades cognitivas y emocionales del paciente, desarrollar actividades simples como escuchar música, mirar álbumes de fotos, realizar tareas domésticas ligeras o salir a caminar pueden ayudar a mantenerlo activo y conectado con el exterior. La comunicación debe ser paciente y empática: aunque el lenguaje verbal se deteriore, las emociones siguen presentes, y validar lo que sienten es esencial para preservar el vínculo afectivo.

Visitas: 7

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *