La alfabetización mediática: Un desafío para los educadores

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Aprender a interpretar los mensajes de los medios de comunicación en la medida en que estos han evolucionado, ha sido una constante en la historia de la humanidad.

Durante las últimas décadas, la manera de gestionar la producción mediática se ha transformado aceleradamente a partir de nuevos entornos de comunicación basados en la interactividad y en la hipermediación, con un énfasis en el componente emocional de los mensajes.

Se trata de un escenario donde domina la expresión videográfica, con un crecimiento exponencial cuantitativo (cada vez más horas de video en la Red) y cualitativo (un creciente interés por parte de los internautas en ese tipo de propuestas).

La grabación, trasmisión y consumo de imágenes es hoy un acto cotidiano al alcance de cualquier ciudadano, gracias a la evolución de la tecnología digital. El desarrollo de las redes sociales, con sus múltiples herramientas, ha puesto fin al  monopolio de la difusión de contenidos que tradicionalmente ejercieran los medios de comunicación convencionales.

Pero tal salto evolutivo ha expuesto al ciudadano como nunca antes a infinidad de mensajes multidireccionales, sesgados, sobredimiensionados, tergiversados, agresivos o estereotipados, que desorientan o generan apatía y afectan su capacidad para el ejercicio del criterio personal y la toma de decisiones.

Llegado a este punto, aquella histórica preocupación por la manera en que los medios pueden influir en la relación del hombre con su entorno, ha cobrado hoy una dimensión más sistematizada, con un enfoque de ciencia en el campo de la pedagogía y la comunicación.

 EDUCAR EN COMUNICACIÓN

Es así como cobra sentido el concepto de “educomunicación”, un espacio de acción muy amplio donde ambas ciencias se integran para plantearse, entre otros objetivos, cómo dotar al individuo de capacidades analíticas y expresivas imprescindibles para su normal desenvolvimiento comunicativo y el desarrollo de su creatividad.

Esta alfabetización mediática se apoya en instrumentos que le permiten al ciudadano comprender la producción social de comunicación, conocer las técnicas y los recursos de que se valen los medios para ello y valorar sus mensajes, con el suficiente distanciamiento crítico como para minimizar los riesgos de manipulación.

Aunque tales intenciones son cada vez más visibilizadas, incluso desde la misma prensa, hay consenso en que solo una educación en la recepción crítica de los medios cultivada desde edades tempranas puede formar a ciudadanos capaces de asumir ese reto.

Por razones obvias —la omnipresencia de la imagen y de la comunicación a traves de las pantallas— durante los últimos años la alfabetización mediática se ha centrado en el ámbito audiovisual y digital, en una lógica adaptación a los nuevos contextos comunicacionales y a tono con  la compleja y revolucionaria vertiente promovida por la Internet.

 MÁS ALLÁ DE LO INSTRUMENTAL

Sin embargo, esa alfabetización mediática no solo debe relacionarse con el aprendizaje de lenguajes y técnicas en detrimento de una visión crítica, dialógica y reflexiva sobre el sistema mediático y por ende, sobre el entorno que más directamente afecta al hombre en su vida cotidiana. Es algo que aún no llega a concretarse en la práctica pedagógica de no pocos países.

En el caso de Cuba, la introducción de la computación y la informática como asignaturas en los programas de estudio de las enseñanzas primaria, media y media superior, aporta a los estudiantes las competencias necesarias para manejar programas y aplicaciones, y los enseña a valerse de las tantas herramientas que Internet puede ofrecerles para un mejor aprendizaje. Pero se trata de contenidos curriculares basados en una perspectiva instrumental.

Algo más cercano a la alfabetización mediática ya se incluye en los programas contemplados en el Tercer Perfeccionamiento del Sistema Nacional de Educación, proceso en desarrollo y aún pendiente de generalización.

Pero en tanto no se sistematicen metodológicamente acciones educativas destinadas a una alfabetización en medios, hay en cada aula un potencial pedagógico capaz de integrar las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) a la formación ciudadana.

Basta un docente preparado y actualizado, que más allá de utilizar la computación como medio de enseñanza cuando imparte sus contenidos o como herramienta de trabajo para solucionar problemas en su perfil profesional, esté al tanto de las tendencias y preferencias de sus alumnos en el ámbito virtual.

La impronta que las tecnologías de la información y la comunicación imprimen a nuestra época, requiere de un educador que, sin prejuicios acerca de los consumos culturales de las nuevas generaciones, sea capaz de mediar un proceso de aprendizaje participativo, dialógico e interactivo, principios en que se asienta la educomunicación como ciencia más abarcadora.

No sería necesario entonces atenerse a procedimientos específicos ni a pasos formales si desde su rol de mediador y facilitador, el profesor transforma el aula en un entorno de aprendizaje en el que haga retador el conocimiento, recurra al diálogo fustigador y trate a los estudiantes como sujetos críticos, dispuestos a  hablar, escuchar, opinar y consensuar reflexiones sobre un contenido que los involucra como parte de la sociedad en que viven.

Obvia decir que tal propósito no debe ser privativo de la escuela, sino de la sociedad toda. Una responsabilidad compartida también por la familia, los medios, las instituciones culturales y la sociedad civil organizada.

Pero en el ámbito educativo, la alfabetización mediática se erige como todo un desafío de inmenso valor académico, que puede y debe transversalizar todo el proceso de enseñanza aprendizaje, independientemente del curso o nivel de que se trate.

EDUCAR CON Y PARA LAS REDES

Por lo pronto —y sin pretender agotar un prontuario tan extenso como diverso, es el desafío que plantean la gestión y el consumo de las TICs— el profesor puede diseñar herramientas educativas que permitan al estudiante evaluar la fiabilidad de sus fuentes de información, extrayendo conclusiones críticas tanto de lo que se dice como de lo que se omite.

Ayudar al alumno a desentrañar la manera en que las representaciones mediáticas estructuran nuestra percepción de la realidad y a descubrir en los procesos de identificación emocional con personajes e historias un potencial mecanismo de manipulación, son otras de las habilidades que el docente puede desarrollar en sus estudiantes.

No menos importante es formarlos en una actitud ética al descargar productos útiles para la consulta, la documentación o el entretenimiento, aspecto este último donde el ocio mediático puede también convertirse en una oportunidad para el aprendizaje.

Y en ese proceso de integrar lo aprendido para aplicarlo a la vida cotidiana del estudiante, enseñarlo también a discernir y a gestionar las disociaciones que a veces se producen entre rumor e información, emoción y racionalidad, opinión y monserga.

En un panorama en el que el internauta integra cada vez más sus roles de consumidor y de creador de contenidos, el ámbito de la expresión tampoco puede soslayarse.

Se impone entonces capacitar a niños y jóvenes en el manejo de su propia identidad y en una actitud responsable ante el control de datos privados, propios o ajenos.

Y muy vinculado a este último aspecto, imponerlos de su responsabilidad legal ante el incumplimiento de las normas vigentes en materia audiovisual, así como de los códigos de regulación y autorregulación que amparan y protegen a los distintos actores sociales.

Como gestores de contenidos, no menos importante es que aprendan a extraer placer de los aspectos formales de su producto, es decir, no solo de lo que se comunica, sino también de la manera en que lo hacen.

Se trata, en fin, de promover desde edades tempranas la capacidad de aprovechar las nuevas herramientas comunicativas para transmitir valores y contribuir a la mejora de su entorno desde una actitud de compromiso social y cultural, sobre todo en el ámbito audiovisual, donde están hoy los códigos preferidos por los niños y los jóvenes.

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Omar George Carpi

Periodista del Telecentro Perlavisión.

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