Guajiros a La Habana, el primer 26

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Desde la estación ferroviaria de carga en el Paseo de Arango partió un inusitado convoy ferroviario la tarde del martes 21 de julio de 1959. Más de 600 campesinos de Cienfuegos y los municipios aledaños viajaban a La Habana, la mayoría por primera vez. En el transcurso de la semana continuarían las expediciones hasta redondear la cifra de cinco mil, según las notas de prensa.

Los ocupantes de los improvisados vagones iban a ser los protagonistas de la primera celebración pública del 26 de Julio, ocasión del sexto aniversario del asalto al Moncada. Aquella concentración en la entonces Plaza Cívica de La Habana que la cámara y el ojo de Alberto Korda inscribieran en la antología de la iconografía nacional, cuando atraparon a un guajiro jinete sobre una de las columnas portafarolas de la gran explanada.

Apoyar la reciente Ley de Reforma Agraria era la consigna del momento para el campesinado cubano y su presencia masiva en la capital la mejor manera de demostrarlo.

Pero en los tiempos convulsos del cambio, otras fuerzas económicas también pretendieron montarse en el carro de la Revolución. Como evidencia gráfica de la tesis anterior quedaron los anuncios pagados en la prensa por la Asociación de Colonos. En el caso de La Correspondencia ocupaba tres cuartos de plana el dibujo de un hombre enguayaberado, tocado con sombrero de guano, un tabaco en la mano izquierda y la maleta en la diestra. El texto anunciaba la participación de 65 mil plantadores, grandes, medianos y pequeños, en la concentración habanera del domingo de la Santa Ana.

Otra anécdota por el estilo, aunque en una dimensión mucho menor, fue el lote de 600 maltas repartidas entre los ocupantes del convoy inicial por Elías Rada, representante de la cervecería Hatuey en la Perla del Sur. O la reservación de 300 capacidades en habitaciones de los hoteles capitalinos Saint John’s y Arece, obsequiadas por Manuel Ruiz, rostro visible en la Isla de los faroles y planchas de gasolina Coleman.

En su calidad de órgano oficial del Movimiento 26 de Julio en la provincia de Las Villas, Liberación (antiguo El Comercio) dio una amplia cobertura a la partida de los guajiros, que incluyó un fotorreportaje y pequeñas entrevistas, en su edición del viernes 24.

“Con Fidel hasta la muerte. Nos vemos en La Habana, a demostrarle a esos ‘cabezaduras’ que este pueblo tiene empuje de verdad”, afirmaba entonces Miguel Dávila, de la finca Santa Rosa, en Lajas. Mientras su vecino Juan Monzón era categórico en su decir: “Claro que la Reforma Agraria va. Eso, compay, es un tiro al seguro. Se nos importan bien poco las críticas y los ataques de los que siempre han vivido bien en este país y ahora no se conforman con que mejoremos un poquito”. Ortelio González, de Hormiguero, los complementaba: “Aquí estamos y estaremos codo a codo con Fidel y el Gobierno revolucionario. Las cosas buenas de este país nuevo hay que defenderlas”.

Las instantáneas dejaban constancia de la alegría que desbordaba los vagones en el patio de Arango. Regocijo que se iba a cobrar una víctima, con la ayuda de la imprudencia. José Rodríguez, de 23 años y vecino de la colonia Batey Nuevo, en el central San Agustín, dejó la vida en el puente sobre el río Hanábana. Viajaba sobre el techo de un carro y no se percató de la estructura metálica del viaducto.

Estudios clínicos realizados a los recién llegados viajeros, durante los días previos a la concentración, reflejaron el pésimo estado de salud de los habitantes de los campos cubanos. Tuberculosis, sífilis y parasitismo encabezan el listado de enfermedades diagnosticadas por galenos del hospital Calixto García, institución que realizó más de tres mil placas de pulmones como parte de las investigaciones.

Guías capitalinos aprovechaban también las jornadas previas para mostrar las principales joyas históricas y arquitectónicas de la ciudad a los deslumbrados labriegos. El ministro de Comercio, Raúl Cepero Bonilla, llamaba a las asociaciones de productores a incrementar el abastecimiento de la urbe por la ocasión, y el Acueducto informaba del bombeo de 190 millones de galones de agua diarios.

Para las nueve de la mañana del propio domingo 26 se anunciaba la entrada en La Habana del comandante Camilo Cienfuegos al frente de la columna de caballería Antonio Maceo, que compuesta por dos mil jinetes había partido de Yaguajay y ya acampaba en la finca El Dique, en las proximidades de Cuatro Caminos.

Tras el suceso histórico que significó el protagonismo guajiro en la primera gran concentración popular de la Revolución, el lunes 27 comenzó el regreso hacia sus lugares de origen. A las nueve de la noche arribó a la estación de Arango el convoy inicial de la operación retorno: 700 hombres a bordo de 30 carros. En camiones fueron trasladados al Comedor Escolar (Santa Cruz y Cid), donde comieron, y posteriormente al Colegio de los Maristas para pernoctar. El 26 de julio del próximo año iban a recibir en sus bohíos a los “ciudadanos” que los acogieron en la capital, manifestaban.

Aquella aventura de los guajiros en La Habana y los lazos de amistad con las familias que los hospedaron, ocuparon luego muchas horas de relatos nocturnos de los mayores en mi niñez. Escuchados a la luz del farol chino dejado a los abuelos por Risela, la alfabetizadora, o en su defecto alumbrados con un quinqué o una simple chismosa.

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Francisco G. Navarro

Periodista de Cienfuegos. Corresponsal de la agencia Prensa Latina.

Un Comentario en “Guajiros a La Habana, el primer 26

  • el 23 julio, 2022 a las 3:18 pm
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    Lindas historias de nuestra Revolución que hay que enseñar a las actuales generaciones.

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