Juan Marinello Vidaurreta: un hombre de alta estatura intelectual

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 35 segundos

El dos de noviembre de 1898, en el poblado de Jicotea, ubicado en la entonces provincia de Las Villas, vio la luz quien se convertiría con el decursar de los años en un intelectual y político notable: Juan Marinello Vidaurreta.

De padre español y madre cubana, el pequeño Marinello cursó sus estudios primarios y secundarios en la ciudad de Santa Clara. Al terminarlos, matriculó en la Universidad de La Habana, donde obtuvo, con resultados sobresalientes, los títulos de doctor en Derecho Civil, Derecho Público y en Filosofía y Letras. Luego, amplió su formación en la Universidad Central de Madrid.

De regreso a la Isla, colaboró con el líder estudiantil Julio Antonio Mella en el movimiento por la Reforma Universitaria. Este, junto con él y Rubén Martínez Villena, fundó la Universidad Popular José Martí.

Poeta y ensayista sobresaliente, su fecunda actividad revolucionaria recoge hechos importantes como la participación en la Protesta de los Trece, sin olvidar sus contundentes críticas a los gobiernos de Alfredo Zayas, Gerardo Machado y Carlos Mendieta. Tal postura lo llevó  a sufrir prisión y exilio.

Desde muy joven Marinello se integró en las filas de los militantes comunistas. Fue presidente del Partido Unión Revolucionaria y el Socialista Popular, así como delegado a la Asamblea Constituyente de 1940, representante a la Cámara, Senador de la República, vicepresidente del Senado y candidato presidencial a las elecciones de 1948.

Figuró entre los más fervientes detractores del golpe de Estado de Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952. Por ello, no resultó extraño verlo protagonizar numerosas acciones que lo condenaron a prisión en varias oportunidades.

Luego del triunfo de la Revolución, continuó  ofreciendo su servicio al proyecto sociopolítico que se gestaba en la Isla. Ocupó varios cargos; rector de la Universidad de La Habana, embajador ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y vicepresidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular. También integró el Comité Central del Partido Comunista de Cuba desde su fundación, en 1965, hasta su deceso.

No solo en la política descolló el distinguido intelectual. También dejó huellas en la labor pedagógica, la cual trascendió las fronteras de su tierra natal. Además, ocupó importantes cargos en organismos internacionales: fue miembro permanente del jurado internacional de los premios Lenin por la Paz; presidente del Coloquio Internacional José Martí, en la Universidad de Burdeos; y vicepresidente del Consejo Ejecutivo de la UNESCO. Su posición de embajador y delegado permanente de Cuba ante esa organización, le permitió participar en varias de sus conferencias generales.

Considerado un político de paz, Marinello planteaba que “El intelectual no puede dejar de ser político, sin que por ello tenga que dedicarse, primordialmente, a la política, porque eso depende también de las facultades personales”. En su opinión, la política y la ética constituían una unidad inseparable, mientras hacía distinción entre la política como expresión de la cultura y la cultura de hacer política.

Juan Marinello dejó una extensa obra escrita, de donde emanan conceptos, ideas y valoraciones que  lo distinguen por poseer el don de la contemporaneidad, mientras hacen resaltar sus cualidades de defensor de las causas justas. En él confluyeron el pensamiento martiano y el marxista-leninista. Maestro de la ética revolucionaria, al pronunciar sus discursos respetaba la diversidad de opiniones.

Por su fecundo bregar en la política y la cultura, Marinello mereció condecoraciones y reconocimientos significativos. Figuran entre ellos el Doctor Honoris Causa en Ciencias Filológicas de la Universidad Carolina de Praga, en 1963; la medalla Federico Joliot-Curie de Oro y Plata por diez y veinte años de militancia en el Consejo Mundial de la Paz; y la Orden Caballero del Águila Azteca de México.

Luego de su deceso, acaecido el 27 de marzo de 1977, en La Habana, la prestigiosa escritora Mirta Aguirre expresó que “la pérdida fue no solo de Cuba, sino del humanismo universal de mejor cepa. Porque el hombre que bajaba a la tumba había sido para Cuba, ciertamente, un hijo incomparable de esos que jamás fallan a la madre en las horas duras, y había sido de igual manera hijo fiel de todos los pueblos, campeón de todas sus causas justas, voz sin soborno, siempre presta a la denuncia de las amarguras que sufría”.

Al despedir el duelo del destacado intelectual, Raúl Castro, entonces segundo secretario del Comité Central del PCC, subrayó: “Ha sido un hombre de su tiempo, porque ejerció su alta estatura intelectual y su fina sensibilidad artística, como Rubén Martínez Villena, sinceramente ajeno a vanidades y reclamos; porque se mantuvo siempre fiel a su propia obra, y como en ella, no pugnaron nunca en su conducta el mérito con la modestia, los honores con la humildad”.

Visitas: 8

Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *