Jorge Anckermann: Prolífico cultor de la música en Cuba

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 43 segundos

Autor de temas bien reconocidos como El arroyo que murmura, o La isla de las cotorras, que sirviera de obertura a una obra del Teatro Alhambra, Jorge Anckermann  Rafart se inscribe en la historia musical de Cuba como uno de sus más prolíferos cultores.

Hijo del el violinista, clarinetista y pedagogo mallorquín Carlos Anckermann, vino al mundo en La Habana, el 22 de marzo de 1877. Como predestinado a vivir también él de la sublimidad de este arte, bajo la guía del padre Jorge comenzó sus estudios musicales cuando solo contaba ocho años. Transitó por diferentes áreas y así se convirtió en pianista, contrabajista, violinista, profesor de música, director de orquesta y compositor.

A los diez años de edad, Jorge ya integraba un terceto y, un lustro después, era director musical de la compañía de bufos de Narciso López, con la cual realizó una gira por México. Sus danzones aportaron en gran medida al éxito de los bufos cubanos en tierra azteca, desde que debutaran en el circo Orrín, de la ciudad capital.

Luego de las actuaciones en varios estados mexicanos, la compañía partió a California, Estados Unidos, para presentar su espectáculo ante la comunidad latina de la nación norteña. Después,  Anckermann regresó a Ciudad México, donde se dedicó a impartir lecciones de música.

Tenía diecisiete años cuando escribió la partitura de su primera obra teatral: La gran rumba (parodia de la revista española La Gran Vía), cuyo estreno tuvo lugar en el teatro Tacón, de La Habana. Al público habanero dio a conocer sus composiciones a través de la pequeña orquesta que formó, con Luis Casas Romero en la flauta, con la finalidad de acompañar proyecciones de películas silentes.

Durante los intermedios de las funciones, Anckermann solía tocar algunas de sus danzas para piano y danzones. Así se dio a conocer y comenzó a relacionarse con gente de teatro, como los hermanos Gustavo y Francisco Robreño, quienes le encargaron la composición de la música de la revista Ni loros, ni gallos, estrenada en septiembre de 1899 en el teatro Lara.

Según estudiosos de su obra, a su fecunda labor alhambresca pertenece lo mejor de la creación de Anckermann. En ese ámbito, abordó todos los géneros de la música cubana para libretos, concebidos casi todos por Federico Vitlloch o los hermanos Gustavo y Francisco Robreño Puente.

Durante la temporada lírica en Martí patrocinada por la empresa Suárez-Rodríguez se repusieron varias de sus producciones para el Alhambra: La fiebre del loro, Las sensaciones de Julia, El hijo de madame Butterfly, Un bolero en la noche, Piernas al aire, entre otras.

A Jorge Anckermann se le considera el creador de la guajira. Compuso danzas para piano, entre estas Señorita, y Riendo y llorando, al igual que hermosas canciones, criollas y boleros. Organizó, además, conciertos de música criolla, en los que actuaron la mayoría de los principales cantantes cubanos de las décadas de los años 20 y 30 del pasado siglo.

Este destacado autor gozó del cariño y el elogio tanto de sus colegas como de la crítica y el público.

Visitas: 17

Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *