Jalisco, tierra de sones
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México es tierra de sones. Cada región cuenta con sus propias formas. Así podemos distinguir el Son Jarocho, Huasteco, el de la Tierra Caliente y otros. Jalisco es también tierra de sones, de aquellos que explican la aparición del mariachi como agrupación musical por excelencia para interpretarlos.
Los de Jalisco son inconfundibles. Su estructura está formada por partes cantadas que alternan con instrumentales para bailar en pareja, en forma de zapateado. Como todos los otros sones mexicanos, posee una esencia costumbrista. Sus formas tradicionales a veces dan lugar a piezas que duran mucho tiempo, en dependencia de las coplas que ingenien sus intérpretes.
Vale aclarar que todos los sones tradicionales de México, sin que importe la región de origen, tienen en las coplas un ingrediente esencial; la mayoría de ellas, fruto de la improvisación. Caso diferente son los sones que aparecieron después, frutos de compositores. En ellos subyace una forma de copla no espontánea, sino preconcebida para ser interpretada por cualquier agrupación. Como música destinada a los medios de comunicación, cine y salones, cuenta además con un tiempo limitado en su ejecución.
Un aspecto propio de los sones en México radica en la espontaneidad de las coplas, muchas de ellas nunca escritas, más bien transmitidas de oído por generaciones. Eso dio lugar a que un mismo Son cuente con versiones diferentes concebidas a voluntad de quienes la ejecuten.
El Son Jalisciense tiene su origen en los antiguos bailes españoles que se mezclaron con instrumentos y formas musicales prehispánicas del occidente de México. Son danzas bailadas en pareja que amenizaban las fiestas del campo, donde alternaban con la charrería. Hubo que esperar mucho tiempo para que llegaran a las grandes ciudades.
Esta música, por sus formas cantables, puede considerarse como “cantos de trabajo”, ya que sus coplas generalmente se referían a la vida en los ranchos. Ejemplos abundan, entre ellos sones como El carretero, El caballito, Las alazanas, El ausente y La culebra, todos con una narrativa propia de la cotidianidad campirana.
Más tarde aparecieron formas estilizadas en la que lo espontáneo y tradicional le cedió el paso a lo profesional en la composición. Llama la atención que muchos de los nuevos sones lograron insertarse en el ámbito de la tradición, como es el caso de La Negra, un clásico del género que se canta y baila más allá de Jalisco.
Los Sones Tradicionales de Jalisco narran una historia que es revelada a través de sus coreografías, ya que en muchas ocasiones carecen de letra, a excepción de los casos en que existan coplas.
Zapateado, juegos con el sombrero de charro y movimientos caprichosos de las mujeres con su falda, son parte de una coreografía inseparable del aspecto musical.
Como expresé al comienzo, los Sones de Jalisco hubiesen sido imposibles sin el mariachi, que hoy es representativo de todo México. Jalisco, tierra del mariachi es, por consiguiente, tierra un son regional que define su propia esencia.
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