Cuando el “telégrafo parlante” llegó a Cienfuegos

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Dentro de las maravillas tecnológicas que la modernidad decimonónica tardía nos legó, se encuentra el “telégrafo parlante”, “teletrófono”, o como finalmente fue nombrado: “teléfono”. Sus aventuras, venturas y desventuras se iniciaron bien temprano en la región cienfueguera y no precisamente para conversaciones banales. Ello se estima no solo en relación con su introducción en la Isla, también con el inicio de la expansión internacional de la entonces vanguardista tecnología.

No puede olvidarse que Cuba resultó un precoz escenario para la génesis y posterior despliegue de la telefonía. Fue en la Habana durante 1849, donde el emigrante italiano Antonio Meucci, a la sazón tramoyista del teatro Tacón, realizó los primeros experimentos para la trasmisión de la voz humana a través de la electricidad. Al año siguiente, Meucci emigraría a Estados Unidos donde continuó sus experimentos, pero a pesar de sus intentos, no logró patentar su invento por carecer de respaldo financiero. En definitivas, la patente fue concedida en 1876 al estadounidense de origen escocés Alexander Graham Bell que se hizo mundialmente famoso por ello. Casi 130 años después, el 11 de junio de 2002 el Congreso de los Estados Unidos reconoció justamente a Meucci como el verdadero inventor del teléfono.

En 1876, el teléfono comenzó a extenderse desde los Estados Unidos hacia el resto del mundo, penetrando en Cuba al año siguiente. Entre 1879 y 1882, La Habana pasó de tener un puñado de aparatos a desplegar una de las primeras redes telefónicas del orbe.

Básicamente la clave del éxito del nuevo sistema radicó en que gradualmente logró “calcar” y reproducir los detalles más sutiles de la voz humana, de modo que la onda acústica producida podía viajar a distancia empleando la corriente eléctrica, trasmitida a través de conductores de cobre hasta el auricular del interlocutor, donde un electroimán y un diafragma la transformaban en ondas acústicas similares a las originales[1].

Como ya referimos, la joven ciudad cienfueguera no quedó a la saga. Acogió su primer enlace telefónico en junio de 1882, al establecerse una conexión punto a punto de aproximadamente un kilómetro entre las casas comerciales de Castaño e Intriago y Cardona Hartasánchez y Compañía. Ambas sociedades mercantiles eran de las más importantes de la región. No resulta casual que la poderosa burguesía comercial cienfueguera haya sido protagonista de la introducción del novedoso sistema tecnológico: sus miembros reunían necesidades y posibilidades, de modo que precisaban de la telefonía para sostener el vertiginoso ritmo de sus actividades en un medio cada vez más competitivo.

Ya desde 1883, el Directorio General de la Isla de Cuba comenzaba a reflejar la presencia de negocios de ferretería en la ciudad que incluían entre sus mercancías los cables de teléfonos[2]. La comercialización temprana de algunos componentes técnicos de la telefonía, contribuyó al proceso de transferencia tecnológica ya iniciado en la comarca. Todo indica que los propios comerciantes fueron asimismo sus primeros usuarios. La telefonía llegó no solo para establecer un nuevo medio de comunicación, si no que el suministro de insumos telefónicos se convirtió asimismo en un renglón comercial para varios negocios de la ciudad.

Anuncios de profesionales y empresarios en la prensa cienfueguera donde ya aparecen los números de teléfono para facilitar la comunicación con los potenciales clientes. (Fuente: Los Lunes, Diario Político y Literario, Cienfuegos, 16 de Julio de 1894)

Hasta 1890 funcionaron en la población varios aparatos telefónicos, siempre en manos acaudaladas, pero aún no estaban integrados a lo que hoy llamaríamos una red telefónica. Sin embargo, en agosto del propio año las cosas comenzaron a cambiar: el día 11 la prensa española anunciaba que ya era un hecho la instalación de la red telefónica en Cienfuegos. La noticia informaba que el servicio constaría de 10 estaciones (capacidades) independientes que se refundirían en la principal establecida en el cuartel de bomberos. El despacho terminaba informando que ya se trabajaba en la primera estación que partiendo del propio cuartel radicaría en uno de los departamentos del recién edificado Teatro Terry[3].

¿Por qué el cuartel de bomberos albergaba la estación principal a la que se “conectaban” las demás? La respuesta es sencilla: la telefonía, al menos en la ciudad, se incorporó con rapidez al sistema de respuesta ante incendios en la población, que por entonces eran bastante frecuentes. Fueron los propios comerciantes, banqueros y otros hombres de negocio los que, aún antes de establecerse la primera red telefónica cienfueguera, entregaban aparatos telefónicos al cuartel de bomberos para tener comunicación directa con estos en caso de un incidente que involucrara el fuego.

El concesionario de la primera red telefónica cienfueguera fue Magín Font, quien instaló su planta en una casa de madera situada en Gazel no. 6 entre Argüelles y Santa Clara. Todo parece indicar que Don Magín no contaba con mucha competencia de otros potenciales interesados en el negocio y, por el contrario, sí gozaba del respaldo de las autoridades locales. Por otra parte, la familia Font parece haber estado plenamente involucrada en la gestión de la modesta red de comunicaciones, en concreto su padre y su madre, a cuyo nombre aparecerá la concesión de la red en el directorio mercantil publicado a principios de la década siguiente.

Durante el decenio de 1890 el servicio prestado por la red cienfueguera dejaba muchísimo que desear, pero no por negligencia o incapacidad de sus gestores. Se trataba simplemente de que la tecnología telefónica aún se encontraba en “pañales” a nivel mundial y la calidad de las comunicaciones no era la idónea para establecer largas conversaciones. Para lograr la comunicación se llamaba por el suscriptor al Centro y este mediante un dispositivo de conmutación (pizarra) primitivo comunicaba con el teléfono del otro abonado que se le solicitaba. Los aparatos telefónicos eran de magneto y constaban de pilas eléctricas y una especie de manigueta para contactar con el Centro[4].

Por lo menos desde el año 1894 era posible apreciar en la prensa perlasureña como la posesión del servicio telefónico otorgaba una importante ventaja en el ejercicio del comercio, la industria, la banca o los servicios profesionales. Desde las páginas de los diarios locales, junto a la dirección del anunciado, ya figuraban los números telefónicos de aquellos que los poseían y que de hecho se convertía en una herramienta eficaz para la gestión de la actividad que se tratara[5]. Los poderes político y militar resultaron asimismo beneficiados con la instalación de líneas telefónicas que a pesar de las limitaciones técnicas ya aludidas prestaron un importante servicio para la administración colonial en la región cienfueguera.

Con la incorporación de la telefonía desde el último tercio del siglo XIX, la joven urbe centro-sureña y gradualmente la región que la circundaba, robustecían su infraestructura sociotécnica integrada ya en lo fundamental por el sistema tecno-azucarero, la telegrafía terrestre y submarina, el alumbrado de gas y eléctrico, el ferrocarril y la navegación a vapor. Tales innovaciones tecnológicas constituían el soporte material básico del proceso modernizador que, si bien estuvo presente en las principales ciudades de la Isla, en Cienfuegos se experimentó con particular intensidad y se reflejó en todos los ámbitos de la vida regional.

Los teléfonos en la vida socioeconómica de la ciudad. Izquierda: José Manuel Galdós, administrador de la Aduana (1904), Derecha: Firma mercantil y bancaria Vital y Ferrer (1919)

En Cienfuegos la telefonía, transitó hacia siglo XX sin cambios profundos en el orden técnico y organizativo. Estos fueron aconteciendo paulatinamente, en la medida en que el servicio se hacía cada vez más necesario para las actividades productivas, comerciales y profesionales en la región. Si bien los sectores rurales más prósperos pudieron haber gozado de los beneficios de la telefonía punto a punto durante el final de la colonia, no fue hasta los primeros años de la etapa republicana que la red telefónica comenzó a desbordar el entorno urbano y a expandirse a pueblos, ingenios o sitios de labor.

Ya desde 1900 se discutía en las sesiones del ayuntamiento cienfueguero la necesidad de comunicar telefónicamente las principales poblaciones de la región. Por supuesto en medio de todo ello se encontraba el interés de los principales propietarios azucareros, la mayor parte de ellos con importantes conexiones en la política local. Durante la primera década del XX se verificó un incremento notable de las líneas particulares por toda la región, bien con autorización del presidente de la República -el único facultado para aprobarlas- bien, sin ella.

Centrales como el Andreíta, propiedad del connotado hombre de negocios santanderino Laureano Falla Gutiérrez ya disponía en 1909 “(…) de complicada red telefónica que enlaza los principales ingenios y todas las estaciones del Central”[6]. Desde luego, la expansión de la comunidad telefónica regional fue el reflejo del esplendor azucarero alcanzado y la moderna tecnología se erigió de hecho en parte integrante del sistema sociotécnico en el que se sustentaba la industria del dulce en la comarca cienfueguera.

La creación en 1909 de la Cuban Telephone Company empoderada por la autorización presidencial, para monopolizar el servicio telefónico en la Isla por tiempo indefinido, supondría un cambio sustantivo en la organización y funcionalidad del servicio telefónico a corto y mediano plazos. El emporio yanqui constituiría una pieza clave en el esquema de dominación neocolonial articulado, acentuando más aún el control sobre la soberanía nacional. En abril de 1911 se anunciaba en La Correspondencia la adquisición por la compañía de un inmueble en Santa Cruz # 115 para albergar la nueva central telefónica. La planta de Santa Cruz sería el centro de una renovación tecnológica que incluiría la automatización de la red telefónica local y el servicio de larga distancia[7].

La central automática cienfueguera estuvo lista a finales del propio 1911 y volvió a secundar a la capital que había inaugurado la suya en mayo de 1910.Ambas se erigieron en abanderadas de esta moderna tecnología en el mundo. La incorporación del disco de marcado al aparato fue una de las novedades del nuevo servicio, lo que permitía la comunicación directa con cualquier abonado de la red local sin necesidad de acudir a la operadora que continuó siendo muy necesaria para el caso de la telefonía de magneto y en el nuevo servicio de larga distancia que completó su comunicación con La Habana en enero de 1912.

Simultáneamente, quedaban enlazados con el nuevo servicio los poblados de Palmira, Camarones, Cruces, Lajas y Santo Domingo junto a centrales azucareros como Portugalete, Soledad u Hormiguero que mejoraron ostensiblemente su comunicación telefónica. Una vez más las necesidades de la élite económica local y el capital estadounidense en la región, influyeron en la celeridad con la que pudo disfrutarse del progreso de la telefonía en Cienfuegos que en septiembre de 1916 había completado la instalación de 600 nuevos aparatos.

Utilización de la telefonía en el seguimiento noticioso a la protesta armada del movimiento Independientes de Color. Periódico El Comercio, julio de 1912.

Además del uso directo que comerciantes, hacendados o profesionales prósperos pudieron hacer de la telefonía, sus beneficios se expandieron a través de la prensa local que publicaba noticias trasmitidas por teléfono, lo que le otorgaba una inmediatez inédita a los despachos nacionales. El director de La Correspondencia, por ejemplo, se enorgullecía de haber sido de los primeros en dar la lista de la lotería nacional en la misma mañana del sorteo y El Comercio ofreció cobertura completa vía telefónica a la protesta armada de los Independientes de Color en julio de 1912.

De cualquier manera los significados sociales que la telefonía generó en la región fueron desiguales y dependieron del momento, el espacio, la clase o sector social al que se pertenecía e incluso del género. Después de 1921, cuando se internacionalizaron las comunicaciones telefónicas, La Cuban Telephone Company consolidó su hegemonía que se mantuvo hasta 1959, cuando fue intervenida y posteriormente nacionalizada por el gobierno revolucionario.

(El presente artículo y la investigación que lo sustenta son resultados del trabajo conjunto con la Máster en Ciencias y Licenciada en Historia Claudia M. Casanova Hernández, egresada de la casa de altos estudios cienfueguera y de la colaboración del técnico e investigador de la telefonía en Cienfuegos Clodomiro Fajardo Ulloa)


[1] Camargo Uribe, Juan Arturo. Tecnología e historia: Las redes colombianas de teléfonos como proceso socio-técnico 1880-1950. .– Universidad de Los Andes: Bogotá, 2013.— p.14

[2] Nomenclator comercial, industrial, artes y oficios. Directorio general para 1883-1884 de la Isla de Cuba. Centro Editorial de Obras Ilustradas Molina y Julis. Rayo 80.La Habana, 1883

[3] El Atlántico 11 de agosto de 1890. Año V, Núm. 219

[4] Museo Provincial de Cienfuegos. Fondo Florentino Morales

[5] Los Lunes, Diario Político y Literario, Cienfuegos, 16 de Julio de 1894.

[6] Revista La nación Ilustrada, Edición Cienfuegos, 1909

[7] La Correspondencia, Cienfuegos, 12 de abril de 1911

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Vero Edilio Rodríguez Orrego

Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.

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