Eusebio y su leal palabra

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A cinco años de la partida del inolvidable Eusebio Leal, fraguamos estas líneas, evocadoras de su visita a Cienfuegos, en 2018 – cuando se le dedicó la Feria del Libro-, y de uno de sus encuentros con Irán Millán.

El acto de fundar constituye una visión de valientes y atrevidos hombres, los cuales unen sus vínculos culturales, sus ideas y memorias, para perpetuar el futuro. Don Luis Juan Lorenzo De Clouet construyó su sueño gracias a importantes amigos y a su fuerte temperamento. Ellos juntos lograron el encuentro de la luz, bajo una inmensa Majagua.

Su nombre nos une día a día, eternizando memorias y recuerdos, hacia nuestra identidad y la ciudad que nos acoge. Por eso, todos los años nos reunimos un 22 de abril cerca de la roseta, sitio que marca el lugar exacto del inmenso árbol, azimut perpetuo al trazar la urbe, derrotero de grandes retos e inmensos privilegios.

La Plaza de Armas de Cienfuegos constituye el núcleo principal de la vida cotidiana de esta ciudad, heredera de las más modernas ideas urbanas -influenciadas por las corrientes de la ilustración española y francesa-, que arribaron e impactaron en América, en otras escalas, partiendo de un trazado semejante a un tablero de ajedrez, para conformar las primeras 25 manzanas exactamente iguales de 100 varas de lado.

Sus dimensiones la catalogan como la mayor existente entre las ciudades del interior del país, al decir del Dr. Eusebio Leal Spengler, “… la plaza más bella de Cuba…”[1], motivado por la no incorporación del edificio de Aduana, en la manzana oeste, junto a la proyectada originalmente, -a tenor de las leyes de Indias-, por ser este edificado frente a la rada cienfueguera, a escasos metros del antiguo “Muelle de la Real Hacienda”, lugar donde se realizaron los intercambios comerciales más importantes, capaces estos de propiciar en corto tiempo alcanzar la categoría de ciudad en apenas 61 años.

Junto con el núcleo fundacional de la ciudad, se proyectaron y construyeron  arterias tan importantes como las avenidas “San Fernando” y “San Carlos”, vías que por sus características comerciales atrajeron gran cantidad de negocios y ciudadanos, ávidos de ver sus escaparates[2], llenos de ofertas.

Durante varios años Eusebio Leal, recordado Historiador de Ciudad de La Habana, visitó nuestras calles; unas veces por trabajo, otras de pasada, en su largo camino hacia la capital de los cubanos, o sencillamente a saludar a su amigo de los años, el Máster en Ciencias, Arquitecto Irán Millán, Director fundador de la Oficina del Conservador de la Ciudad, artífice de nuestros logros y retos, hacia la ciudad que nos acoge.

Transcurría el año 2018, cuando se le dedicó la Feria del Libro, en Cuba, al eterno historiador. La editorial Boloña, adscrita a la Oficina que él dirigía, tuvo la deferencia de peregrinar por varias provincias de Cuba, y ofertar a módicos precios los libros por él escritos y otros en carácter de recopilación -de sus intervenciones- fueron realizados por el periodista Mario Cremata Ferrán, quien los coleccionó para la historia.

Como casi siempre hizo, detuvo su auto azul en las inmediaciones de nuestro Teatro Tomas Terry, allí las autoridades culturales del momento lo distinguieron desde lejos y abordaron para su recibimiento, pues el pretendió sin mucho esfuerzo pasar inadvertido.

Infiero que Cremata Ferrán, quien allí se encontraba, le haya comentado sobre mi presencia, pues en ese momento se dirigió hacia mí con su paso acostumbrado… el saludo y la pregunta que no podía faltar, ¿Cómo está tu padre? ¿Cómo está Irán? Yo, ante lo inesperado, le respondí: “Se está recuperando muy bien, Eusebio. Se encuentra en casa, en reposo, recibiendo las atenciones médicas”.

Los minutos no pasaban durante aquel instante, cuando pude percibir algo mágico, casi inenarrable, pues alrededor nuestro no había nadie, y es que, a pesar de estar el Parque Martí lleno de personas, supieron esperar y respetar el momento íntimo, en un círculo bien alejado de nosotros.

Luego le dije en voz baja: “¿Eusebio ¿puedo pedirle algo?” Sin dudar un instante, sin vacilar ante la pregunta, me dijo “¡Pida!”, … transcurrieron unos segundos, que hicieron que yo mismo meditara sobre mi atrevimiento, cuando le dije: “Yo creo que la mejor medicina es que usted lo visite”. De inmediato, su respuesta: organízalo todo, e hizo un ademán hacia Mayito, quien luego me preguntaría si estaba todo organizado…

Instantes indescriptibles, que me permitieron calar su humanidad, Eusebio no dudó un minuto en romper el programa, para visitar al amigo enfermo, después de un viaje tan agotador y el obligado discurso de agasajo, que los cienfuegueros le otorgaron en el salón de reuniones del hoy Gobierno Provincial, por la Feria y por ser él un emblema para todos los cubanos.

Luego, ya dispuesto todo, me adelanté hacia la casa, unos minutos antes, ya que debía comentar a la familia y a mi padre sobre la visita, ajenos todos a semejante pedido… Subir los 24 escalones de la empinada escalera que lo llevaría al segundo piso, pienso que era algo que él no se esperaba; mas, eso no fue un impedimento.

Verlo sentarse en el cuarto, en el sillón azul, junto a mi padre y algunos familiares, compañeros de trabajo y conversar de lo preciso, hizo en mi la voluntad de tomar varias fotos, con discreción, sabiendo que su estatura intelectual estaba muy lejos de poses de ocasión. Era su voluntad eterna al compromiso, el apoyo a un amigo, era el saber que siempre habrá un mañana, donde recuperar fuerzas para conquistar el futuro.

Valgan estas sinceras remembranzas a propósito de que este, 31 de julio, conmemoramos el primer lustro de la desaparición física del querido Eusebio.


[1] Conferencia impartida en Cienfuegos, con motivo del tercer aniversario de la declaratoria de la Ciudad Patrimonio de la Humanidad.

[2] Vidrieras. Espacio exterior de las tiendas, cerrado por cristales, donde se exponen las mercancías a la vista del Público.

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