Estampas y otras confluencias de Río Hondo

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Transitar hoy día por la carretera del Circuito Sur es toda una Odisea, ora por la escasez de medios de transporte público por la zona, ora por los precios exorbitantes que cobran los choferes particulares hasta la colindante ciudad de Trinidad. Sin embargo, constituye sin dudas la vía más atractiva de la provincia de Cienfuegos, adornada toda por un hermoso paisaje costero y numerosos puentes sobre el litoral.

En cualquiera de ellos se puede disfrutar cada día de un amanecer deslumbrante u ocaso milagroso. Muchas personas, por la afluencia de gente, servicios gastronómicos e instalaciones playeras, prefieren quedarse en Yaguanabo. Otros viajeros —huyendo precisamente de lo anterior—, continúan el bojeo de la carretera por siete kilómetros más, hasta llegar a Río Hondo, apacible y singular remanso, donde confluyen nuevamente vegetación, río, mar, montañas y la arquitectura.

Allí se acopla con el Caribe una de las corrientes superficiales importantes de la provincia, cuyo cauce desciende de norte a sur desde el corazón del macizo montañoso de Guamuhaya, por más de quince kilómetros, desde el Altiplano de Topes de Collantes.

Foto: del autor.

Hasta allí llegamos una tarde calurosa del mes de febrero, atraídos por la quietud de la zona y la belleza de la pequeña playa. El descenso hasta la arena se realiza por la derecha de la vía, mediante un trillo que se bifurca hacia el interior del puente, y otro, hasta una casa particular con un alarmante cartel graficado donde se lee: “No pase, hay perros”.

Al descender por una escalerilla de palos, nos hallamos debajo y de frente a los primeros pilares que sostienen la calzada volante. En ese punto, fue toda una sorpresa descubrir el estado calamitoso de las segundas columnas de la estructura. Aunque —valga decir—, se nos antojó hechizante apreciar aquellos armazones herrumbrosos, mientras los comparábamos con un andador en las patas gigantes del “ciempiés” de concreto.

En estos lugares donde confluyen las aguas y la vegetación, uno puede hallar los objetos más inverosímiles. Así nos resultaron dos piñas que tamborileaban en el costado de un sombrero de paja con el vaivén de las olas. A la imagen seductora-repelente de las “piñas oleadas”, se unieron a la visual tres auras tiñosas que devoraban los restos del cadáver de un animal.

Foto: del autor.

Al acercarnos, echaron a volar, y nos hicieron pensar en lo beneficiosas que son para el saneamiento de este ecosistema, y por el otro, lo perjudicial que son las acciones del hombre, que arroja en las cercanías no solo sus deyecciones, sino también cuanta inmundicia estima en sus celebraciones a cielo abierto.

Desde la longa baranda de más de 200 metros de largo, nos miraban las señoras de cabeza roja mientras avanzábamos hacia el final de la playa. ¡Y menudo panorama hallamos! Ante el empuje del mar, el cauce de Río Hondo en su desembocadura, ha formado un pequeño pero hermoso canal-meandro, como si intentara esquivar la marejada y colársele al océano por el hueco de una aguja bien fina en el otro extremo de la ensenada.

A diferencia del “Yaguanabo” —que muere “cortada” a pocos metros de su cuenca antes de llegar al mar—, el choque del líquido salobre con las aguas de Río Hondo es dinámico y constante. El murmullo entre los dos flujos es un coloquio imperdible que nos regala la naturaleza del área. Es como si la ribera se empeñara en secretearle sus asuntos al océano por el resquicio de una oreja enorme hecha en la arena.

Foto: del autor.

Justo en el montículo superior del arco de la “oreja”, acoplamos las casas de campaña. Desde allí se veía perfectamente la casa del cartel alarmante, y unos metros hacia el litoral, una caseta con techo de guano, ya matizado por el sol del ocaso, más un tobogán colocado allí para precipitarse al agua.

Según supimos luego, la vivienda es la más popular en el asentamiento, ya que usualmente es alquilada por visitantes que vienen de otras provincias, con mayor frecuencia desde la vecina Sancti Spíritus para celebrar fiestas, sobre todo pretendientes que desean nupcias solo al amparo de ábsides hechos con dienteperro.

Nos equivocamos al pensar que la noche sería un huerto de sosiego: a las 9:00 de la noche llegaron como fantasmas tres oficiales del orden público y un perro pastor alemán, preocupados por nuestra presencia extraña en la playa. Como estábamos muy lejos de ser traficantes de drogas, ladrones o balseros, la explicación fluyó normalmente.

No obstante, transcurrieron solo 30 minutos y ya teníamos merodeando por allí a una turba de pescadores que lanzaban sus atarrayas a las aguas, acción que repitieron dos veces más durante la madrugada, ayudados por otros hombres con linternas potentes en chalupas que ronroneaban.

Al día siguiente, pensamos en probar suerte hasta el viaducto de Cabagán, que se haya a solo 4,3 kilómetros de allí; menos elevado, pero construido también como el de Yaguanabo y Río Hondo entre los años 1951 y 1958, empleando asimismo un diseño semejante, en el que se utilizaron el postensado y el pretensado con cables de acero.

Pero los deseos de Cabagán sucumbieron allí mismo, cuando los rayos del implacable Compadre general sol comenzaron a caer en picado a las 10:00 de la mañana sobre nuestras cabezas como meteoritos.

Foto: del autor.

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Delvis Toledo De la Cruz

Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en 2016.

2 Comentarios en “Estampas y otras confluencias de Río Hondo

  • el 11 mayo, 2022 a las 8:51 am
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    Bonito e interesante artículo, lindas fotos. Son lugares agradables y que verlos personalmente emocionan, pero estatalmente no se aprovechan mucho ni tampoco se ambientan. Lo dije hace mucho tiempo, hay mucha diferencia en los límites de carreteras de Cienfuegos al esplendor de las de la parte de Santi Spíritus donde han utilizado dísimiles formas para adornarlas.
    Me gustaría que hiciera un reportaje parecido con la carretera de rancho Luna, la naturaleza ha hecho que se vayan visualizando hermosos paisajes de mar y lagunas pero todavía le falta la mano del hombre. Por ejemplo, justo al lado de la entrada de la antigua unidad militar se aprecia una vista espectacular de la bahía, pero aún quedan algunos matojos que de nada sirven. En algunos lugares existen palmas pero apenas pueden apreciarse porque están cubiertas por vegetación. Creo que hay muchas cosas, que sin afectar la naturaleza, pudieran hacerse para lograr una vista más agradable. Lo han demostrado los particulares que están atendiendo las áreas agrícolas del Plan Mango; aunque también ellos, tratando de proteger sus cultivos están haciendo cercas vivas que tapan la vista a las palmeras.

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    • el 11 mayo, 2022 a las 7:09 pm
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      Es cierto. Bien pudiera hacerse allí un Parador y ganaría clientes, por ejemplo, la paladar que está frente a la bodega del pueblito.
      Además, esa casa particular es una mina dorada: sería fantástica la construcción en aquel acantilado de un gazebo de bodas oficial. Sería el sitio más visitado de todo el Circuito Sur, estoy seguro.

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