Ernesto Hill Olvera y su órgano que canta

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A mediados de los años 50 llegó a La Habana un mexicano de unos  20 años de edad. Vino con su órgano Hammond para presentarse en un programa de la televisión cubana. Trajo consigo dos peculiaridades: el joven músico era ciego y su órgano podía cantar.

Ernesto Hill Olvera fue un acontecimiento musical en nuestro país. Delgado y de pocas palabras, hacía que su órgano hablara musicalmente. Su repertorio incluía piezas mexicanas, cubanas y latinoamericanas de varios géneros.

Tanto conmocionó el artista, que acá se vendían discos suyos y hasta inspiró una simpática Guaracha interpretada por el trío Servando Díaz. En aquel tiempo Pototo y Filomeno hicieron popular otra Guaracha donde hacían alusión a “un órgano que canta”.

Cada vez que lo presentaban por televisión, dejaba de hacer tareas o jugar para sentarme frente a la pequeña pantalla. Aquel órgano provocaba admiración y en no pocas ocasiones sobrecogimiento, pues eso de un órgano hablando infería conjeturas de algo sobrenatural.

Desde hace tiempo quería referirme a él, pero la información con la que había contado no era suficiente. La suerte me sonrió cuando conocí a la joven Itzel Olvera Martínez, sobrina nieta del artista a quien dedico este comentario. Itzel reside en Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco, quien recuerda a su tío abuelo con respeto y admiración.

Ernesto Hill Olvera fue el nombre artístico de Hermenegildo Olvera González. De ahí deduzco que su nombre y primer apellido artísticos hayan derivado de su nombre original. Nació en Mezquital del Oro, Estado de Zacatecas el 22 de diciembre de 1936. Tuvo un origen humilde y a los siete meses de nacido, un rayo cayó cerca de él haciéndole perder la visión.

Hermenegildo era uno de los nueve hijos de Avelino Olvera Chávez y María del Rosario González Enríquez. En 1939 la familia emigró a Guadalajara. En la capital tapatía el pequeño fue internado en la Casa de la Divina Providencia, donde aprendió a tocar el piano.

A la edad de 13 años comenzó, tocaba con su piano en el restaurant “La Flor de Jalisco”. Tres años después, en 1952 fue contratado en un restaurante que no contaba con piano, sino  con un órgano marca Hammond. Tuvo que aprender a tocar el órgano y fue a partir de ese momento cuando emprendió el rumbo que le dio reconocimiento y fama.

Su fue “hacer cantar al órgano”, y lo consiguió al descubrir que las barras deslizantes, al abrirlas gradualmente y ser manipulados los circuitos internos del órgano, se obtenían sonidos semejantes a las vocales.

De modo que armó con los deslizadores espectros sonoros que se acercaban al espectro de las vocales, y ciertos fonemas. A medida que tocaba, con la mano izquierda habilitaba en tiempo real combinaciones con giros musicales que simulaban el habla humana.

A fuerza de experimentar, Hermenegildo hizo que su órgano pronunciaras frases completas, algo inédito hasta el momento, ya que ningún otro organista lo había logrado. De modo que a él corresponde el mérito de semejante descubrimiento.

Un día fue invitado a la capital mexicana. Allá en 1956 debutó en público y partir de entonces comenzó a aparecer en televisión y en películas del cine mexicano.

Un buen día vino a Cuba – no recuerdo si más de una vez -, pero lo cierto de la historia es que Ernesto Hill Olvera nos dejó un grato recuerdo.

Su fama fue enorme, más en una época en que el cine, la Canción Ranchera, los Boleros, el Mambo y el Chachacháse disputaban audiencias. Tanta gloria alcanzó que el actor, intérprete y compositor Eulalio González “Piporro” escribió en su Autobiografía y Anecdotario escribió:

“En esa misma temporada había debutado en el teatro Esperanza Iris (hoy Teatro de la Ciudad) un fenómeno musical de aquella época: Ernesto Hill Olvera, creador de “El órgano que canta”, y el teatro se llenaba noche a noche, pues el músico invidente despertó una verdadera conmoción entre los espectadores que lo aclamaban, considerando su actuación verdaderamente “milagrosa”.

Ernesto Hill Olvera dejó de existir el 10 de marzo de 1967 víctima de cirrosis hepática. Desengaños en el amor  y deslealtades de personas en quienes confió, mermaron sus recursos económicos hasta lanzarse al alcohol. Al morir contaba 30 años de edad, cuando podía haber dado más de sí.

Es una pena que sea poco recordado, ya que con su arte marcó una época en su país y fuera de él, incluso aquí en Cuba. Que este humilde homenaje llegue hasta Jalisco a su hermana Rosa María Olvera y familia; en especial a Itzel, sobrina nieta del artista.

Ernesto Hill Olvera y su órgano que canta son ahora parte de una leyenda, entre las más atrayentes de la música latinoamericana.

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