El negocio de la muerte

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 49 segundos

La grave enfermedad del culto a las armas se extiende cada día más dentro de la comunidad cubana en los Estados Unidos. Esta semana volví a comprobarlo, mediante la publicación que hizo en su cuenta de Instagram una muchacha de mi edad recién llegada a ese país.

El tercer post desde su arribo a la nación norteña, la chica lo dedicó a dejar constancia de su visita a una especie de tienda de armas, en la cual también puedes hacer prácticas de tiro, como bien mostró en las fotos y videos que subió.

Quien escribe, al presenciar aquello, quedó indignado; no con ella, sino con la persona que la llevó a semejante antro a disparar un AR-15 (el rifle más usado en los tiroteos ocurridos en los Estados Unidos), teniendo infinidad de lugares más sanos, cultos, espiritualmente provechosos, y sobre todo lo más importante: sin las manos manchadas de sangre.

Como expreso en la primera oración de este texto, cada vez son más los cubanos que abren negocios relacionados con la venta de armas, cada vez son más los que las compran, y cada vez son más las personalidades públicas de esa comunidad que promocionan lugares donde puedes adquirirlas. Todos ellos están alimentando a un monstruo que se cobra decenas de miles de vidas al año.

Según Gun Violence Archive, solo en cuanto va de 2023, las armas de fuego le han quitado la vida a 35 mil 383 personas. El desglose de los datos permite apreciar que de las muertes, 19 mil 800 fueron por suicidio (esa cifra solo con armas; tal epidemia allí merece un completo análisis por separado), y 15 mil 583 por asesinato, homicidio, disparos accidentales y otras causas (para un aproximado de 52 muertes cada día). Entre tantos decesos, se registran los de mil 408 menores de edad (248 en el rango de cero a once años, y mil 160 en el de doce a diecisiete). Además, se han producido 566 tiroteos masivos.

Lo más escalofriante no son estas ya de por sí impactantes cifras, sino saber que solo van a seguir aumentando en los meses y años venideros, y que ninguna administración hace nada realmente serio por impedirlo.

Si son los demócratas quienes ocupan el poder, fingirán estar indignados; mientras que los republicanos, el tema se lo pasan directamente por la zona escrotal. Ambos bandos lo único que tienen para ofrecerle al pueblo estadounidense es un hipócrita our thoughts and prayers are with the families of the victims (en castellano: “nuestros pensamientos y plegarias están con las familias de las víctimas”).

Esto seguirá así mientras sea la Organización Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) la que controle los designios de la política norteamericana en lo referido a la venta y el control de armas. “Entonces continuará eternamente”, puede afirmar un lector entendido del tema. Y la verdad es que sí, creer otra cosa es ser demasiado ingenuo.

El poder de la NRA es tan grande, que la sola idea de pensar en la implementación de medidas realmente contrarias a sus intereses constituye una utopía. Su notable influencia, evidenciada además en las múltiples ramas y organizaciones paralelas que controla en la sombra, afecta a toda la sociedad norteamericana.

Según una investigación de The Washington Post, citada por BBC, la NRA ha interferido a lo largo de los años para frenar las investigaciones sobre el control de armas y ha movido sus influencias en la aprobación de leyes y respaldado o rechazado candidatos a gobernadores, al Congreso o la presidencia.

La principal justificación moral de esta institución la podemos encontrar en sus bases fundacionales. Se autodefinen como “la organización de derechos civiles más antigua de Estados Unidos” integrada por “orgullosos defensores de los patriotas de la historia y diligentes protectores de la Segunda Enmienda”.

Es la salvaguarda de la tristemente célebre Segunda Enmienda, lo que en su opinión les lleva a actuar de tal manera. Argumentan que es un derecho recogido en la Constitución, el cual nadie jamás debe vulnerar porque forma parte indisoluble de la cultura americana.

Su teoría cae por sí sola al uno darse cuenta que ese supuesto derecho está plasmado en una Carta Magna de hace más de 200 años. En el Salvaje Oeste portar armas resultaba imprescindible si querías seguir respirando; pero en qué cabeza cabe que en pleno siglo XXI, en el país más rico y poderoso del mundo, ocurra unas balaceras más brutales que en cualquier western de John Ford, Sam Peckinpah, Sergio Leone, Howard Hawks, Clint Eastwood, o de Quentin Tarantino.

El solo hecho de abolir la tenencia de armas salvaría incontables vidas. La violencia seguiría; esta existe desde tiempos inmemoriales y afecta a absolutamente todos los países; pero las armas aumentan de forma exponencial su capacidad de propagación. Permitirlas es el equivalente de echarle gasolina a un incendio. Cualquier persona se da cuenta de este punto; y cualquier persona se da cuenta también de la multimillonaria industria que supone su venta, de todo el culto que las rodea, y de que la NRA hace su trabajo a la perfección. He ahí las claves de todo.

Visitas: 54

Un Comentario en “El negocio de la muerte

  • el 27 octubre, 2023 a las 10:34 am
    Permalink

    Qué cabe esperar. A más de 30 horas de la masacre que sacudió a Lewiston, en Maine, las agencias policiales estadounidenses continúan hoy con la búsqueda de Robert Card, un hombre de 40 años de Bowdoin con antecedentes militares, señalado como el presunto pistolero que dejó el saldo de 18 muertos el pasado miércoles en la noche.

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *