El médico que no entiende de almas no entenderá cuerpos

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Dayamis Liriano López es uno de esos médicos que cura el alma y el cuerpo. Se le nota. Lleva 14 años de graduada, 11 como especialista en Medicina General Integral. Son tiempos difíciles para todos, especialmente para los del sector de la Salud, pero ella sigue ahí, sirviendo a su comunidad, entregando amor y cuidando a su gente.

”Tuve la posibilidad de cumplir misión en la República Bolivariana de Venezuela por dos años, fue una experiencia maravillosa, por la población, por la cultura. Pero la primera gran misión que tuve fue ir a trabajar a la montaña, en Cumanayagua, recién graduada. Me tocó el hospital de San Blas, luego estuve en la comunidad de Camilo Cienfuegos; fueron tiempos maravillosos, de aprendizaje, de gratitud. Hasta tuve que montar en mulo para ir a los lugares más distantes; muy gracioso, le tenía miedo, pero lo vencí”, recuerda con agrado.

¿Cómo crees que ese tiempo en la montaña enriqueció tu vida personal y profesional? ¿Esa interacción con las personas de campo, de a pie?

Creo que son de las más agradecidas. El que ha tenido la posibilidad de trabajar en el campo y trabajar en la ciudad, nota la diferencia. Las personas de campo son más dadas, más abiertas, más campechanas, a pesar de que todas no tienen un nivel cultural elevado. Son muy cariñosas, te abren las puertas como si fueras familia. Es muy gratificante. Actualmente tengo muchas amistades que fueron pacientes míos de esa zona. Además, uno se gradúa con conocimientos generales, pero llegar allí significa usar todo tu ingenio, toda tu creatividad. Estar alejados de la atención secundaria es difícil, pero te prepara el doble.

La medicina cubana enfrenta diversos retos, pero la vinculada a la comunidad directamente, mucho más. ¿Según tu experiencia, cuáles son?

La medicina comunitaria tiene como meta esencial la  prevención. Tenemos que evitar que el paciente llegue a la atención secundaria. Necesitamos, entonces, trabajar más en equipo, conocer a nuestra población, visitarla. Nuestro caso es atípico, somos dos equipos básicos de Salud en un solo local (consultorios nueve y diez, área dos), lo que significa que todos conocemos a los pacientes de los dos consultorios. Cumplimos con nuestros horarios y mantenemos vías efectivas de comunicación. Tenemos el itinerario de la semana en la puerta, por si llega algún paciente y el consultorio está cerrado, sepa por qué. Eso es importante.

La COVID-19 marcó un antes y un después en el sector de la Salud. Ustedes, médicos y enfermeros de la familia, fueron los más cercanos a la enfermedad, por su misión social. ¿Qué la marcó especialmente durante esta etapa?

La  COVID-19 fue un momento difícil para todos, sobremanera para nosotros. El médico cubano no está acostumbrado a perder tantos pacientes en tan corto periodo, la COVID-19 significó eso. No olvido el desvelo, el tiempo en centros de aislamiento. Fue duro.

¿Cómo crees que son percibidos ustedes en su comunidad?

Tenemos el privilegio de estar en una comunidad muy amable, muy condescendiente. Nos ayudan con todo, planificamos actividades y ellos vienen, necesitamos apoyo logístico y nos apoyan, son una maravilla.

Por último ¿Qué características usted cree que no pueden faltarle a un médico, a un enfermero de la familia?

Primeramente, el médico o enfermero tiene que sentir orgulloso de su profesión, de su misión; además, tiene que identificarse con su población. El paciente debe sentirse bien atendido, de corazón. No puede faltar la humildad, la paciencia, el amor.

La Doctora Dayamis Liriano López es uno de esos médicos que cura el alma y el cuerpo. Ella  siente orgullo de su profesión. /Foto: De la autora
La Doctora Dayamis Liriano López es uno de esos médicos que cura el alma y el cuerpo. Ella siente orgullo de su profesión. /Foto: De la autora

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