El fascinante universo de los idiomas

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Las tardes en la escuela primaria José Antonio Saco son diferentes. No solo poseen la dinámica habitual de este tipo de centros; sino que también, a partir de las 12:00 p.m,, otra institución de enseñanza, emplazada dentro del mismo lugar, inicia su jornada laboral.

Durante cuatro horas y media los profesores que la integran terminan de preparar las lecciones del día; para, justo cuando las manecillas del reloj marquen ese instante de tiempo, y ya hayan “soltado” a los pioneros, recibir en las aulas a sus propios alumnos. Ahí, la primaria deja de ser tal y pasa a convertirse en la Escuela de Idiomas William Shakespeare, que le abre sus puertas a 140 educandos ávidos de conocimientos.

Noslen Ferrer Bazán es uno de ellos. Una mayor riqueza cultural e intelectual, unida a la posibilidad de superarse profesionalmente, le motivaron a aprender inglés. “Soy doctor –expresa–, y la mayoría de textos científicos a nivel mundial los publican en ese idioma. Por lo tanto, estudiarlo ayuda a mi crecimiento como médico, al permitir que esté al tanto de los últimos adelantos en el sector donde me desempeño.

“La preparación aquí es muy buena. Los profesores tienen mucha experiencia e imparten clases muy completas y exigentes, las cuales nos motivan a dar el máximo”, añade.

En lo anterior concuerda Edel Vázquez Moya, agente de tráfico del aeropuerto Jaime González, y quien, por razones similares a las de Noslen, decidió matricularse en el curso de Francés (el otro idioma ofrecido por la Escuela en la actualidad). “En el aeropuerto recibimos vuelos procedentes de Toronto y Montreal. El conocimiento del inglés ya lo adquirí en el transcurso de mi carrera; pero parte de los pasajeros que llegan desde esta segunda ciudad, la principal de la parte francófona de Canadá, prefieren esa lengua para comunicarse. Por lo que dominarla contribuye a un mejor desempeño de mis funciones”, concluye.

Unas acciones muy especiales involucran por estos días a Edel y al resto de sus compañeros en el aprendizaje del “idioma del amor”, pues el centro festeja por vez primera el Mes de la Francofonía.

JE PARLE FRANÇAIS

Si bien esta celebración, que se efectúa en Cuba del 3 hasta el 28 de marzo, solo incluye actividades oficiales en La Habana y Santiago de Cuba, desde la “William Shakespeare” no dejaron pasar la oportunidad de brindarle a sus estudiantes una nueva experiencia educativa.

Jorge Gómez Hernández, profesor de francés de la institución académica, explica que un día a la semana, los dos grupos de francés con los cuales cuenta la Escuela realizan una actividad ligada a la cultura de países francófonos. “La primera –aclara– versó acerca de la historia de Francia y su presencia en Cienfuegos, amén de que se explicó en qué consiste la francofonía. Las siguientes las dedicaremos a la literatura, el cine y la música de la nación gala. Para ello, contactamos con especialistas en el territorio de dichas manifestaciones artísticas.

Jorge Gómez Hernández le imparte clases a los dos grupos de Francés con los que cuenta el centro.

“Conocer esa lengua es una forma de conectar con nuestro pasado, con los fundadores y primeros pobladores de Fernandina de Jagua. Y en sentido general, dominar un idioma ayuda a la formación de capital humano del territorio. Mientras más personas sean bilingües, más valor tendrá su desempeño profesional. Eso, en los tiempos actuales, donde están en marcha muchos procesos dinamizadores de la economía, a los que también acceden extranjeros, es fundamental.

“Es ahí donde nuestra escuela cobra un papel relevante, al ser el lugar donde más fácil le resulta a la población acceder a cursos de este tipo. Recibimos a representantes de todos los sectores de la sociedad: estudiantes, trabajadores estatales, cuentapropistas”, refiere.

Sin embargo, en la labor de Jorge y en la del resto de sus compañeros, persisten insatisfacciones que dificultan impartir de forma óptima la docencia. Gran parte de las cuales responden, en mayor o menor medida, a la falta de un centro propio.

UN LOCAL PROPIO, EL GRAN SUEÑO DE LA ESCUELA

“Solo contamos con un departamento dentro de la primaria, en el cual está la dirección, la secretaría, el almacén. Aquí mismo es donde también los profesores preparan las clases. Apenas tenemos espacio, manifiesta Yairis Mejías Bayán, directora de la Escuela de Idiomas”.

“La falta de un local propio –aclara–- es nuestro gran sueño; pero también nuestra gran debilidad. Una debilidad que nos toca muy de cerca en cuanto hacemos. La enseñanza de un idioma requiere la práctica de cuatro habilidades fundamentales. Para una de ellas, la comprensión auditiva, los profes tienen que auxiliarse de que algunos estudiantes traigan bocinas, porque de lo contrario no sería posible llevarlo a cabo. Y aunque lo hagan, muchas veces la contaminación sonora circundante juega en nuestra contra.

Yairis Mejías Bayán, directora de la institución de enseñanza.

“Además, al estar insertados dentro de otra institución, tampoco podemos ambientar como nos gustaría las aulas donde impartimos las clases. En un lugar exclusivo nuestro pondríamos en las paredes mapas, afiches, la conjugación de un verbo complicado. Ayudarían notablemente a la inmersión del estudiante.

A estos problemas se le suman la falta de papel, de medios informáticos y los apagones, a raíz de los cuales se vieron en la necesidad de hacer reajustes en sus horarios lectivos. “A consecuencia de la difícil situación que se atraviesa con el fluido eléctrico, las clases se imparten de 4:30 p.m. a 7:00 p.m., para aprovechar más la luz solar y poder impartir la docencia, razón de ser nuestra”, concluye.

Esta última medida permite vislumbrar a la perfección la principal cualidad del centro: su resiliencia. A pesar de los problemas, y de unas condiciones que no son las idóneas, siempre se esfuerzan por estar a la altura de las personas que confiaron en ellos para educarlos. Su día a día constituye la prueba más fehaciente de ello.

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