Desde la familia, una batalla contra las drogas
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Durante los últimos meses el tema del consumo de drogas y su enfrentamiento en el país ha sido más tratado no solo en algunos medios de comunicación, sino también en espacios donde este flagelo puede causar un daño particularmente sensible, como son los centros de enseñanza, donde habitan la mayor parte del tiempo nuestros niños, adolescentes y jóvenes.
No se hace con signos de alarmismo, puesto que ello resultaría inútil, sino a manera de alerta, para enfocar los esfuerzos en la educación y la prevención, para unir las diferentes fuerzas comunitarias, familiares y de instituciones que como Educación, Salud, el Ministerio del Interior y la Fiscalía tienen una responsabilidad en ello.
Nuestra sociedad vive un momento complejo y los daños sociales también tienen un componente en las adicciones, remarcadas además por los patrones negativos que proliferan en las redes digitales y por ese mercado global del narcotráfico –muy lucrativo, cercano, modernizado- y siempre al acecho.
Por ello, para llevar a la mínima expresión el consumo de drogas, no basta con que las sanciones a quienes cometen el delito de traficarlas resulten severas. Hay, en primer lugar, que evitar el consumo.
Desde casa comienza el trabajo, porque desde ahí se fomenta todo lo bueno o lo perverso que podemos moldear en un ser humano. Eso sí, hay que extirpar los falsos estereotipos, la idea de que: “mi familia es modelo, a mi hijo eso no le va a ocurrir”.
Hoy la droga puede estar contenida en un minúsculo y en apariencias inofensivo trozo de papel. Por ello para los padres resulta imprescindible prepararse e incrementar la percepción del riesgo. Hay que mantener una comunicación abierta y permanente con los muchachos, conocer a sus amistades, lugares que frecuentan y tratar de modo directo el tema del consumo de las sustancias tóxicas y sus perjuicios para la salud y la vida en general. Además, hay que poner límites, pues el exceso de permisibilidad cuando aún se está lejos de poseer madurez y conciencia crítica, puede resultar fatal.
Permanecer fuera de casa hasta altas horas de la noche, en compañía de otros menores o de adultos no responsables; manejar cifras de dinero sin que ello guarde correspondencia con las necesidades puntuales como la merienda o el pasaje; así como el uso desmedido y sin supervisión de las redes sociales, constituyen situaciones de riesgo, que favorecen el acercamiento de adolescentes y jóvenes al pavoroso y a veces sin retorno camino de las drogas.
Y pocas circunstancias laceran tanto una familia como que uno de sus integrantes-especialmente los más jóvenes- enferme y lo haga de esta manera.
A la escuela, a salud pública, a la comunidad, a los que tienen el deber de enfrentar y juzgar compete también una parte de suma importancia en el tema, pues se trata de un asunto de complejidad creciente, de una batalla que sólo se gana con un ejército unido y preparado. Sin embargo, ningún eslabón resulta tan vital para prevenir o detectar tempranamente como la familia. Tampoco ningún otro sufre tan profundamente un episodio de este tipo.
Como padres, no serán la ingenuidad, la permisibilidad o los prejuicios los que nos lleven por el camino de ayudar a nuestros hijos. Tanto ellos, como los tiempos que vivimos, nos obligan a ir más de prisa y a enfocarnos mejor en las esencias. El consumo de drogas constituye una de esas amenazas latentes que pueden poner en riesgo el presente y futuro de sus más bellos sueños. Para evitarlo vale la pena utilizar en ello toda la inteligencia, la constancia y el amor que somos capaces de dar.
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