De la “base china” y otros pretextos e infundios de Washington contra Cuba

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El nuevo infundio generado por la política de hostilidad del gobierno de los Estados Unidos hacia Cuba, la supuesta presencia de una base militar china de espionaje en nuestro suelo, primero desmentido y luego asentido por la Casa Blanca como parte de su incongruente línea, no ha sido el primero ni será el último de los pretextos que esgrimieron, desde hace siglos, con aviesos fines.

Se cumple justamente este año el aniversario 125 de la autoagresión del acorazado Maine, surto en la bahía de La Habana. La voladura de la nave, el 15 de febrero de 1898, le supuso al todavía balbuceante imperio el pretexto necesario para declararle la guerra a España y terminar apropiándose de sus colonias en Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

En pos de conseguir su maligno propósito, a la Casa Blanca no le importó siquiera que en el crimen perecieran las tres cuartas partes de la tripulación, compuesta por 26 oficiales y 328 alistados. Eso daba la idea, temprano aún en la historia, de cuanto son capaces con el fin de cumplir con su política de expansión imperialista.

No en balde, Lenin, al despedir en 1911 el duelo de su amigo cubano Pablo Lafargue, yerno de Carlos Marx, sostuvo que el antillano era de una tierra cálida y heroica donde se había consumado «la primera guerra imperialista del mundo», en relación con el significado histórico de las consecuencias de la voladura autoinfligida del Maine.

Del Maine a hoy, siglo y cuarto después, el relato ha sido el mismo, por regla con el apoyo de la gran prensa de la nación, al servicio de Washington desde los tiempos de William Randolph Hearts (proverbial aquella frase: «Usted proporcione las imágenes. Yo pondré la guerra») hasta los de Fow News o cualquier medio menos pugnante, incluido ahora The Wall Street Journal.

La clausura de la Embajada de los Estados Unidos en Cuba, hace 62 años, algo añorado por el presidente Eisenhower, también resultó consecuencia de pretextos y maniobras diseñadas desde la Sala Oval, con el respaldo propagandístico inherente a este tipo de operaciones.

«Pretextos para justificar la intervención militar de Estados Unidos en Cuba», literalmente así se denominaba el documento de presentación de la Operación Nortwoods, propuesto al jefe de la Operación Mangosta por el Departamento de Defensa y los Jefes del Estado Mayor Conjunto con fecha 13 de marzo de 1962.

Como consigna Elier Ramírez Cañedo en su artículo Fabricando el pretexto: una constante en la política de EE.UU. hacia Cuba: “Esta operación proponía una serie de incidentes bien coordinados, que tendrían lugar dentro y en las inmediaciones de Guantánamo; estos serían concebidos de manera que parecieran haber sido llevados a cabo por fuerzas cubanas hostiles.

“También se planteaba realizar una acción Remember the Maine y responsabilizar con el hecho al gobierno cubano, entre las variantes se mencionaban: hacer explotar un barco norteamericano en la Bahía de Guantánamo; hacer explotar una embarcación teledirigida (sin tripulantes) en aguas cubanas, en las inmediaciones de La Habana o Santiago de Cuba; hundir una embarcación cargada de cubanos en dirección a la Florida (ya sea real o simulada); fomentar atentados contra la vida de refugiados en Estados Unidos incluso al extremo de herir a algunos para que fuesen ampliamente divulgados por la prensa; la explosión de bombas plásticas en lugares cuidadosamente seleccionados; el arresto de agentes cubanos y la publicación de documentos falsos; simular un ataque desde Cuba contra una nación caribeña; el acoso a la aviación civil, los ataques a embarcaciones y la destrucción de aviones estadounidenses teledirigidos supuestamente por parte de aviones MIG cubanos; crear un incidente que demostrara de manera convincente que un avión cubano había atacado y derribado un avión charter entre EE.UU. y Jamaica, Guatemala, Panamá o Venezuela; entre otras acciones realmente maquiavélicas y que de haberse producido hubieran costado la vida no solo a ciudadanos cubanos, sino de otros países, incluyendo de Estados Unidos”.

Urdieron mentiras, asimismo, en torno a la presencia internacionalista cubana en África desde la década de los setentas. En dicho lapso histórico, para 1978, articularon la denominada minicrisis de los MIG-23. En la ocasión mintieron, abiertamente, al afirmar que la Unión Soviética estacionó en la Isla un grupo de aviones de combate de ese tipo, en pos de bombardear a EE.UU. con armas nucleares.

El objetivo de este u otros hechos similares consistía en acentuar la hostilidad de las administraciones norteamericanas hacia Cuba.

El derribo obligatorio, al violar nuestro cielo soberano lanzando material subversivo, de dos avionetas de la organización contrarrevolucionaria Hermanos al rescate, el 24 de febrero de 1996, determinó la ratificación de la Ley Helms-Burton por el gobierno de Bill Clinton.

Fue una jugarreta macabra, donde enviaron a una muerte segura a gente de su propia filiación, que le permitió a la extrema derecha cubanoamericana la acentuación de la política de asfixia contra la Isla, incrementada a grado extremo por el gobierno de Donald Trump.

Bajo el mandato del cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos se montó la operación de bandera falsa de los ataques sónicos de La Habana. Esos que, científicamente reconocido por los propios norteamericanos, nunca existieron, pero cuyo montaje determinó retirar en septiembre de 2017 a todo el personal no esencial y sus familias de la embajada los Estados Unidos en Cuba. Pretexto de una nueva operación de mentira para el inicio de las sanciones de ese gobierno contra Cuba: cerca de 250 medidas aplicadas contra un solo país en cuatro años, récord sin parangón dentro de la política exterior norteamericana.

La más reciente operación de desinformación del gobierno de los Estados Unidos, la supuesta base china en Cuba, como expresara nuestro Canciller, Bruno Rodríguez Parrilla, solo sirve de pretexto para mantener el bloqueo económico contra Cuba y las medidas de máxima presión que lo han reforzado en los últimos años, y que son objeto de creciente rechazo internacional y también dentro de Estados Unidos.

Como no hay razón alguna para mantener a nuestro país en la lista de estados patrocinadores del terrorismo, esta es otra baza para dar aliento a dicho agravio de lesa humanidad.

Más imperialistas que el propio gobierno de los Estados Unidos, ya algunos cubanoamericanos del gran circo mediático montado de forma permanente contra nuestra Patria, incendiarios como siempre, piden sangre. Nada extraño de gente que reclamó públicamente una intervención militar contra su propia gente.

La sangre no llegará al río. Es otra mentira más cuyo pretexto, más que bélico, radica en alimentar el fuego de la paranoia anticubana y continuar sembrando en el imaginario mundial la idea de ese estado hostil que supone una amenaza para EE.UU. Lo que traducido a su idioma o modos de actuación supone mantenimiento, o posible recrudecimiento, de las sanciones.

Algo construido maquiavélicamente en función de que nada cambie.

(Artículo publicado originalmente en Granma, el 14 de junio de 2023).

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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