COVID-19: Bitácora de dos años

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Era el 11 de marzo de 2020, justo dos años atrás, y los medios de prensa cubana divulgaban por esos días, el parte del Ministerio de Salud Pública con el reporte de los tres primeros casos positivos al SARS-CoV-2: tres turistas italianos que en su tránsito hacia la ciudad de Trinidad, en el centro-sur de Cuba, habían estado en Cienfuegos. De inmediato saltaron las alarmas epidemiológicas, y lo que hasta entonces era un ensayo, constituyó práctica. Siete días después se comunicaba el fallecimiento de uno de los contagiados, reportado de crítico y atendido en el Instituto de Medicina Tropical Dr. Pedro Kourí (IPK), ubicado en La Habana, centro con investigaciones en virología.

En coincidencia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunciaba, en esa misma jornada, la declaración de pandemia. A partir de entonces, comenzaron a crecer las cifras de contagios y muertes, y el mundo confirmaba que estábamos a merced de un virus letal y de alto contagio. Y las palabras confinamiento, cuarentena, PCR, biología molecular, muerte, enfermos, cambiaron el léxico de lo cotidiano, y la incertidumbre comenzó a tender su red.

Sin embargo, los científicos, que desde las primeras noticias llegadas desde China, habían activado el trabajo de búsqueda de una vacuna, se unieron al concierto de nuevas palabras y frases más comunes; ensayos clínicos, inmunización, vacuna, esperanza; y los cubanos nos acercamos más al Instituto de Biotecnología, de Inmunología Molecular, al “Finlay” de vacunas, CECMED… y llegaron Abdala, Soberana, Mambisa… palabras que modelaban otras como vida, cura, futuro.

Para muchos esta epidemia sería un punto de inflexión en el humanismo y la solidaridad; algunos soñaron con que las vacunas se compartirían, y hasta las fórmulas para producirlas; los más ingenuos, y me cuento entre ellos, soñamos en que la pandemia era una señal para darnos las manos, pero no sucedió tal como esperábamos, y salieron a flote, sin embargo, el egoísmo y la ventaja de los ricos sobre los pobres. Muchos murieron por falta de atención médica, colapsaron sistemas de salud, la gente perdió el trabajo, la violencia familiar encontró un clima favorable en el encierro; se suspendieron las clases, y las vacunas permanecieron en las manos de los que más tienen, como si la COVID-19 resultara una enfermedad selectiva de la que solo se contagian o mueren los que menos poseen.

Podríamos escribir cuartillas y cuartillas en una bitácora-diario que cuente los 24 meses que ha sobrevivido Cuba, y de hecho ha resultado así, en la que no podrían faltar las historias de vida de mucha gente linda, que, con miedos o sin ellos, marchó hasta la primera línea para sanar, cuidar y proteger; sobre el avance de las ciencias y la investigación, las noches sin dormir en vigilancia, la de veces en las que se estuvo atento al portaobjeto de un microscopio; y todas estas anécdotas resultarían, y resultan, en presente, relativas al esfuerzo y el desprendimiento de muchos, en contraposición de otros para quienes solo importa el YO.

Al regresar al 11 de marzo de 2020 en Cienfuegos se recuerda el primer estudio de foco realizado allí, donde estuvieron aquellos tres turistas italianos contagiados con la COVID-19, de los sospechosos y contactos, y cómo comenzaron a llenar cuartillas y espacio en los medios de prensa locales y nacionales. Había comenzado una cuenta regresiva en la aplicación de protocolos de actuación, bioseguridad, habilitación de centros de aislamiento, instituciones médicas, construcción de un costoso laboratorio de biología molecular, capacitación del personal, períodos docentes virtuales; y otra lucha, contra la escasez y el acaparamiento, los métodos de distribución de lo poco, en los que se involucró la sociedad toda.

De entonces a hoy, justo dos años después, los números cuentan la historia de una narrativa epidemiológica:

Se acumulan en la provincia 69 mil 112 casos confirmados, de ellos 497 importados y 68 mil 615 autóctonos, y se lamenta el fallecimiento de 381 personas, esos vecinos, amigos y familiares, que ya no están.

La tasa de incidencia acumulada es de 16 mil 972,2 por 100 mil habitantes, y las campañas de vacunación, con esquema completo y de refuerzo, sobrepasan los 90 por cientos. La pandemia ha tenido sus picos, alzas, bajas, olas, variantes, y tras 24 meses, acá estamos los cubanos, enfrentados a una economía maltrecha y en la construcción del día a día, en una etapa en la cual se han promulgado leyes y decretos, aprobado una nueva Constitución, en medio de un reordenamiento económico que a veces se desordena pero que continúa, y en lo fundamental, un tiempo en el que Cuba ha logrado soberanía con nuestras propias vacunas.

Está contado, y queda mucho por contar y rellenar en esta bitácora de vida en tiempos de epidemia; los datos permanecen ahí, a la mano, y la información resultó directamente proporcional a los picos pandémicos. No ha llegado el fin de la pandemia, aunque especialistas vaticinan culmine pronto una etapa, por lo que la protección y las vacunas son las herramientas y armas de lucha. No podemos bajar la guardia luego de resultar sobrevivientes de una de las más duras batallas de la humanidad contra un virus invisible, pero letal. Por ello, debemos celebrar la vida con más protección. Quiero compartir con mis lectores, las dos primeras informaciones escritas por esta reportera, publicadas en nuestro sitio web, cuando ya era inminente la entrada de la COVID-19 a Cuba, y a Cienfuegos en particular.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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