Barreras humanas y arquitectónicas: ¿Sociedad inclusiva?
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Alexis Sarría Gascón es un cienfueguero ilustre, a no dudar. Si él no tiene el sello de aniversario de fundación de la ciudad, el Escudo de Cienfuegos, o alguna otra de las condecoraciones con las que se premia la cienfuegueridad, debería tenerse en cuenta, porque él ostenta la más alta sensibilidad en defensoría de aquellos seres humanos, que como él, viven en situaciones de discapacidad, y pueblan la geografía local.Lo recuerdo en un Taller de Socialización en el barrio de Pueblo Griffo, hace ya un buen tiempo, al que asistí para la cobertura de prensa, y en el que participaron los “factores de la comunidad”, tal como le gusta decir a los “cuadros”, pero que si juegan el papel preponderante al que se deben son muy útiles en los asentamientos humanos. Allí estaban, desde los trabajadores sociales hasta los maestros de la Escuela Especial Dionisio San Román.
Y resultó una jornada increíble, de aprendizaje y amor, que debería repetirse en todos los barrios y demarcaciones de los Consejos Populares, porque de esa sensibilidad está carente la sociedad contemporánea.
Pero llegó la epidemia de COVID-19, y pasó el tiempo y pasó, y los dichosos talleres quedaron en el olvido, ocuparon un tercer o cuarto plano, porque otras urgencias “inmateriales y materiales” nos convocan; y las personas en situaciones de discapacidad se resienten en su andar cotidiano, porque los tiempos de dura economía, por desgracia, han endurecido a algunos al punto de negarles asistencia y ayuda en las calles, las colas, y hasta en las filas para el transporte.
Con demasiada asiduidad para mi gusto y para el de otros, le place afirmar a los cubanos que somos una sociedad inclusiva, pero ojo, ello no se logra en modo repetitivo sino en modo educación. Digo yo que en primera fila para ese tipo de capacitación deben sentarse los funcionarios públicos, los mismos sobre quienes recae la responsabilidad administrativa de crear una mínima infraestructura para lograr la concreción de los “Talleres de Alexis”, que no son de él solamente, a la postre asisten representantes de todas las organizaciones no gubernamentales a las que se afilian las personas que viven en situaciones de discapacidad, y ahora se incluye la recién creada referida a la capacidad intelectual.
Las barreras arquitectónicas son más fáciles de derribar que las mentales, esas solo requieren de la voluntad de decisores, entiéndase personas que usan la lógica para resolver entuertos en las sociedades organizadas.
Por ejemplo, la Biblioteca Provincial, el lugar donde trabaja Alexis Sarría Gascón, centro que fuera reparado de manera capital hace poco, relativamente, no tiene un acceso para sillas de ruedas ni para personas limitadas en su movilidad y orientación. La institución posee en su entrada una escalera que se antepone, después de una acera. Sin embargo, tenía y tiene posibilidades el inmueble de “abrir” un camino más expedito por el lateral a la calle de Santa Cruz, para quienes allí aprenden el Sistema Braille.
Una Biblioteca no es un centro en desuso con la llegada de la internet como piensa o no piensa cierto sector de la población, deviene en punto donde se puede encontrar y capacitar a la comunidad de personas en situaciones de discapacidad.
En el piso 17 del edificio 18 plantas No. 15, ubicado casi en Cuatro Caminos, vive una muchacha débil visual, quien fuera una excelente jurista y hoy está jubilada por enfermedad, pues ella desanda sus peligrosas escaleras todos los días para comprar el pan y todo lo que necesita. Ninguno de estos edificios posee una rampa de acceso para sillas de ruedas, aunque sea hasta el elevador.
Así podría enumerar varias instituciones y centros del territorio, para los cuales sus proyectistas, ejecutores e inversionistas, no prevén ni diseñan vías para las personas que viven en situaciones de discapacidad, incluso cuando nos ufanamos de vivir en una sociedad inclusiva. La crisis económica que vivimos no es óbice para avanzar y superar las barreras en pos de lograr la verdadera inclusividad.
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