Alfonsina Storni más allá de un siglo

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La poetisa Alfonsina Storni Martignoni nació el 29 de mayo de 1892, hace 130 años. Hija de padres ítalo-suizos radicados en la Argentina, vio las primeras luces en la ciudad suiza de Capriasca, y a la edad de cuatro años viajó de regreso con sus progenitores a San Juan, región de Cuyo, para radicarse primero en Rosario y después en Buenos Aires.

Su infancia fue humilde en extremo y debió sobrevivir en medio de enormes carencias, marcadas también por el alcoholismo paterno. Desde su infancia llevó consigo el signo de la tristeza, evidenciado en el primer poema que escribió siendo niña.

En su primera adolescencia y en busca de un horizonte mejor, partió de su hogar para estudiar la profesión de maestra, empeño que la obligó a una mayor estrechez económica. Para costearse el hospedaje tuvo que trabajar, e incluso salir a hurtadillas hacia Rosario para cantar como corista de un teatro; hecho que al conocerse le provocó vergüenza y la condujo a su primer intento suicida. Finalmente se graduó de maestra y ejerció la profesión, pero no demoró en abandonarla debido a su quebrantada salud nerviosa.

Muy joven abrazó la poesía, en la cual volcó su existencia salpicada por continuos azares, que en su camino, le propinaron un primer desengaño amoroso y la condición de madre soltera. Así llegó a publicar varias poesías en revistas de Rosario, hasta que en 1916 vio la luz el primero de sus libros de poemas.

La adversidad de una sociedad patriarcal a ultranza caló hondo en la vida de la Storni, quien reflejó aquella realidad en el poema titulado Tú me quieres blanca, donde expresa: “Tú me quieres de alba, / me quieres de espumas, / me quieres de nácar. / Que sea azucena, / sobre todas, casta. / De perfume tenue. / Corola cerrada”. (1). Con él nos hace recordar a Sor Juana Inés de la Cruz cuando escribió: “Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis: (…) Combatís su resistencia / y luego, con gravedad, / decís que fue liviandad / lo que hizo la diligencia”. (2)

Lo mismo que la “Décima Musa Mexicana”, dos siglos más tarde Alfonsina Storni tuvo que lidiar con los prejuicios de una época, al parecer interminable, con el predominio machista como sello de marca. La suizo-argentina hubo de arar muy duro y con garra, junto a dos contemporáneas suyas del cono sur americano: la chilena Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou, de Uruguay. Las tres, desde la poesía, son paradigmas de la lucha de aquellas mujeres contra un mundo desigual, discriminatorio y adverso; un mundo real que no solo los hombres, sino muchas mujeres aceptaban como normal e inevitable.

Tanta adversidad marcó un parteaguas en su creación. Primero, llegó la etapa romántica y modernista, misma que transitaron Rubén Darío y José Martí; después, otra sombría, angustiosa y desesperante en la que dio cuenta de una vida adversa hasta el cansancio y que hubo de quebrantarle el espíritu; tanto, hasta sentirse incitada a una cita presurosa con la muerte.

Humillación, vencimiento y tortura se combinaron en su vida y poesías con lo que podría parecer una necesidad de amor, de ser amada y aceptada. Sus amores se malograban como naves en naufragio, y aquella decepción se tornó en rebeldía impotente contra el dominio del varón: “Oh, piedra dura, miserable piedra, / yo te golpeo, te golpeo en vano, / y es inútil la fuerza de mi mano, / oh piedra dura, miserable piedra”. (3)

Enferma y convencida de su cercano final, Alfonsina Storni se privó de la vida el 25 de octubre de 1938, cuando se lanzó al mar en el balneario argentino de La Perla. Quedó para la posteridad su obra poética, que atestigua una existencia colmada de adversidad, para ser hoy una de las imprescindibles poetisas de Nuestra América.

Quienes no han leído su poesía experimentan inquietud por conocerla al escuchar Alfonsina y el mar, zamba cuya música pertenece al argentino Ariel Ramírez, con letra de su compatriota Félix Luna, e inmortalizada a través del acetato en 1969 por Mercedes Sosa, quien dio voz de mujer a todo un continente.

Ahí quedaron sus poemarios El dulce daño, Ocre y varios más, así como su libro Irremediablemente, cuyo poema Frente al mar anticipa su triste final y donde dice: “Oh, mar, enorme mar, corazón fiero / de ritmo desigual, corazón malo, / yo soy más blanda que ese pobre palo / que se pudre en tus ondas prisionero. (…) Vuele mi empeño, mi esperanza vuele. / La vida mía debió ser horrible, / debió ser una arteria incontenible / y apenas es cicatriz que siempre duele”. (4)

De ella dijo Gabriela Mistral: “Profunda. Profunda porque ha sufrido y lleva como pocas la cavadura de la vida”.

Hace ciento treinta años nació Alfonsina Storni, quien como muchas de su época padeció las decepciones y amarguras de un ambiente hostil. Su rubia cabellera se disolvió en medio de las olas a sus cuarenta y seis años: “Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza…” (5). La que con dolor cultivó una poesía que la erige hoy entre las más sobresalientesde las letras en lengua española.

(1) Tú me quieres blanca (fragmento). El dulce daño (1918). Alfonsina Storni.
(2) Hombres necios que acusáis (fragmento). Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)
(3) Piedra miserable (fragmento). Irremediablemente, Alfonsina Storni
(4) Frente al mar (fragmento). Irremediablemente, Alfonsina Storni
(5) Ibídem

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