Agüita de coco, fresca y retroactiva para el Día de la Mujer
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Annia Alonso Araña (Cienfuegos, 10 de septiembre de 1965) torna al redondel, justo desde la fecha previa a las celebraciones por el día de la mujer, vigorizando los jubileos del Consejo Provincial de las Artes Plásticas de Cienfuegos, que auspicia una serie de muestras concebidas por féminas de la municipalidad en colaboración con la UNEAC, el Museo Provincial de Historia y la Dirección Municipal de Cultura en Cienfuegos. Su participación acaso entraña un reconocimiento por más de cuatro décadas de laboreos ininterrumpidos, al tiempo que constatación de que es una de las escasas creadoras legitimadas por el gremio, los públicos y la crítica. Urge un estudio que esclarezca por qué son tan exiguas las mujeres que insertan proyectos personales en las galerías de la localidad, siendo mayoritaria su presencia en las academias de arte y el movimiento amateurista. ¿Qué impide a las artistas sureñas tener un lugar en el suceder de las artes cienfuegueras?
La Alonso, quien hace muy poco nos deleitara con la exposición privativa Ciudad con violeta (Museo de las Artes, Palacio Ferrer, 2023), nos ofrece esta vez una suerte de retrospectiva (aunque dispone de obras inéditas)de su largo quehacer entre los años 2005 y 2024, una etapa próspera en la que perfila sus marcas de estilo, esencialmente dedicada al cultivo del grabado, a la disciplina de la colagrafía y del linóleo. De hecho, podemos afirmar que la artista figura entre las veinte grabadoras más notables de la isla y la más experimentada de la ciudad de sévres.
Entre los signos de su anchurosa obra descuellan: la insistencia en el paraninfo de las féminas, en un esfuerzo por fabular con aquellos componentes o útiles domésticos que bullen en su entorno (enseres, ornamentos, mascotas, etc.) y en cuyos relatos (frecuentemente alegóricos) explicita su carácter e identidad; el acento escultórico en las figuraciones, a las que suele adicionar texturas a través del collage y la técnica del transfer (método de impresión por estampado en caliente, que admite pasar una imagen de una superficie a otra); la experimentación con los diferentes registros de valor y tono en una dimensión composicional; la somática inédita de sus personajes, toda vez que aparece la figura humana distendida, sinuosa, desproporcionada, concebida con trazos emancipados, instintivos, que portan el espíritu del neo-expresionismo; la erección de ambientes idílicos (aunque se puede detentar una alusión sutil y crítica a los entornos socio-económicos) y domeñados por lo objetual, con un refuerzo cromático intenso (amarillos, rojos, azules, verdes), aunque bien controlado para esbozar los altos contrastes o las relaciones de figura-fondo.
Asimismo, debemos connotar la visión de género en los relatos de esta creadora, acaso transparentada a través de la ironía subyacente en los títulos y escenas representadas, casi siempre en medio de atmósferas calmosas, en las que la paz lo domina todo. La Alonso insiste en la emancipación de la mujer y el derecho que le asiste para gestar su propia suerte, conseguir el equilibrio con la naturaleza (como ocurre en su hogar, donde señorea un hermosos patio lleno de plantas y suelen transitar las mascotas), que es un estado de humanidad, y la apuesta por el universo de los objetos (muchos de los cuáles emergen en su cocina) en tanto configuración simbólica de la mujer que reclama la poesía en sus enseres caseros (usualmente fracturados o rotos), a los que resignifica con cierta ternura y beldad sumergida.
Agüita de coco, la muestra personal que dispone la pequeña sala Mateo Torriente de la UNEAC, nos acoge dentro de un perfil introspectivo, presumo que autorreferencial, convidándonos a explorar en los intersticios de una fabuladora de soledades y ensueños. Agua fresca para los que buscan un arte de ternuras en estos días en que tributamos la presencia y obra de la mujer.
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