Rita Montaner, sigue siendo única

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 54 segundos

Este 20 de agosto Guanabacoa vuelve a vibrar, se conmemora el aniversario 125 del nacimiento de Rita Aurelia Fulcida Montaner y Facenda y aún sigue siendo único su cantar, su manera de interpretar la canción cubana. Un deleite en su piano, instrumento con el que obtiene su prime­ra medalla de oro a los 16 años. Su sensibilidad extrema hizo que educara su voz en lo más depurado de la escuela italiana al cantar como una diosa.

En 1927 en el teatro Regina —actual Casa de la Música de Centro Habana, debutó Rita Montaner en el papel del negrito calesero. Fue una obra célebre, entre otras razones porque en ella Rita interpretó ¡Ay, mamá Inés!, de Grenet, y Canto Siboney, de Lecuona; éxitos perdurables Inolvidables en la memoria de cada cubano están El manisero, Cecilia Valdés. Llevó la música cubana a la ciudad Luz, esti­mulada por Lecuona y Sindo Garay. Pero nunca deja de mirar hacia atrás: la casa familiar, los dedos del padre sobre las losas, el fuerte olor a pan fresco de las panaderías. Decía en uno de sus escritos Miguel Barnet que:

“Es el puente mitológico entre lo real y lo irreal. Su carrera marca ya una línea de partida. Está poseída por las encrucija­das. Un pequeño Elegguá de piedra parece acompa­ñarla. Sustituye a Raquel Meller. Y estrena en 1928, en el Palace de París, una página de Sindo Garay, “Lupisamba”. El éxito es apoteósico. Es un momento cubano comparable al estreno de la contradanza criolla “San Pascual Bailón”, en 1803”.

Un calabaza me da /
ma grande que yo tiengá /
en mi conuco sembrá /
un calabaza me da…

Se retrata entre mesitas del Boul Mich, junto a la torre Eiffel, y en un patio cruzado de celosías. Josephine Baker se cambia entre bastidores para poder presenciar las actuaciones de Rita. Dice en un español muy gutural: «Es un genio. Un genio». Y es que Rita arrancó del encantamiento.

Los estilos se funden y toman nuevos relieves en su persona. Los ingredientes de nuestra idiosincrasia se mezclan para formar un solo cuerpo. Se entregan a un fuego de nupcias el salero andaluz y la sandunga cubana. La bata nacional es una versión sensualizada del traje de óvalos gitano y el mantón de Manila. Como la ola trabaja en el arrecife, así Rita pule la expresión nacional, con una gesticulación propia y una forma de cantar. Esto le da el primer rango entre los intérpretes de su época. Lezama Lima señala dos corrientes de riqueza en el caudal de la sabiduría cubana cuando dice que:

«…en Cuba solamente ha sido alcanzada la sabiduría por el taita, el negro esclavo al llegar a la ancianidad y en la poesía de la sacralidad que culmi­na en José Martí».

Esa irradiación, ese instante de luz, tiene un pode­roso destello en el arte interpretativo. Y ese es el que alcanzó con sus gajos de yerbas y sus enaguas bordadas, Rita Montaner.

Cantó con Bola de Nieve, luego en el cabaret Tropicana donde se mantuvo por nueve años. Protagonizó las películas María la O y La Única.

Interpretó cientos de bellísimos números que comprenden la amplísima gama de la música popular cubana. Descubre, pule y lanza toda una cantera de piezas en cada debut. Sus relaciones con numerosos artistas extranjeros posibilitaron que vinieran a Cuba no pocas estrellas rutilantes. En cada espectáculo mantuvo  vivo el teatro lírico cubano con inolvidables zarzuelas.

Visitas: 10

Alegna Jacomino Ruiz

Doctora en Ciencias Históricas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *