Fidel y la juventud, semilla de la Revolución

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La figura de Fidel Castro trasciende su tiempo, no solo como líder histórico de la Revolución Cubana, sino como faro ideológico para las nuevas generaciones. Su convicción de que “la juventud es la arcilla fundamental de nuestra obra” refleja la importancia que le otorgó a la formación política y moral de quienes heredarían el proyecto socialista. Fidel no concebía la Revolución como un hecho del pasado, sino como un proceso vivo, en constante renovación, donde los jóvenes debían ser los protagonistas.

Desde el triunfo de 1959, Fidel depositó en la juventud cubana la responsabilidad de defender las conquistas sociales. La Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y los Pioneros José Martí fueron estructuras creadas para inculcar los valores revolucionarios. Pero su mensaje no se limitó a Cuba: inspiró a miles de jóvenes latinoamericanos y del Tercer Mundo a luchar contra las injusticias. Su frase “Seremos como el Che” se convirtió en un símbolo de rebeldía y entrega, recordando que la lucha no es solo memoria, sino acción.

En su discurso del 1ro de mayo del 2000, Fidel definió Revolución como “cambio, igualdad, solidaridad, emancipación”, pero también como “no mentir jamás, ni violar principios éticos”. Este código moral sigue siendo un mandato para las nuevas generaciones. No se trata solo de repetir consignas, sino de vivir con coherencia, como él lo hizo: enfrentando el imperio sin claudicar, priorizando la educación y la salud públicas, y manteniendo la dignidad nacional incluso en los momentos más difíciles.

El Período Especial fue una prueba de fuego para la continuidad de la Revolución, y Fidel confió en que los jóvenes resistirían. A pesar de las diferentes limitaciones y el bloqueo, no hubo rendición. En cambio, surgieron iniciativas como las Brigadas Técnicas Juveniles y el impulso a la biotecnología, demostrando que la inventiva revolucionaria podía vencer las adversidades. Fidel creía en el talento joven, y hoy Cuba es potencia médica y científica gracias a esa apuesta.

Más allá de las fronteras cubanas, su pensamiento influyó en movimientos como el Foro de Sao Paulo, las luchas estudiantiles en Chile y Colombia, y la resistencia antiimperialista en Venezuela. Su idea de que “un mundo mejor es posible” resonó en el Foro Social Mundial y en las calles donde la juventud exige justicia. Fidel demostró que la rebeldía no tiene edad, y que los jóvenes deben ser “no solo el futuro, sino también el presente”.

Sin embargo, su legado también implica desafíos. En un mundo dominado por el capitalismo digital, el consumismo y la alienación, ¿cómo mantener viva la llama revolucionaria? Fidel insistía en que “la batalla de ideas” era clave. Hoy, eso significa usar las redes sociales para denunciar injusticias, organizarse en colectivos, rescatar la memoria histórica y no dejarse manipular por la propaganda enemiga. La juventud cubana actual, aunque enfrenta presiones económicas y migratorias, sigue siendo baluarte de la resistencia.

La educación fue para Fidel el pilar de la Revolución, y hoy Cuba sigue alfabetizando a otros pueblos, graduando médicos internacionalistas y formando profesionales con conciencia social. Ese es otro aspecto de su legado: la solidaridad como principio. Las nuevas generaciones deben aprender que la lucha no es solo local, sino global, como lo demostró el apoyo cubano a causas como la independencia de Puerto Rico o la lucha palestina.

Fidel no quería culto a la personalidad, pero sí conciencia crítica. Por eso, el mejor homenaje que puede hacerle la juventud es estudiar su pensamiento, debatirlo con espíritu autocrítico y adaptarlo a los nuevos tiempos. La Revolución no es museo: es un proyecto que se reinventa. Su llamado a “rectificar errores y combatir tendencias negativas” sigue vigente, porque solo así se evita el burocratismo y la desconexión con el pueblo.

En momentos en que el imperialismo intenta dividir a América Latina, el mensaje de Fidel sobre unidad y resistencia es más necesario que nunca. Los jóvenes de hoy tienen la tarea de evitar que la historia se escriba solo desde la perspectiva del poder. Como dijo Fidel: “Los revolucionarios no se retiran, se multiplican”. Su ejemplo vive en cada joven que estudia, en cada médico que sirve en una misión internacionalista, en cada artista que denuncia la opresión.

A 99 años de su natalicio, Fidel sigue siendo Comandante en Jefe de los sueños rebeldes. Su legado no está en estatuas, sino en la capacidad de las nuevas generaciones de mantener viva la utopía. Como él mismo advirtió: “La Revolución puede ser destruida solo por nosotros mismos”. Por eso, el mejor tributo es no bajar la guardia, porque, como enseñó Fidel, “la Revolución es hija de la cultura y las ideas”, y mientras haya jóvenes dispuestos a luchar, su luz no se apagará.

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Barbara M. Cortellan Conesa

Máster en Ciencias de la Comunicación. Ingeniera Química por la Universidad de Camagüey. Periodista-Editora del diario 5 de Septiembre. Miembro de la Unión de Periodistas de Cuba.

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