Yolanda Farrar, una estrella cienfueguera del cine mudo cubano
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Sus desempeños en el cine cubano fueron tan efímeros como el suspiro de los enamorados. Empero, la belleza singular de esta actriz sureña y presencia en varios filmes notorios del periodo silente le asentaron en la memoria del arte fílmico y de cuantos pudieron disfrutar de sus actuaciones o los escasos fragmentos de los relatos audiovisuales redivivos en los que figurara. Yolanda Farrar es parte de esa historia todavía ignota, probablemente signada por su ductilidad y energía como actriz.
En la década de 1920, a raíz del movimiento teatral de artistas aficionados que emerge en toda la isla, aparecen en el cine actrices que se han forjado de modo autodidacta, por un ejercicio de mímesis y práctica, siendo parte de los elencos de compañías teatrales, como el Alhambra, y asumen los protagonismos de muchas producciones de la época. En lo esencial son elegidas más por su belleza icónica que por su talento. Cienfuegos aporta a una casi ignorada Yolanda Farrar, llamada en verdad Cándida Rosa Yolanda Gómez; quien nace en la Perla del Sur hacia 1897. Esta actriz teatral, que se forma de modo autodidacta en la ciudad de Sévres, primero en el colegio religioso Eliza Bowman (1907-1940), donde participaba en representaciones de escenas bíblicas y luego en el movimiento de artistas aficionados al teatro, emigra pronto a la capital, previa invitación de Enrique Díaz Quesada, durante los días en que filmaba Las regatas de Cienfuegos. Díaz Quesada queda obnubilado con su belleza y le invita a participar en el filme La zafra o Sangre y azúcar (1918-1919), su debut oficial, acometiendo el papel de Elena, la hija de Don Fernando, el propietario de un central azucarero en Bolondrón, y novia secreta de Alberto, el joven pobre cuya familia había sido arruinada por su padre.

Aunque la interpretación de la hermosa Elena es fugaz, al lado de Regino López y Sergio Acebal, los célebres artistas del Teatro Alhambra, llama la atención del cineasta Pedro J. Vázquez, quien la contrata para protagonizar la cinta Dios existe en 1920, que en un principio contaba también con la codirección de Ramón Peón, el cineasta más prolífero entre 1920 y 1959, con una extensa carrera en México, Cuba y los EUA (Hollywood). La cinta le muestra nuevamente en un melodrama, personificando a una empleada de la compañía minera. Llama la atención entonces debido a su físico, pero el rol a duras penas le merece encomios entre los misioneros de la prensa.
Por esa época la actriz sureña se mostraba admiradora de Dolores del Río, la musa de El Indio Fernández, con quien se comparaba físicamente. Su interpretación no sobresale, pero es invitada por el propio Vázquez para protagonizar en 1921 El misterio de la mujer desnuda, filme inspirado en hechos reales, sobre el enigmático asesinato de una chica en una playa desierta. Yolanda, a quien se calificaba como “una joven de escultural belleza y fino talento”, la única “estrella profesional del cine entre nosotros”, asume a la protagonista con mucho entusiasmo, empero el proyecto no llega a concluirse debido al crack bancario de febrero de 1921, que provocó una ola de suicidios, ruinas y especulaciones. La que debió ser “la primera obra perfecta de la cinematografía cubana” decepcionó a casi todos los miembros del equipo y Yolanda renuncia definitivamente a seguir actuando.
Sin embargo, tras cierto impasse, recibe la invitación para un regreso de manos del cineasta Evaristo Herrera, el autor del argumento de la tragicomedia Entre dos amores (1923), que logra dirigir gracias a una herencia. En esta nueva producción asume eficazmente a una chica que debe compartir al amor de su vida con la hija adolescente de su pareja. La filmación fue tormentosa (el equipo llega a ser expulsado de algunos sitios), pero dejó satisfecho al equipo de Herrera.

Aunque habían pasado poco más de ocho años, Ramón Peón no se había olvidado de la joven cienfueguera y le ofrece un personaje en su icónica El veneno de un beso (1929), en la que comparte roles con el Valentino cubano, Antonio Perdices. En esta ocasión encarna a Margot, la villana de la historia, amante del abogado Raúl Villalva. En esta producción, que tuvieron la oportunidad de disfrutar los sureños durante el evento La Piel del Cine (2019), un homenaje a los actores cienfuegueros del cine cubano durante el bicentenario de la Fernandina de Jagua, la actriz pudo constatar sus muchas capacidades para superar los usuales efectismos y tonos sobreactuados de los histriones de la época; así como sus vigores dramáticos, llegando a opacar por momentos a la protagonista del filme, Mercedes Mariño. El veneno… fue la película más taquillera de su época y una de las más importantes del cine mudo.

No alcanzamos a probar su hado con la llegada del sonoro, las potencialidades de su voz y adaptabilidad bajo las nuevas exigencias actorales del cine post 1930. En lo venidero, pese al éxito de este relato audiovisual, Yolanda contrae matrimonio, emigra de la isla y la indiferencia la consumió para siempre.
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