Venezuela

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Aunque sus últimos votos fueron para la felicidad de su patria, Bolívar murió en medio de las dudas más dolorosas sobre el futuro de esta. La rapacidad de la burguesía local, los intereses económicos extranjeros en la rica nación del extremo septentrional de América del Sur y las constantes inquinas e incomprensiones de coterráneos e incluso correligionarios no se lo pusieron fácil en su lecho de muerte para tejerse el imaginado mañana de paz, integración y respeto que se propuso para su pueblo y el continente en tanto proyecto de vida.

Hugo Chávez, hombre grande quien hizo propias las convicciones del prócer caraqueño y se coció al pecho su ideario de redención, inició un tan largo como torpedeado camino para conducir a su país hacia estándares de justicia social ni siquiera imaginados por las mentes más optimistas. Resultó objetivo cimero suyo contribuir de forma determinante al ideal integracionista de El Libertador a través de la instauración de un grupo de estructuras de sumo relieve en la vida económico-social e ideológica de una pléyade de naciones de la región.

El ciclo revolucionario continental arrancado consigo en 1998, a todas luces, no podía tener la venia ni del sistema imperial de los Estados Unidos ni de las castas oligárquicas de la nación, privilegiada y sin conmiseración alguna hacia más del 80 por ciento de un pueblo sumido en la pobreza, al cual la Revolución Bolivariana sacó progresivamente de la miseria y aportó niveles de calidad de vida impensables en la mayor parte de las repúblicas latinoamericanas.

A ojos de Washington y de sus cipayos locales, entreguistas tarifados a los cuales solo les interesa mantener el sistema social de capitalismo salvaje con tintes feudales que existió allí por muchas décadas, la cristalización del éxito de dicho modelo no debía permitirse; de manera que Estados Unidos y la fauna vendepatria endógena comenzaron la guerra ideológica y económica más cruenta que se tenga data en la historia próxima del subcontinente.

En su lucha sin cuartel contra Chávez -y de forma más sistemática, artera, sórdida y dañina contra Maduro, en su afán de impedir la continuidad del proceso y demostrar así su presunta falibilidad-, han apelado a todos las tácticas concebidas en los manuales de guerra de baja intensidad; de consuno con esquemas o estrategias de guerra convencional.

Al menos en el plano mediático, la Venezuela bolivariana resiste una guerra abierta sin paralelo en el planeta. Más constante y poderosa que la de Siria y Rusia. Carentes de toda legitimidad para ese espectro de la masa que procura y consigue fuentes noticiosas alternativas, sin embargo alcanzan un nefasto poder de influencia en millonarias masas cautivas, desprovistas de cultura ideológica y carentes por ende de una posición interpretativa clara de los procesos sociales y de sus causas determinantes.

Si este mundo alguna vez se pone de acuerdo y los seres humanos llegamos a un plano de entendimiento, civilidad y raciocinio comunes, nadie discutirá en el futuro que cuanto hizo la red mundial de mentiras controlada por los poderes dominantes contra Caracas fue un crimen alevoso de la peor categoría.

A la desinformación y tergiversación ininterrumpida de periódicos, televisoras, cadenas de radio y sitios digitales que responden a los mismos intereses más allá de la geografía donde están enclavados, súmanse la situación adversa de la nada casual caída estrepitosa de los precios del petróleo y las toneladas de millones de dólares situados desde el exterior a la derecha fratricida venezolana para socavar las bases del gobierno y procurar un clima de inestabilidad que o bien propicie un golpe de estado favorecedor de la llegada de la oposición al poder o bien conduzca a la intervención militar yanki.

El trabajo multilateral de zapa dejó saldos muy negativos. El goteo de 24 x 24 ha horadado piedras. La situación actual en Venezuela es la más complicada en todos los términos desde que inició el ciclo bolivariano. Solo la resistencia y la no claudicación de millones de nacionales identificados con el proceso que les devolvió la dignidad de pueblo, bajo la certera guía e incansable de Nicolás Maduro y los principales dirigentes, le permite mantenerse en pie.

Todos los seres humanos portadores de conciencia social, doquiera vivan o militen; todo el tercer mundo y las naciones que en el mundo han sido víctimas del saqueo neocolonial que intentan perpetuar allí ahora; todos los intelectuales revolucionarios; todos los patriotas seguidores de los ideales de Bolívar debemos apoyar a la Venezuela de Chávez ahora. Por ellos y por nosotros.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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