Pequeña mamá, joya en miniatura de Céline Sciamma

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 17 segundos

Tras la intensa relación homoerótica abordada en Retrato de una mujer en llamas (2019), la realizadora francesa Céline Sciamma estampa vuelta total de compás a la hora de adoptar tonos y temas de su Pequeña mamá (Petite Maman, 2021), cuarta obra de su aún breve aunque ya relevante filmografía.

De nuevo dos personas del sexo femenino se unen, pero esta vez son niñas y la complicidad no es sexual, sino afectiva e intangible, materialmente hablando. El espacio gravitatorio del relato lo ocupa ahora el bosque aledaño a la casa de campo familiar, la cual los padres del personaje central -la pequeña Nelly (Joséphine Sanz)-, desean desocupar tras la muerte de la abuela materna.

La chiquilla afronta el duelo desde la construcción de un universo imaginario donde cada pilar se afinca sobre la grava de la ternura. El tiempo en este sitio de ensoñación y refundación adquiere las texturas de lo sobrescrito con las tintas de la fantasía interior, desde la voluntad del redescubrimiento y el sentido de configurar alteridades e identidades que juegan con la dimensión física y la realidad, al concebirse la mirada fílmica, la de Nelly, a través de candorosa óptica de fantasía e inocencia solo hallable a esa edad y en seres provistos de su sensibilidad.

Presente tal rasgo desde Tomboy (2011), la Sciamma vuelve a mostrar esa habilidad natural suya para observar personajes infantiles mediante prismas de sencillez y diafanidad, en Pequeña mamá, filme de pureza, filme sobre la pureza; filme de afecto, filme sobre el afecto. Una joya en miniatura, pieza de cámara, diminuta por convicción, sin interés vocinglero, a la cual le basta solo algo más de una hora de metraje para constatar la poderosa e inmarcesible red de complicidades afectivas establecida por la sangre, sí; aunque además la voluntad de comprender al ser querido asumiéndolo, casi, como uno mismo.

Instituirse o complementarse en ese otro y a la vez parte de uno mismo que es el ser amado que nos trajo al mundo, construyéndolo, imaginándolo en un tiempo pretérito en sus vivencias no conocidas dada nuestra menor edad y estando a su lado en un paréntesis cronológico que nos precedió, por ejemplo el de la infancia de la madre: de esa posibilidad da cuenta, de forma poco menos que sublime, Pequeña mamá.

Visitas: 9

Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *