La paloma de la paz se estrella en Gaza

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El año 2008 llegó a su fin y el mundo, si en algo cambió, fue para empeorar. Además de la crisis alimentaria, económica y financiera por la que atraviesa, el planeta incrementa su lista de malestares con un otro episodio del ya antiguo conflicto en el Medio Oriente: un nuevo ataque de Israel a la Franja de Gaza.

Tanto y tanto se ha hablado sobre el tema, que el suceso puede hasta pasar inadvertido para las personas comunes y corrientes que residen en otros lugares del orbe, porque parece, amenaza, ser más de lo mismo.

No obstante, resulta descabellado asumir la muerte de cualquier ser humano como normal, aún si existen otros miles de millones en el mundo.

¿Hasta cuándo la humanidad permitirá que situaciones como esta continúen ocurriendo? Aunque Ban Ki-moon, Secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), pidió desde el 28 de diciembre el fin inmediato de la violencia en Gaza, en varias ocasiones se ha calificado de inoperante el accionar del Consejo de Seguridad de esa institución internacional en el problema israelo- palestino.

El Gobierno de Tel-Aviv hace oídos sordos de los llamados al cese de las hostilidades.

La ONU nació al finalizar la II Guerra Mundial con el fin de evitar que el género humano llegara nuevamente a una conflagración de ese tipo. Su principal objetivo constituye el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional y todos los países deben respetar sus disposiciones en tal sentido.

El primero de los principios de la Carta de las Naciones Unidas establece la prohibición de la amenaza o uso de la fuerza contra la independencia política e integridad nacional de los estados.

Sin embargo, más de seiscientos civiles, en su mayoría palestinos, han muerto desde el 27 de diciembre en que comenzaron las operaciones y la matanza continúa.

Para colmo de la irreverencia, el ejército israelí ha lanzado, en más de dos ocasiones, sus proyectiles sobre instalaciones claramente identificadas como edificios de las Naciones Unidas, que albergaban casi quinientos refugiados palestinos, y cuya ubicación se encontraba en posesión del mando israelí con antelación.

El Consejo de Seguridad de la ONU no ha podido llegar a un consenso respecto a la situación en Gaza, pero ¿qué otra cosa ha de esperarse si entre sus miembros permanentes se encuentra Estados Unidos? Esa potencia imperialista es una de los que más guerras ha provocado entre el pasado siglo y lo que va de este, a pesar de que el segundo requisito para que un estado pueda integrar la referida organización mundial es calificar como amante de la paz.

También en política dos y dos suelen sumar cuatro. Estados Unidos es uno de los principales aliados de Israel y este último ya adopta en su discurso frases donde la factura norteamericana se hace fácilmente reconocible.

En una nota publicada por Tel-Aviv con motivo de la expulsión del embajador de ese país en Venezuela, la nación árabe invita al país latinoamericano a decidir si se posiciona del lado de los que “luchan contra el terrorismo” o de los que lo apoyan.

Entonces, ¿cómo entender el fenómeno en toda su complejidad? Detrás de esta situación se esconden infinidad de intereses solapados, que tienen sus raíces desde mucho tiempo atrás, pero lo que resulta inadmisible es que cada día mueran más personas y la única opción estribe en quedarse de brazos cruzados.

Alguien ha de ponerle el cascabel al gato antes de que sea demasiado tarde y, por lo visto, no será la ONU.

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